Ken Loach: la voz de los oprimidos
En la década de los 80’s, la clase obrera de Inglaterra se vio asediada por las políticas de la, por aquel entonces, primera ministra de Reino Unido, Margaret Thatcher. La destrucción de empleo y la ausencia de medidas sociales desembocaron en manifestaciones y en un cambio de la conciencia británica.
En este panorama revive el Free Cinema, movimiento cinematográfico surgido a mediados de los años 50 que reflejaba fielmente la realidad social. Los herederos legítimos de esta corriente lo retoman implementando una estética sintética y fidedigna en las películas. El máximo exponente de esta tendencia será el guionista y director británico, Ken Loach.
Claro sucesor de las principales tendencias del cine realista, lo caracterizan su inconformismo social, su crítica a la burguesía y su predilección por mostrar los problemas de las clases trabajadoras. Su filmografía denuncia las desigualdades existentes en las urbes desarrolladas e industriales, a pesar de los avances sociales y tecnológicos.
Igualmente, Loach remueve con sus historias las conciencias de la sociedad con el fin de mejorar las condiciones de la clase obrera; para ello pone a dichos relatos el rostro de aquello que conoce de cerca: las injusticias que sufren los menos privilegiados de Reino Unido. Ello le ha situado como un auténtico retratista social.
Un director a contracorriente
Con 25 años, mientras estudia Derecho, entra por primera vez en contacto con las artes escénicas a través del grupo teatral universitario. En 1963 obtiene una beca en la cadena de televisión BBC y se inicia en la dirección. El ambiente que se respira favorece la realización de programas contra las injusticias sociales. Es allí donde, posiblemente, el director adquiere la visión que caracteriza su cine.
En 1964 comienza a dirigir una serie de docudramas, siendo el más famoso de ellos Cathy Come Home (1966). En ese exitoso proyecto abordaba la problemática de la vivienda y la pobreza económica a causa de la falta de empleo.
Desde entonces, Loach divide su tiempo entre el cine y la televisión. Así, desde los años 60 hasta principios de los 80 filma largometrajes, numerosos documentales y series de TV. Claro exponente del realismo social británico (British Social Realism), en los años 90 se vigoriza su carrera coincidiendo con el final del gobierno de Margaret Thatcher, quien recortó en gran medida los presupuestos para la cultura. Durante dicho periodo, rueda nueve películas más y obtiene varios premios, manteniéndose siempre fiel a su estilo: defender y dar voz a los oprimidos.
Un cine de compromiso social
El nuevo siglo se abre paso para el cineasta con cintas como Pan y Rosas (2000), en la que dos inmigrantes mexicanas en EEUU luchan por sus derechos laborales corriendo el riesgo de ser expulsadas del país; o La cuadrilla (2001), donde un grupo de trabajadores de la British Rail ve cómo sus vidas cambian radicalmente tras la privatización de la compañía. Basada en hechos reales, y rodada como si se tratase de un documental, el director buscó actores noveles que conocieran bien la zona de Sheffield, donde transcurre la historia. Combinar actores profesionales y bisoños será una praxis habitual en los rodajes de Loach.
El realizador británico continúa en su línea de cine de denuncia social con las películas Sólo un beso (2004), un drama romántico que aborda las hostilidades que sufrió la comunidad musulmana tras el 11-S; y Felices dieciséis (2002), paradigma del Free Cinema y una de sus cintas más celebradas. En esta última película, Ken Loach narra las desesperadas acciones que un adolescente escocés de familia marginal debe llevar a cabo para conseguir el hogar estable que nunca ha tenido. A través de ambos títulos prueba el gran equipo que forma junto a su guionista fetiche, Paul Laverty.
En el año 2006, Ken Loach obtiene la Palma de Oro en el Festival de Cannes por la que sería una de sus películas más exitosas: El viento que agita la cebada (2006). En el film, ambientado en la Irlanda de 1920, destaca la actuación cercana y mutable de su protagonista, Damien (Cillian Murphy); así como la lograda atmósfera por la que Barry Ackroyd recibió el galardón a Mejor Director de Fotografía en los Premios del Cine Europeo.
El cineasta retrata la historia de dos hermanos con un profundo amor hacia su país. Éstos se alistan voluntarios en el Ejército Republicano Irlandés para luchar contra los británicos. Tras varias contiendas con el ejército inglés, el bando republicano consigue que se pacte un tratado que, lejos de traer paz, dividirá a la sociedad irlandesa.
Lejos de suavizar sus expresiones realistas y sus preocupaciones sociales, el realizador estrena largometrajes como En un mundo libre (2007), en el que refleja el desolador panorama laboral de Gran Bretaña; y Buscando a Eric (2009), una obra a medio camino entre el drama y la comedia, donde se evidencia la importancia de los amigos para superar los infortunios de la vida.
Una ventana a la realidad
Ken Loach representa en el cine europeo la tendencia izquierda obrerista. Su obra no casa con el cine normativo y convencional a consecuencia de su esfuerzo por cuestionar continuamente al capitalismo en todas sus formas.
En este sentido, el cineasta retoma el legado del Free Cinema al dirigir películas con una importante carga y crítica social. Retrata historias inspiradas en lo cotidiano y comprometidas con el contexto sociopolítico.
A lo largo de los años, muchos escenarios han sido expuestos gracias a la gran pantalla. El cine ha sido una herramienta de escape, pero también un espejo de la realidad, como así lo declaró el propio director en la presentación de El viento que Agita la Cebada (2006) en España: «El cine es un medio para transmitir todo tipo de temáticas. Y dentro de esa amplitud, los guionistas y los directores tienen la obligación de seguir hurgando en las heridas que no han cicatrizado o que se han cerrado mal», palabras recogidas por La Voz de Galicia.