La Lola Flores más picante en ‘Casa Flora’, su particular hotel de los líos
El próximo 21 de enero, el mito Lola Flores cumplirá 100 años. Ella nunca ha dejado de estar presente en los medios de comunicación y la cultura popular de nuestro país. Para muestra, el famoso y muy reciente anuncio de cerveza donde “se revivía” a La Faraona y se reivindicaba como un icono universal, pero que nunca perdía sus raíces. ¿A qué otra artista española se le podría recuperar de esa forma, más de 25 años después de su fallecimiento?
Lola Flores: una artista total, un icono global. En el cine consiguió su primer papel, siendo aún menor de edad, imitando en una audición a su ídolo, la folclórica del momento Imperio Argentina. No se imaginaba que su éxito sería aún mayor al de esta, e incluso que sería la encargada de encarnar su figura en el remake de Morena Clara (1954), una de las películas más recordadas de la actriz hispanoargentina allá por los años 30.
De Jerez para el mundo
Durante los 50 y 60, La Faraona ya era el gran estandarte de nuestro cine folclórico de la mano de Cesáreo González y Suevia Films, figura que explotaron fuera de nuestras fronteras, especialmente en México. Décadas de películas donde representaba, con su habitual brillo, a personajes de un patrón muy similar: la mujer gitana, anhelada por los hombres, que labra su propio éxito gracias a sus embrujadoras actuaciones musicales.
Pero ya a finales de los 60, mientras la España del Tardofranquismo se modernizaba y las influencias extranjeras calaban en nuestra sociedad, Lola Flores no tuvo problema en hibridar su imagen para convertirse en una estrella que abrazaba las nuevas tendencias. Por fin íbamos a ver a la jerezana con algo más que un mantón y una peineta: habían llegado la moda Pop y las chicas Ye-Yé a España. En cine, el Destape llamaba a su puerta e iban dejando de ser tabús ciertos temas prohibidos por la estricta moral católica del país.
En este contexto surge la inclasificable comedia Casa Flora (Ramón Fernández, 1973), película que cumple 50 años de su estreno. Y 50 era la edad de Lola Flores en ese momento, pero cualquiera lo diría: lucía tan espléndida y enérgica como siempre, en un papel que se alejaba de los clichés de antaño. Moderna y a todo color, pero como señalaba el anuncio al que antes hacíamos referencia, sin llegar a perder sus raíces, su esencia.
Y Lola Flores “se la maravilló”
¿Y por qué, entre la nutrida filmografía de Lola Flores, hemos decidido reivindicar Casa Flora? Además de ese cambio de vestuario, y también de prototipo de mujer que enfrentó aquí Lola Flores, por Casa Flora sentimos una debilidad muy especial en todo su conjunto. Se trata de una loquísima comedia de enredos que entrevera los líos de faldas con la busca de un tesoro, aportando una trama de suspense al más puro estilo Agatha Christie, pero en versión comedia cañí.
Vayamos al argumento: un torero mundialmente conocido fallece, y el entierro tendrá lugar en su pueblecito natal Jarilla de los Infantes. Como la villa se masificará como nunca antes para estos días, el presidente de la Peña Taurina (interpretado por el mítico Ángel de Andrés), decide convertir en hospedería todo lugar habitable, incluyendo el burdel “Casa Flora”.
¿Y quién es la madame de Casa Flora, y eje central de las tramas que tienen lugar en la película? Ni más ni menos que Lola Flores en un papel que, años atrás, habría escandalizado a su legión de seguidores. Se muestra aquí como una mujer poderosa, que declama sin reparos que le gustan los hombres, que juega con ellos, que los seduce a su antojo. Como mejor ejemplo, la arrebatadora primera escena en que aparece:
Y poco después de este momentazo, tenemos la genial secuencia, con su toque surrealista y una estética Pop muy marcada, en que Lola Flores se dispone a cambiar de arriba a abajo el prostíbulo para convertirlo en un hotel de acogida de turistas. Es el famoso “¿Y cómo me las maravillaría yo?”, con trabalenguas incluido, que ha quedado para la posteridad como una de las grandes escenas de la carrera cinematográfica de La Faraona:
Lo mejor del folclore y la comedia española
Otra razón de peso por la cual consideramos Casa Flora como obra de culto de nuestra comedia setentera tiene que ver con la coralidad (y diversidad) de su reparto, consiguiendo crear una serie de personajes fascinantes.
Entre los huéspedes que acuden al hotel de Lola Flores se encuentra una pareja de ladrones, recién salidos de la cárcel, que escondieron un tesoro en el mismo punto donde se construyó Casa Flora (interpretados por Fernando Santos y Manolo Gómez Bur). Y también otros dos ladrones de poca monta que huyen de la justicia (Camarón de la Isla y Pedro Mari Sánchez). A estos últimos les persigue un no muy agudo detective (Carlos Larrañaga), quien encontrará la inesperada ayuda de Doña Rosario (Isabel Garcés), una solitaria huésped que, con sus pesquisas, se convierte en uno de los personajes más divertidos de la película.
Para el final nos dejamos a nuestros favoritos: el dúo formado por un torero casto y atractivo (Máximo Valverde) y su apoderado (Antonio Garisa); el hilarante matrimonio entre los personajes de Amparo Soler Leal y Rafael Alonso -ambos espléndidos- y, por último, el picante trío amoroso entre Arturo Fernández, Ethel Rojo y Concha Márquez Piquer.
“No se la pierdan”
Sobre Lola Flores se escribió en América la famosa frase de “ni canta ni baila, pero no se la pierdan”. Muchos afirman que no se llegó a publicar, que forma parte de una leyenda que La Faraona se encargó de propagar para hacer su imagen aún más controvertida. Sea como fuere, con Casa Flora sucede algo parecido: no es una película excelente ni tiene un guion perfecto; pero por sus excentricidades, su reparto y el entretenimiento que ofrece, no hay que perdérsela.
Como colofón, la indescriptible escena donde Lola Flores y Estrellita Castro se comunican a través de un teléfono gigante. Pura fantasía surrealista.
La torbellino, la revolución en bata de cola, La Faraona. Celebra con nosotros el #CentenarioLolaFlores