Arrebato, la heroína cinematográfica del director maldito Iván Zulueta
Escrito por Javier Higueras
Más de treinta años después de su estreno incorporamos al catálogo de FlixOlé Arrebato, en una copia restaurada que mejora, aún más si cabe, la experiencia ante el visionado de una de las películas más inclasificables de nuestro cine. Dirigida por el llamado “cineasta maldito” Iván Zulueta -este sería su segundo y último largometraje tras Un, dos, tres… al escondite inglés– , la cinta supone todo un ejercicio de inmersión para el espectador; entramos de lleno en un ambiente cargado de drogas, sonidos punzantes y unos personajes atrapados por sus propios excesos. Ya sea por la heroína o por su enfermiza forma de entender el séptimo arte.
Definitivamente estamos ante una obra de culto que ha ido ganando adeptos con el paso de los años. Y es que Arrebato estaba muy adelantada a su tiempo: en 1979 no se hacía ese tipo de cine en España, tan experimental e influenciado por el cine underground estadounidense de Andy Warhol, Jonas Mekas o John Cassavettes. Zulueta, que con poco más de 20 años ya había vivido en Nueva York, tuvo la capacidad de absorber corrientes foráneas para crear la suya propia. Arrebato, además de ser su película más especial, condensa en sí misma la fabricación de unos personajes fascinantes, el tono autobiográfico y el ensayo fílmico.
Cine y droga: el destructivo binomio de la película Arrebato
Sería todo un reto intentar explicar Arrebato a partir de una lógica, bajo una estructura y conclusión concreta; cada espectador puede extraer de ella una lectura diferente, y solo Iván Zulueta sería capaz de desentrañar todos los misterios que guarda este film. En lo tangible, la película gira en torno a dos personajes que, tras un par de encuentros previos, conectarán por última vez mediante un cassette y unas cintas de vídeo enviadas por mensajería.
El receptor del material es José Sirgado (interpretado por Eusebio Poncela). Se trata de cineasta que ha abandonado toda ilusión por su trabajo y que se encuentra en fase de posproducción de su segunda película. El mensajero es Pedro (Will More), un joven solitario y excéntrico cuya única obsesión es filmar caóticas secuencias en Súper 8. En este punto, el contenido que Pedro ha confiado a José es una suerte de revelación final; algo que el celuloide le ha provocado y que sólo el cineasta puede descifrar. Testigo de estas misivas será Ana (Cecilia Roth), actriz y ex-novia de José: ella ha vuelto a casa esperando una reconciliación, o una salida y, como él, lleva atrapada en la droga mucho tiempo.
De este modo, entenderemos la relación entre los protagonistas, y la de estos con el cine, a través de las interrumpidas escuchas que José hace de la desmenuzada grabación de Pedro. Interrumpidas porque, en medio de todo este misterio, la repentina presencia de Ana en su piso será como enfrentarse a la derrota: volver a las continuas discusiones de pareja, las cuales comenzaron a desatarse al mismo ritmo que crecía el enganche a la heroína de ambos. Así, nos encontramos con dos planos narrativos: el del presente (lo que ocurre en el piso de director), y la reconstrucción que José hace del pasado a través de la voz de Pedro.
No obstante, varios de los momentos imperdibles de Arrebato no transcurren en el apartamento de José, sino en el lugar donde ambos cinéfilos tuvieron sus encuentros: la casona rural segoviana en la que conviven Pedro y su tía Carmen (Carmen Giralt). Tanto esta última como Marta (Marta Fernández Muro) -prima de Pedro y nexo de unión entre ambos protagonistas-, conforman dos personajes secundarios, pero importantísimos en la fluidez de la película, ofreciendo escenas tan divertidas como extravagantes.
“Si te pasas, no vale”
¿Qué es el cine, si no una especie de droga, una vía para escapar del absurdo de nuestras vidas? Iván Zulueta, con una visión muy autobiográfica, establece una conexión entre ambos mundos, que pueden llegar a ser igual de ilusorios. José y Pedro, fascinados el uno por el otro, utilizan el cine y la droga de un modo completamente distinto. Son las dos caras de una misma moneda. El primero, fruto de los excesos, ha ido perdiendo la pasión genuina por el cine y ya solo lo ve como un oficio.
Por su parte, Pedro, realiza películas caseras de una forma absurda e inconexa, pero son la expresión más pura del séptimo arte; algo que sale dentro de él. Además, este no utiliza las drogas como evasión, sino como un vehículo para alcanzar el éxtasis creativo. “Si te pasas, no vale”, advierte Pedro a José durante su primer encuentro…
Infancia y arrebato
Una de las muchas lecturas que tiene el concepto de “arrebato” en la película está relacionado con la infancia. Pedro (en cierto modo, álter ego de Iván Zulueta) es el personaje más cercano a la niñez y sabe cómo arrebatar a José y Ana: devolverlos a la inocencia, a una época en la que primaban los sentimientos y eran incorruptibles. Machacados por la adicción a las drogas, y en una fase vital en la que todo es un vacío insoportable, una simple muñeca de Betty Boop es capaz de fascinar a Ana durante horas. Por su parte, a José se le cae una lágrima al revisar la colección de cromos de Las minas del Rey Salomón que Pedro le ha prestado.
En cambio, para Pedro el arrebato es poder filmar algo que le guste, crear secuencias a un ritmo preciso. Es un chico que llora desconsolado al ver sus propias películas; lo daría todo por controlar al cine, y no al contrario.
El arrebato, en definitiva, es éxtasis, como un orgasmo; un estado en el que conviene entrar sin pasarse. Porque si te pasas, no vale.
Cine dentro del cine, vampirismo, drogas y el síndrome de Peter Pan. Acompáñanos en este viaje a #ElMundoDeIvánZulueta