Brillar sin ataduras: de Marisol a Pepa Flores
Porque te quiero a ti, porque te quiero
Cerré mi puerta una mañana y eché a andar”
“Tú nombre me sabe a yerba”, canción compuesta por Joan Manuel Serrat y adaptada posteriormente por la suave voz de Marisol, supuso todo un éxito a finales de los 60. Y esta frase inicial, aunque alude a un amor incipiente, bien podría servir para anticipar el paulatino cambio de Pepa Flores respecto a su carrera profesional a partir de la posterior década.
Bajo el nombre de Marisol había sido el mayor icono infantil y juvenil de España desde los doce años, con todo lo que eso conllevaba: trabajo extenuante desde bien pequeña, exposición mediática constante y una imagen que hasta el aparato franquista utilizó para representar un modelo ideal de niña prodigio exportable a todo el mundo. No obstante, y al contrario de lo que se ha llegado a pensar, Pepa no renunció a Marisol; simplemente, y porque a pesar de todo quería a su personaje, cerró su puerta una mañana y echó a andar. El nombre de Marisol iba a estar atado a Pepa para siempre. No obstante, ella ya estaba preparada para una nueva etapa.
Así, los últimos años de la reconvertida artista nos dejarían, entre otras, tres apariciones destacadas en la pequeña y gran pantalla: Carmen, Bodas de Sangre y la serie televisiva Proceso a Mariana Pineda.
Marisol en los 70: su reconversión como artista
Tras protagonizar Carola de día, Carola de noche (1969), Marisol iniciaría un periodo de parón cinematográfico que se extendería por tres años. Con más de doce papeles principales en menos de una década, la malagueña se encontraba ante una situación inédita. Aquel mismo año también se casó con el hijo de su representante, un hecho que tuvo que ver en esta tregua.
Y es que la vida personal de Marisol tuvo una gran influencia en sus decisiones profesionales. Su matrimonio con Carlos Goyanes, hijo de Manuel Goyanes -descubridor de la malagueña y productor de sus películas-, vio su fin en 1972. No solo había roto con un compañero de vida: había roto su contrato con Manuel Goyanes, quien, desde que Marisol tenía 10 años, había sido “dueño” de la imagen y carrera profesional de la artista.
A partir de este momento, Marisol iba a ser cada vez más Pepa Flores: una mujer libre, selectiva con su labor profesional y menos pendiente de la aprobación pública. De esta forma, en su regreso a las pantallas se orientaría a papeles más alternativos (desde terror a hacer de femme fatale). Al mismo tiempo, trabajaría para cineastas de la entidad de Juan Antonio Bardem o Mario Camus.
También comenzaría una relación con el bailarín Antonio Gades, quien influiría como nadie en su desarrollo personal e ideológico. Él, comunista convencido, tuvo mucho que ver en el pensamiento de Marisol. Así, pasó de no significarse políticamente a comprometerse con el partido comunista y todo tipo de movimientos sociales.
Pepa Flores, Antonio Gades y Carlos Saura
Marisol se unió a Antonio Gades y adoptó un rumbo completamente distinto. El bailarín de melena negra y mirada afilada provocó en ella algo insólito; ahora, y a diferencia de su enlace con Goyanes, estaba enamorada de verdad. Se fueron a vivir juntos y en 1976 ya tenían dos hijas, María y Tamara. Pepa Flores comenzó a centrarse íntegramente en su familia, y sus apariciones en la gran pantalla se redujeron a su mínima expresión: prácticamente se limitarían a acompañar a Antonio Gades en sus trabajos.
En este contexto, y tras haber participado en solo cuatro películas durante los 70, en el inicio de la siguiente década Pepa Flores se animaría con dos pequeños papeles, ambos bajo la dirección de Carlos Saura y la compañía del propio Gades. Se trataba de Bodas de Sangre (1981) y Carmen (1983).
