Julián López, protagonista de 'Matusalén': "El rap se convirtió en la banda sonora de mi rodaje"

Julián López nos enseña lo que es ser un rapero de la old-school en 'Matusalén', la nueva comedia de David Galán Galindo con un reparto de lujo: Miren Ibarguren, Raúl Cimas, Antonio Resines, María Barranco... En esta entrevista con FlixOlé nos habla de su personaje y su trayectoria como actor
¿Cómo es el personaje a quien interpretas en Matusalén, Alber ‘Elpho-k’?
Julián López: La película nos presenta a un Alber que está en una edad complicada de transitar: los 40 y pico años. Se mantiene fiel a lo que le ha gustado, a su pasión, que es el rap. El rap ‘old school’, lo que él ha mamado y ha vivido, y por lo que le están señalando por todos lados continuamente; tanto sus padres como sus propios amigos, como el personaje de Raúl Cimas o los chavales que conoce en la universidad a la que va por una apuesta con su padre.
Todos le dicen algo, y a él le dan ganas de responder: “Oye, dejadme en paz”. De alguna manera es el mensaje casi subyacente. Consigue transmitir, sin querer, al resto de personajes lo que es ser auténtico. Desafortunadamente vivimos en una sociedad muy subyugada por el ‘hoy toca esto y ahora ya se ha pasado’. Alber se pregunta por qué no puede seguir vistiendo así… Si yo estuviera ahora mismo con la ropa que tenía en el rodaje, estaría súper cómodo. Es de las cosas más guays que tenía en el rodaje: ir ancho y cómodo.
¿Y cómo ha sido meterte en ese personaje?¿Te has acercado al mundo del rap?
J.L: Lo conocía de pasada. Yo desde niño he sido muy amante de la música, y lo sigo siendo, y me gusta investigar y experimentar con todo tipo de música. Tengo mis predilectas. He de decir que en la época en la que la gente de mi alrededor escuchaba rap metal, yo no entré demasiado porque me interesaban otras tendencias y otros géneros. Es verdad que se produjo una cosa muy interesante cuando yo hacía La Hora Chanante y Muchachada Nui: había un nicho muy concreto al que le llegaba esos programas y ese humor, y eran los raperos.
En ‘Matusalén’, mi personaje consigue transmitir al resto lo que es ser auténtico
Me empezaban a caer muy bien y decía, “¡Joe, que les molamos! De hecho me acuerdo de actuaciones en Zaragoza donde salíamos de fiesta con Los Violadores (del Verso) y era como: “¡Hostia! Voy a tener que escucharles”. Y les escuchaba y me encantaba lo que hacían. Lo que pasa es que no era muy asiduo.
Pero ya para esta película, David, que es que es muy rapero, me decía: “Mira, los que le gustarían a Alber serían este tipo de discos, escúchalos”. Se convirtió en la banda sonora de mi rodaje. Yo trabajo mucho con música y construyó los personajes con la música que escucharía. Me ayudan a llegar a determinados sitios. En Matusalén utilicé otras, pero sobre todo el rap.
Por la mañana teníamos madrugones duros y yo llegaba en el coche de producción escuchando unos temas y era como: “Aquí está Elpho-K, ¿qué hay que hacer hoy?”. Fue muy guay. A partir de esta película y de experimentar lo que es rapear, o intentar hacerlo lo mejor posible, les tengo muchísima más respeto. Reivindico a los raperos, que los tenemos impresionantes en España o en lengua hispana. Son maravillosos.

