Alberto Romero: “Lola Flores significa un grito de libertad”

Alberto Romero, catedrático de Literatura Española e integrante del Instituto de Investigación en Estudios del Mundo Hispánico, nos acerca y aleja al mismo tiempo de los tópicos en torno a la figura de Lola Flores. En FlixOlé repasamos con él la trayectoria cinematográfica de esta revolucionaria que vestía en bata de cola, en cómo la artista creó un imaginario folclórico propio y las anécdotas que nos dejó su personalidad.
En tu libro Lola Flores. Cultura popular, memoria sentimental e historia del espectáculo sitúas a la artista en el epicentro de nuestra cultura popular moderna y de un determinado imaginario sobre España. ¿Cómo llega un artista a ser algo más que un icono?¿Cómo lo consiguió Lola Flores?
Es curioso: hay muchos artistas contemporáneos a ella que fueron importantes, conocidos y admirados, pero que no tenían la potencia y fuerza de Lola Flores. Toda la pandilla de folclóricas que son coetáneas a ella, muy importantes, están en un determinado momento y con una imagen muy concreta. En el caso de Lola Flores no.
Cuando hice el libro me di cuenta de que es un personaje que recorre la historia de España desde los años 30. Cada faceta artística de Lola Flores se correspondía con un periodo histórico y una cronología muy concreta. Por ejemplo: la etapa de Lola Flores en el Teatro se desarrolla en la posguerra, en los años 40; Lola Flores y el cine, entre los 50 y 60, y hasta mediados de los 70; mientras que Lola Flores de la TV es de los 80 en adelante.
Lola Flores se va transformando, modernizando y adaptando a los tiempos con una permeabilidad y facilidad extraordinaria”
Cuando Lola Flores está triunfando en el cine, su espectáculo y presencia en el teatro es menor, es más de tablao flamenco. Y cuando da el salto a la TV, el cine consiste en colaboraciones esporádicas. Ella misma, consciente o no de ello, se va transformando, modernizando y adaptando a los tiempos con una permeabilidad y facilidad extraordinaria. Esto es un talento innato de ella.

A menudo, cuando hablamos de Lola Flores nos referimos a un imaginario folclórico en pretérito, pero personalidades tan de actualidad como C. Tangana y Rosalía han manifestado que se han sentido identificados con La Faraona ¿Fue adelantada a su tiempo?
Fue por delante de los acontecimientos, y tenía un talento natural para ello. Hablando con el productor de la serie Lola, éste me decía que, al principio, lo que conocía de Lola Flores eran los tres o cuatro topicazos que tampoco le interesaban; sin embargo, cuando empieza a entrevistar a artistas y gente joven, y se empieza a documentar sobre lo que hacía y lo que no hacía, se da cuenta de que ahí hay un personaje bastante interesante y fuerte.
Todo lo que ella que quería que se supiera lo manejaba muy bien, como la capacidad de adaptarse a los tiempos. Tenía una imagen muy moderna en el cine y en la televisión, así como en las revistas del corazón; un ejemplo es el famoso posado “robado” desnudo de Interviú.
La trayectoria político-social de España, desde el Golpe de Estado hasta la Transición, tiene a Lola de testigo. Protagoniza todo ello con un personaje de color estridente, tipo Berlanga, en una España terrorífica en blanco y negro.
Los comienzos cinematográficos de La Faraona
Hay una parte de leyenda en torno a su figura, que incluso ella misma alimentaba, pero también una parte artística y profesional. Se había granjeado una merecida fama en los tablaos junto a su pareja, Manolo Caracol. Junto a éste participó en la que sería su primera película como protagonista: Embrujo… ¿Cómo fue este primer contacto con el cine?
Esta película no le gustaba absolutamente nada a Lola Flores. Le pareció mala, fea y horrorosa. Sin embrago creo que es uno de los testimonios cinematográficos más interesantes de ella. Precisamente porque es una recreación cinematográfica de los espectáculos Zambra, que es lo que a ella le da ese estrellato nacional. Fue un auténtico éxito teatral desde todos los puntos de vista.