La pasión de Saura por el folclore español, y especialmente por el flamenco, le llevó a unirse a Antonio Gades para filmar estas dos películas. El bailarín, ya con un gran prestigio internacional y experiencias anteriores en el cine, reunió a su compañía de danza para adaptar una de las obras cumbre de García Lorca: Bodas de sangre.
Bajo la óptica de Saura -todo un maestro del encuadre y la iluminación- y el fluir de Gades y compañía, se convierte en un espectáculo visual en el que prácticamente no se hace uso de la palabra. Por supuesto, sí que acompaña la música, y en el film podemos ver a artistas como José Mercé, Pepe Blanco o la propia Marisol como personajes accesorios de la representación.
Ella tiene una participación testimonial, cantando dulcemente una nana en el segundo acto de la película. El director, por su parte, aprovecha el rostro de Marisol para jugar con la luz. En los primeros compases la actriz permanece semiiluminada, mientras que en los versos finales, de mayor carga dramática, su rostro queda ensombrecido.
Dos años después y con los mismos artífices se estrenaría Carmen, basada en la monumental ópera de Georges Bizet, a su vez adaptación de la novela de Prosper Mérimée. En esta ocasión el formato empleado por Saura y Gades es distinto. La película adopta una narración más cinematográfica, entremezclando el tono documental con la ficción.
El bailarín y director de su compañía de danza prepara de forma incansable la representación de Carmen. No obstante, en su búsqueda por encontrar a la actriz principal se enamora de la chica elegida (Laura del Sol), y es aquí donde se elabora una historia paralela que acaba convirtiéndose en una proyección de la propia ópera Carmen, tanto en la representación como entre bastidores.
Por su parte, Pepa Flores aparece cantando en los primeros compases de la película con el acompañamiento de Paco de Lucía a la guitarra. Un cóctel perfecto entre la magia de los dedos de Paco y la voz ligeramente rasgada de la malagueña. Además, esta iba a ser la primera vez que en los títulos de crédito aparecería el nombre de Pepa Flores. Marisol se había evaporado por completo.
Pepa Flores en Proceso a Mariana Pineda
Pepa ya estaba convencida de que su carrera artística había llegado a su fin. No obstante, sus ideas políticas le llevaron a aceptar papeles como Proceso a Mariana Pineda (1984, Rafael Moreno Alba) para rematar su filmografía.
Se realizó en forma de miniserie para Televisión Española y estaba basada en los últimos días de vida de la liberal Mariana Pineda -también Lorca adaptó al teatro los hechos-. Condenada a muerte por rebeldía al régimen absolutista de Fernando VII, el personaje suponía para Pepa Flores un ejemplo de lucha y búsqueda de la libertad hasta sus últimas consecuencias. La artista, como reflejan los últimos años de su carrera, también buscó la libertad a su manera, alejándose de los focos y siendo fiel a su idea de felicidad.
El producto final estuvo a la altura de las expectativas, y con una gran ambientación de la ciudad de Granada -donde tuvieron lugar los hechos reales- y un reparto compuesto por nombres como Germán Cobos, Carlos Larrañaga, Juanjo Puigcorbé o Rosario Flores; la miniserie se convirtió en referente de aquella televisión.
Un año después, en 1985, el resplandor de Pepa Flores se fue a Málaga para no volver jamás. Ni siquiera cuando la homenajearon con el Goya de Honor en la edición de 2020, celebrada en su querida ciudad, acudió a recibir el premio. Lo hicieron sus tres hijas por ella, trasladando el agradecimiento de la que un día fue estrella y embajadora nacional en medio mundo. Después llegó la calma y se volvió a hablar de otras cosas, como ella siempre quiso. Ahora, continúa en el solaz de eterno verano que es su tierra, aunque aquella misma canción escrita por Serrat lo podría expresar mejor:
Porque te quiero a ti, porque te quiero
dejo los montes y me vengo al mar”