'Matusalén', una comedia y tres generaciones de actores
En la película Matusalén se trabajan mucho los contrastes. Uno de los puntos fuertes es cómo se trata en clave de humor nuevas tendencias como el reguetón, el trap, Twitch… ¿En qué punto estás conectado con estas tendencias?
J.L: No tengo hijos, pero tengo dos sobrinas, las cuales ya me dicen mil cosas que yo ya no entiendo. Te empiezas a ver ya como tu padre cuando no entendía ciertas cosas que tenías tú. Te preguntas si esto que nos ha pasado a todos tiene que tocar o si debo de poner de mi parte para entenderlo. Está muy bien ser curioso, aprendes de la vida y nunca hay que dejar de aprender, pero a cada uno nos tiran unas cosas más y otras menos.
Intento mantenerme en lo que creo que tengo que estar al loro. En otras me digo a mí mismo: “Julián, si lo intentas y no te llega, no pasa nada, ya te llegará otra cosa”. Igual que yo tampoco le llego a todo el mundo. No hay que obsesionarse, pero ser curioso está bien porque te enseña cosas.
Hay que ser curioso y nunca dejar de aprender en la vida”. (Julián López)
En Matusalén conviven distintas generaciones de actores y actrices ¿Cómo fue el rodaje y qué has aprendido de cada grupo de edad que hay en la película?
J.L: Ha sido una experiencia enriquecedora por precisamente poder hablar con ellos y escucharlos; tanto a los de arriba como a los de abajo. Y me ha conectado con lo que experimentaba yo en mis primeras películas. Recuerdo en Que se mueran los feos que tenía delante a Javier Cámara, Carmen Machi, Juan Diego y a Tristán Ulloa: gente de distintas generaciones que me gustaba escuchar lo que decían.
En Matusalén ha ocurrido al revés. He podido escuchar a los chicos y chicas, pero ellos también me escuchaban. Me decían: “Qué bonito, porque no todo el mundo escucha ni está abierto a eso”. Es parte esencial escuchar a estos y a los otros ver qué te dicen para comunicarte y enriquecerte. Eso ha quedado patente en la película. Una de las cosas que me han dicho varias veces hoy es: “Joder, la conexión que hay entre unos y otros”, aunque cada uno tenga su rol y les pasen cosas a los personajes. Pero se nota que había ese ambiente.

La generación "Chanante"
Hablabas sobre tus inicios en La hora Chanante ¿Imaginabas que años después ibas a estar en primera línea de la comedia del cine español?¿Cómo ha sido todo este este recorrido?
J.L: Cuando nosotros hacíamos La hora Chanante no nos planteábamos nada más que hacer el sketch que teníamos al día siguiente; lo cual creo que fue la clave del éxito, porque no había pretensiones de nada. Nosotros queríamos divertirnos, teníamos algo que contar y lo hicimos en forma de comedia. Tuvimos la oportunidad de hacerlo.
Una vez que empiezas a ver que igual te puedes ganar la vida con esto, tienes que ser listo de alguna manera y pensar cómo funciona dicho mecanismo. Aquí hay una industria que hace televisión, cine y programas y tienes que pensar qué es lo que te tira o apetece. Tuve la suerte de contar con esas oportunidades y fue una escuela maravillosa.
Todos los que estábamos en Muchachada y La hora chanante aprendimos a escribir, interpretar los códigos que hay en un rodaje de marcas, la luz… y nos lanzamos al cine de una manera natural. Estando aquí en Málaga hace 15 años con Pagafantas era como “¡Hostia! Es una película de cine”.
Yo siempre he sido también muy cinéfilo y me hacía mucha ilusión entonces verme en películas. Es algo muy emocionante y creo que ha sido de una manera natural, lo cual agradezco. Estoy en un momento de mi vida que quiero seguir haciéndolas, y del carácter y género que sean, porque es lo que me apasiona y me gusta. Como a Alber con el rap.
En ‘La hora Chanante’ aprendimos a escribir, a interpretar y a rodar para luego lanzarnos al cine de una manera natural”.
¿Cuáles dirías que son tus tres películas favoritas del cine español?
J.L: Una de ellas es El verdugo. Se dice mucho pero es verdad que en el momento en el que la vi fue muy bueno. Fue… Iba a decir una experiencia religiosa: lo que se hizo, la manera de manejar esa comedia, esa hondura social y de la vida. Era una cosa que me marcó muchísimo.
Luego te voy a decir Mi querida señorita. Don José López Vázquez es una de mis grandes referencias y ya quisiera yo tener esa filmografía y esa transición que tuvo él de la comedia al drama. Todo lo que tocó y cómo lo hizo maravillosamente bien. Es fabuloso en esta película.
Y luego voy a hacer una película más rebuscada, donde también está José López Vázquez, de la que me habló de ella Fernando Méndez-Leite: El monosabio. Constaté cómo logra hacer otra cosa distinta a la que la había visto de José López Vázquez. Coincidimos en lo de “López” y ya quisiera tener yo todo lo demás.
