Iván Zulueta y su legado como cartelista
Escrito por Alba Suárez
Los carteles de cine forman parte del imaginario colectivo. Representaciones deslumbrantes que te trasladan al universo del largometraje. Trabajos tan logrados que han llegado a ser más recordados incluso que cualquier fotograma de la propia película.
Hoy en día, la industria cinematográfica se sirve de numerosos métodos para dar a conocer sus nuevas producciones. A través de diferentes estrategias y campañas de marketing millonarias invaden nuestras pantallas con un elaborado trabajo de diseño gráfico meses antes del esperado estreno.
Pero esto no siempre fue así, hubo un tiempo en el que un cartel debía resumir la esencia del film, ya que funcionaba de una manera más determinante en la decisión final de ir, o no, a ver una película a las salas. En los orígenes del cine, y a lo largo de muchos años, la concepción de la cartelería se realizaba por pintores y artistas que creaban ilustraciones enfocadas en escenas importantes de las películas que se promocionaban. No era entendido como un trabajo de diseño gráfico, sino como una creación artística.
Para poder adentrarse en el envolvente arte del cartelismo, FlixOlé añade la colección EL MUNDO DE IVÁN ZULUETA, donde se recogen algunos de los más emblemáticos carteles del realizador español.
El cartelismo español
Los primeros carteles del cine español se remontan al inicio del siglo XX. En ellos, el uso de la tipografía era escaso y apenas quedaba relegado al título. No es hasta los años 30 cuando hacen entrada los eslóganes y frases de apoyo. La década de los 50’s marcaría un punto de inflexión con sus diseños innovadores. En adelante, se empezaría a usar la fotografía como elemento recurrente y el concepto de diseño gráfico se visibilizaría gracias al uso de la tipografía. Esta última era entendida, ya no como elemento meramente informativo, sino como parte fundamental en la elaboración del cartel.
Durante los años siguientes comienza una evolución que cada vez se aleja más de las ilustraciones y empieza a jugar con las infinitas posibilidades que aportan la fotografía y el fotomontaje. Ya en los años 70 se asientan bases estéticas que aún a día de hoy seguimos viendo en numerosos carteles. Tal vez, el capítulo más singular del cartelismo cinematográfico español lo han escrito artistas como César Fernández Ardavín (Vinfer), Francisco Fernández-Zarza (Jano), Macario Gómez (Mac), José Mª Cruz Novillo, Clara León y el propio Iván Zulueta.
El mundo de Iván Zulueta
Considerado por muchos como uno de los cartelistas más personales del cine español, Iván Zulueta inició su exitosa carrera a principios de los 70’s, convergiendo con el auge del Nuevo Cine Español. Comienza entonces a desarrollar tareas como ayudante de dirección en los rodajes de películas de directores de la altura de Jaime Chávarri y Antonio Drove. Paralelamente, sigue produciendo sus heterodoxos cortometrajes, todos ellos realizados fuera de los patrones establecidos.
Este particular donostiarra fue pintor, director, realizador, músico, fotógrafo y cartelista. Bebió del pop, del underground, de la psicodelia y el malditismo; y volcó todo ello en su heterogénea obra. Zulueta estudia decoración en Madrid, pintura en Nueva York y cine en la inolvidable Escuela Oficial (EOC), otra vez en Madrid. Allí se convierte en uno de los alumnos predilectos del cineasta José Luis Borau, quien produciría el primer largometraje del joven vasco: Un, dos, tres, al escondite inglés (1969), una brillante parodia sobre el pop de la época.
A mediados de la década de los setenta comienza una sobresaliente carrera como diseñador y cartelista. Algunas de sus más célebres creaciones surgieron con el reestreno de las películas de Luis Buñuel: Viridiana (1977) y Simón del Desierto (1978). Zulueta realiza entonces trabajos para grandes directores y es autor de los carteles originales de Furtivos (1975) y Leo (2000), ambos de José Luis Borau; y de la película Asignatura pendiente (1977), de José Luis Garci. Así como de Sonámbulos (1978) y El corazón del bosque (1979), de Manuel Gutierrez Aragón; o Matador (1986) de Pedro Almodóvar, entre otros.
Artista inclasificable
Iván Zulueta se convierte en referente como impulsor de una nueva estética en España. Su cine es un cine de desafío, de resistencia, un medio para plasmar todas sus inquietudes artísticas. Su talento se desarrolla en la marginalidad, entre las dificultades de producción y la búsqueda casi imposible de público. Y Arrebato (1979), el segundo largometraje que dirige, es el paradigma de todo ello. Una obra inclasificable cargada de simbolismo.
Su capacidad creadora nos ha dejado medio centenar de carteles, excelentes en concepción y diseño. Sus trabajos exponen una total libertad creativa, así como una gran fuerza expresiva. Obras llenas de brillo y colorido que no se habían visto hasta la fecha. En los carteles de Zulueta, las letras de los títulos alcanzan una nueva dimensión, son originales y ocupan un espacio muy importante del área. En ocasiones, llegan incluso a asumir gran parte del peso iconográfico. Así se puede apreciar en portadas de películas como Adiós, Alicia (1977) o Camada Negra (1977).
Otras veces, podemos ver que son las imágenes y las formas las que acaparan toda la atención de la superficie. Como sucede en Maravillas (1980) o el Monosabio (1978). El autor consigue siempre que todos los elementos conformen una composición equilibrada y emocionante al mismo tiempo. Su estilo parece querer romper los moldes hasta entonces utilizados.
Prestigio y legado
Los carteles de cine han reflejado, a través de la labor de sus creadores, el momento histórico o movimiento artístico de cada época. Se han valido de signos y simbolismo, de texturas y colores para mostrar los aspectos fundamentales de las cintas; con la clara intención de seducir al espectador.
La labor de Iván Zulueta como diseñador ha gozado siempre de cierta fama y prestigio. Supuso un impacto para el espectador y llenó de novedad la entrada de la salas de cine. En su legado gráfico, influido por el pop-art y otras nuevas tendencias, consiguió plasmar un estilo propio y reconocible. Obteniendo con sus afamados carteles el propósito final: captar nuestra atención y empujarnos a ver la película.
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