Las mejores películas del ‘abuelo español’: Paco Martínez Soria
Acostumbró a recitar comedia encima de las tablas, desde los clásicos Molière y Lope de Vega hasta sus coetáneos teatrales. Convirtió la risa en su modo de vida profesional. Y le fue bien, pero la fama no le llegaría hasta encarnar el papel de abuelo de todos los españoles en la gran pantalla. Ya sexagenario, el actor Paco Martínez Soria se erigió como todo un fenómeno cinematográfico capaz de sortear cualquier frontera generacional y conectar con el público a través de películas que suponían un género en sí mismas.
Ataviado con la boina, y portando en el brazo una cesta con gallinas, el natural de Tarazona (Zaragoza) se acomodó delante de la cámara para dejarnos hilarantes escenas que despiertan la carcajada cuarenta años después de que nos dijese adiós. En FlixOlé recorremos las mejores películas que, con su característico acento maño y expresividad, nos dejó Paco Martínez Soria:
La ciudad no es para mí (Pedro Lazaga, 1966)
Las incursiones que Paco Martínez Soria pudo realizar en el cine hasta el estreno de esta película fueron un tanto irregulares. Directores como Ignacio F. Iquino y Miguel Iglesias le ofrecieron papeles de secundario que permitieron al actor financiar su empresa teatral. Este quehacer le granjeó numerosos éxitos, aunque la fortuna le llegó por parte del séptimo arte, cuando a la edad de 63 años protagonizó la que sería la película más taquillera de la década en España: La ciudad no es para mí, con cerca de 4,3 millones de espectadores.
Adaptación de una obra escrita por Fernando Lázaro Carreter, el largometraje convirtió en estrella a un sesentón Martínez Soria. El intérprete, por su parte, alumbró una suerte de personaje que gozaría también de gran popularidad en filmes posteriores: el de pueblerino bonachón, ávido jugador del tute y experto bebedor en porrón que, en guerra contra la modernidad y la tecnología, vivirá desternillantes situaciones en la gran urbe. En La ciudad no es para mí, dicho arquetipo queda plasmado en Agustín Valverde, un agricultor viudo que se muda a Madrid para estar con su hijo; sin embargo, comprobará que su familia era más feliz en el campo que en la metrópolis.
¿Qué hacemos con los hijos? (Pedro Lazaga, 1967)
El tándem Pedro Lazaga y Paco Martínez Soria fue sinónimo de éxito durante años en las salas de cine. Director y actor explotaron el modelo de hombre rústico, un tanto cateto pero de buen corazón, también en ¿Qué hacemos con los hijos? En este caso, el conflicto entre tradición y modernidad no se centra tanto en las diferencias entre pueblo y ciudad, sino más bien en el contraste entre las generaciones que habitaban en un mismo techo a finales de los sesenta. Las relaciones paternofiliales marcan la trama, y sobre el turiasonense recaerá la responsabilidad de que sus herederos no descarrilen al subirse al tren de los cambios.
Con varias caras conocidas en el reparto (Lina Morgan, José Sazatornil y Alfredo Landa, entre otros nombres), Paco Martínez Soria interpreta a Antonio, un taxista que presume de sus hijos, aunque éstos sólo le traen disgustos: Juan está abrumado por las deudas, y Antoñito se niega a estudiar Derecho; la hermana mayor, Luisa, quiere cantar en clubes nocturnos, mientras que Paloma se promete con un guardia urbano. El padre deberá comprender primero la nueva realidad en la que se desenvuelven sus hijos para, a continuación, tratar de ayudarlos.
