La pequeña Pepita, la gran estrella Marisol
Hay estrellas que vemos brillar aun cuando éstas desaparecieron hace miles de años. En el cine viene a pasar algo similar: hay puntos de luz que continúan iluminando la gran pantalla sin importar el tiempo transcurrido; rayos de luz que atraviesan la retina para llegar al cerebro y recordarnos el cine del que todos venimos, incluso para aquellos que no lo hayan vivido. Así, de entre las constelaciones del firmamento fílmico, fijamos la vista en una de las estrellas más luminosas de nuestro séptimo arte: Marisol.
Mito del cine, la niña y después novia de España, conquistó a los espectadores dentro y fuera de su país natal, convirtiéndose en un icono de los años 60 y 70. Sus ojos azules y el rubio impostado de su melena abrían las portadas de revistas e inspiraban toda clase de merchandising: cromos, tebeos, recortables, libros infantiles e, incluso, muñecas. Marisol fue todo un fenómeno que lucía con luz propia delante y detrás de pantalla; si bien siempre había un foco encendido por si las moscas… Y es que el camino al estrellato de Pepa Flores, nombre eclipsado por su pseudónimo –marketiniano- infantil, tuvo sus claroscuros.
Siguiendo la estela del cometa Marisol, es imposible no remontarse a esa época en la que los niños prodigio marcaban el nuevo modelo cinematográfico a explotar. Eran los años 50’s y la voz de Joselito llenaba las sacas de Cesáreo González. Por aquel entonces, una pequeñísima malagueña llamada Pepita Flores comenzaba a deslumbrar a todo aquel que presenciaba sus cantares en los Coros y Danzas de Andalucía. Sus actuaciones no tardaron en emigrar a la capital, donde su desparpajo y dotes artísticas no pasaron desapercibidas.
Goyanes y el primer rayo de luz
El resplandor de la todavía Pepita Flores enciende los ojos del importante productor Manuel Goyanes, quien cambiaría para siempre la vida de Marisol. Enfrascado en la búsqueda de una versión en femenino del pequeño ruiseñor, la imagen de la tierna, y a la vez dicharachera, malagueña es una señal venida del cielo para el empresario. Le faltó tiempo a éste para presentarse en el domicilio de los Flores y fijar con la familia las condiciones para convertir la alegría de la casa en una estrella.
De esta manera, Pepita se instala en Madrid bajo la tutela y el techo de Goyanes. A partir de ese momento, comienza el trabajo para conseguir que la pequeña entre en el cine por la puerta grande. Bautizada ya como Marisol, empiezan las clases de dicción, canto y baile; éstas se suman a las lecciones de protocolo y equitación, clave para subsistir en el mundo de las apariencias. Paralelamente, el productor enciende la maquinaria publicitaria; un aparato comunicativo sin precedentes en España.
Lista la cámara y las luces, llega la acción. Bajo las órdenes de Luis Lucia, se rueda la primera película de Marisol: Un rayo de luz. Aunque el citado director ha pasado a la historia de nuestro cine por su talento de llevar a la fama a actrices de corta edad, también es de sobra conocido el mal carácter que se gastaba el realizador, sin importarle que delante tuviese a una niña de 11 años. Poco a poco, Marisol se va haciendo con la dinámica y un 9 de septiembre de 1960 se estrena la cinta Un rayo de luz.
Ha llegado una nueva estrella
El encanto de Marisol en la gran pantalla copó las salas de cine durante semanas, cautivó a la crítica y, con sólo una película, asentó su fama nacional e internacionalmente. Su natural personalidad conquistó al público infantil y adulto, mientras que sus habilidades interpretativas y musicales le llevaron a la Mostra de Venecia; allí obtiene el Primer Premio de Interpretación Infantil. Hasta llegó a acudir al famoso programa de Ed Sullivan, donde fue recibida por el hermano mudo de los Hermanos Marx, Harpo Marx.
Marisol estaba en boca, cuadernos y estantes de discos de todos. Un fenómeno sin parangón del que bien supieron aprovecharse sus promotores y, por qué no decirlo, también el régimen de turno. El franquismo vio en la niña prodigio un filón con el que edulcorar la realidad y dar una imagen de modernidad; eso sí, sin separarse del recto camino… Así pues, las prácticas proteccionistas del estado auparon la carrera de la pequeña de ojos azules, quien se convirtió en la mejor embajadora del typical spanish.
Con este caldo de cultivo, y la inercia del ‘exitazo’ de Un rayo de luz, Goyanes se embarca en el segundo proyecto de Marisol: Ha llegado un ángel. Con ésta, la gramola de los éxitos no deja de sonar. Canciones como ‘Estando contigo’, ‘Bulerías’, ‘Andalucía’ y ‘Ha llegado un ángel’ son tarareadas por todos los rincones de España al tiempo que el traje de flamenca que luce Marisol permanece en pantalla doce semanas en cartelera.
El astro acrecienta su halo y el fervor hacia su personaje va en aumento; ni siquiera la aparición de una nueva competidora, Rocío Dúrcal, es capaz de frenar el ascenso meteórico de la pequeña Marisol, quien también va experimentando los cambios físicos propios de su edad.
Un ángel vendado
No obstante, el desarrollo natural de la artista no camina al mismo ritmo que su carrera artística. En el ideario colectivo, Marisol seguía siendo la niña de sus ojos, y eso es algo que el productor Manuel Goyanes estaba dispuesto a estirar, sin importar el estirón. El empresario industrializó el Peter Pan de James Matthew Barrie y vendó los pechos de la ya no tan chiquita Pepita, conservando así su infancia.
Entretanto, la actriz entonaba su tercer gran éxito: Tómbola. Como en las dos anteriores cintas, Luis Lucia fue el encargado de dirigir la luz sobre el rostro más resplandeciente del país, alumbrando la que quizá sea la película más icónica de Marisol antes de decir adiós a su niñez en pantalla. Y es que sus trabajos inmediatamente posteriores: Marisol rumbo a Río y La historia de Bienvenido ya introducían a la artista en una nueva etapa –industrial-; al menos la que por edad le tocaba…
Al fin y al cabo, Marisol era ese punto de luz sobre el que giraba la historia de España y de su cine. Una estrella permanentemente encendida.