Independientemente de la calidad del espectáculo diseñado por Quintero León y Quiroga, hay que tener en cuenta que el gancho fundamental del propio espectáculo, que es lo que se ve en Embrujo, es la relación pasional que tiene Lola Flores con el que era su amante. Un amante peculiar: estamos hablando de que son los años 40, y él era un gitano casado que tenía hijos, y ella era una menor de edad. Era todo lo políticamente más incorrecto.
La gente iba a ver el morbo, esa extremada sexualidad completamente antifranquista y esa incorrección política”
Ante esa situación tan surrealista y dura, emerge la fuerza de Lola Flores. Se cuentan anécdotas en Sevilla, Cádiz y en Madrid de auténticos escándalos fuera del teatro, donde la gente iba a ver el morbo, esa extremada sexualidad completamente antifranquista y esa incorrección política que ella mantiene hasta prácticamente el día de su muerte.
Uno de los personajes fundamentales en la vida de Lola Flores fue la de Cesáreo González. Experto en llevar al estrellato a sus artistas ¿qué significó la figura del empresario gallego en la carrera de La Faraona?
Cesáreo era un hombre para todo, una especie de árbitro y maestro de ceremonias del espectáculo en la época de Franco. Fue un elemento del régimen, pero antirrégimen, ya que lo que hacía era dulcificar en el exterior la imagen de España. Para eso necesitaba la complicidad del exterior (la industria cinematográfica mexicana) y nuevas artistas que representarán esa ‘racialidad’ y autenticidad de lo español. Lola Flores cumplía todo perfectamente. Ella era una persona muy trabajadora y Cesáreo vio un filón.
Filmaron varias películas: Estrella de Sierra Morena, Pena, penita, pena, Morena clara, La Faraona, Lola Torbellino… A través de este repaso se puede ver la evolución de ‘La niña de fuego’ a ‘La Faraona’. ¿Cómo vivió y evolucionó Lola Flores en el aspecto cinematográfico?
Siempre se quejaba de que no había hecho películas buenas. Los guiones e historias eran simplistas: con el bueno y el malo, la gitana engañada y enamorada… Todo sota, caballo y rey. Ella se quejaba de eso y de que nunca había tenido un director de calidad. Ella tenía un concepto de sí misma muy superlativo. Posiblemente muy superior a lo que ella era, siendo una artista muy importante.
En el momento en el que interpreta una copla y la cámara se fija en ella se produce una trasformación absoluta”
Pero llevaba razón. Cualquiera de las mencionadas películas mantiene un tono de comedia en una calidad media-regular; sin embargo, en el momento en el que interpreta una copla y la cámara se fija en ella se produce una trasformación absoluta. Esos momentos de interpretación que la lente capta inmediatamente son espectaculares. Es lo que yo llamo la interpretación neorrelista de la cultura. Algo que consigue con el cine, no en el teatro, ya que en éste es imposible tener un primer plano.
Esa generación interpretativa tan barroca, porque con Lola Flores no había medias tintas y todo era muy exagerado, me recuerda al neorrealismo italiano, que ella representa de una manera extraordinaria.
La reinvención de Lola Flores
Años después asistimos a la despedida de este tipo de cine con El balcón de la luna. ¿Qué fue lo que le llevó a desaparecer?
La sociedad avanza y surgen nuevos gustos en el público y esquemas de producción. El balcón de la luna es el fin de ese cine, y la aparición de otro tipo de estrellas musicales. Sara Montiel, por ejemplo, toma el relevo con un cine donde todo es mucho más explícito, sobre todo en el tema de la sexualidad. Surgen canciones que apartan las cosas folclóricas, ya que hay cierto agotamiento.
A partir de la muerte de Franco se intenta poner mucha distancia. Lola Flores sufre un palo importante porque la nueva sociedad entendía que ella, junto con otras folclóricas, simbolizaba lo que era el Régimen; algo que le molestaba a ella de manera considerable.
No obstante, antes de la muerte de Franco vemos a Lola Flores en otro tipo de películas, como Casa Flora
Casa Flora es un poco la Lola Flores del mambo, la versión más Ye-Yé, en todos los sentidos. Muestra muy bien ese debate y esa necesidad de modernidad, de aire fresco que se necesita en España. Todos esos referentes de la copla están ahí mezclados con un discurso completamente distinto, más juvenil y fresco, y Lola Flores protagoniza la película sin ningún tipo de problema.
Lola Flores tenía un problema: para levantarse de la cama necesitaba mil duros”
Comentabas que Lola Flores se quejaba de que no encontraba el director que le diese el cariz que quería. Carmen Sevilla, coetánea a Lola Flores y muy cercana a ella, desarrolló otro tipo de registro, y podemos ver su faceta dramática junto a directores como Gonzalo Suárez y Pedro Olea. En el caso de Lola Flores, su participación en este tipo de registros es más secundaria. ¿Por qué esa diferencia?¿Le costó más a Lola Flores reinventarse?
Algo tan sencillo como que ella misma era su propia enemiga. Ella se quejaba, y era cierto, pero es que la primera que rechazaba esas oportunidades era la propia Lola Flores. Una de las primeras producciones que hace Adolfo Marsillach, con el Centro Dramático Nacional después de haber muerto Franco, es intentar poner en marcha una producción de La casa de Bernarda Alba. Piensan en Lola Flores para el papel de Poncia o de Bernarda Alba, y la llaman. Siendo tan lorquiana, Lola dice que sí; el problema viene cuando hay que negociar el caché. Cuando se entera de lo que va a cobrar, cuelga el teléfono.
Lola Flores tenía un problema: para levantarse de la cama necesitaba mil duros. Lo que le podía ofrecer Adolfo por un contrato de tres o cuatro meses, lo ganaba un día en el Florida Park. Se quejaba, con toda la razón, pero hay otra parte de la historia que no cuenta. Fue su aliada, pero su peor enemiga. También arrastraba una troupe familiar, algo muy de las folclóricas… Eso económicamente es imposible.

Cuando terminó el rodaje, Saura se dio cuenta de la imagen tan errónea que tenía sobre Lola Flores”
Si le ofrecían ese tipo de papeles significaba que era una artista todoterreno
Esa reparación la vemos en otro tipo de personajes, más secundarios como en Juncal, en Los invitados, o por ejemplo en ese papel cortito en Sevillanas de Saura. Por cierto, Saura, cuando va a grabar Sevillanas, le proponen a Lola Flores y se opone. Dijo que bajo ningún contexto, pues se pensaba que Lola “representaba” lo peor del franquismo, con el cine folclórico y todo lo demás. La productora obligó a Saura a que Lola Flores estuviera. Cuando terminó el rodaje, el director se dio cuenta de la imagen tan errónea que tenía sobre ella.
Las sevillanas rocieras de la película son absolutamente excepcionales, debido a la gran expresividad de la actriz. Hay que tener además en cuenta que, en esos momentos, el cáncer que ella tenía era terminal y no se podía ni mover. Cuando paraba, se tenía que sentar porque le dolía todo el cuerpo; sin embargo, cuando se decía “cámara y acción” se transformaba. Ahí quedan esos primeros planos, esa manera de moverse y de expresar verdaderamente extraordinaria.
A modo de cierre, ¿cuánto le debe el cine, y la cultura, a la figura de Lola Flores?¿qué lugar ocupa en los créditos de nuestro cine?
Lola Flores significa un grito de libertad. En todos los sentidos, y en un mundo que no es libre. Ya no solo por cuestiones políticas, sino por su propia condición de mujer: ella es la anti sección femenina desde todos los puntos de vista. Es lo que hace que conecte con todos los públicos, independientemente de su condición social e ideológica.
La torbellino, la revolución en bata de cola, La Faraona. Celebra con nosotros el #CentenarioLolaFlores