El turismo es un gran invento (Pedro Lazaga, 1968)
Sin duda alguna, la llegada de extranjeros a las costas españolas en busca de sol y playa supuso un auténtico choque cultural para las gentes del lugar. Este fenómeno magnético fue representado también por el cine patrio, siendo de nuevo la comedia el mejor hilo conductor de cuantas experiencias trajo consigo el turismo. Las escenas de hoteles, cámpines repletos de guiris, aeropuertos, discotecas y chiringuitos llenaron metros de celuloide; como también lo hizo la figura del actor aragonés en pantuflas, pues el abuelo más dicharachero de España no se podía perder la fiesta…
El turismo es un gran invento se encuentra entre las películas más populares de las protagonizadas por Paco Martínez Soria, quien en esta ocasión tiene por compañía a José Luis López Vázquez para vender el ‘typical spanish’ en las salas de cine y llevar el bikini al interior peninsular. En este filme, sobre el turiasonense recae el papel de alcalde de un pueblo de Aragón que quiere convertir su localidad en una potencia turística. El mandatario visitará Marbella con el fin de obtener algunas ideas que le ayuden a conseguir su propósito, lo que dará lugar a divertidos equívocos.
Abuelo made in Spain (Pedro Lazaga, 1969)
El director Pedro Lazaga retoma las disparidades existentes entre el campo y la ciudad en esta mezcla a todo color de La ciudad no es para mí y ¿Qué hacemos con los hijos? El problema de la despoblación, sambenito que nuestra sociedad arrastra desde entonces, queda patente en el inicio de la cinta, cuando las tres hijas del protagonista abandonan el pueblo para seguir formándose y progresar económicamente. Esta falta de oportunidades en el ámbito rural, que propició el éxodo campesino de alrededor 3,1 millones de españoles en la década de los 60, ya fue abordado con comicidad en anteriores películas de Lazaga y Paco Martínez Soria, aunque en Abuelo made in Spain marca el inicio de la trama que obligará al aragonés a visitar nuevamente la ciudad.
En esta ocasión, Paco Martínez Soria hace las veces de ovejero que se traslada a Madrid después de que una de sus tres hijas le animase por carta a acudir a la capital para conocer a sus nietos. Cuando el abuelo se presenta en la gran urbe, junto con su cordero, descubre que las tres hermanas no tienen trato entre ellas; y si bien han prosperado en ciertos aspectos, lo cierto es que sus vidas están patas arriba. Echando mano de toda su sabiduría y cabezonería, el pueblerino intentará reconducir la situación. Y si ello conlleva bailar a ritmo de ‘Los Gritos’, ¡pues se baila!
La tía de Carlos (Luis Mª Delgado, 1982)
Después de protagonizar numerosas astracanadas en el cine entre los años 60 y 70, la era de don Paco Martínez Soria en los carteles de cine llegó a su fin. No sin antes rodar una última comedia en la que podemos ver al actor cambiando la boina por la peluca: La tía de Carlos. Si bien el largometraje no obtuvo la repercusión de anteriores disparates fílmicos, debido en gran parte al cambio de gustos del espectador (quien demandaba otro tipo de humor), el anciano mantenía su chispa interpretativa que tan buenos momentos nos hizo pasar.
Lamentablemente, poco después del estreno de la cinta conocíamos la triste noticia de que el actor nos había dejado; se despidió con las botas puestas, mientras preparaba una función teatral.
Para que Carlos se pueda casar con la hija del acaudalado Servando Becerra (Rafael Alonso) necesita la presencia de su tía Lucía (María Luisa Ponte), que no aparece. Por ello Carlos le pide a su amigo Fermín (Paco Martínez Soria) que se haga pasar por su familiar. Lo que nadie sabe es que la tía ya está en la boda, haciéndose pasar por otra…
El abuelo tiene un plan (Pedro Lazaga, 1973)
Una de las películas de Paco Martínez Soria que rompen en cierta manera con el papel campestre que tanta fama le había granjeado; eso sí, las salidas de corte zafío no se le quitaron en compañía de Isabel Garcés, rostro también vinculado a las comedias españolas de la época. Junto a este dúo protagonista, Pedro Lazaga incluyó en el elenco a otros ilustres nombres como José Sacristán, Maruja Bustos, Manuel Zarzo, Elvira Quintilla y Guadalupe Muñoz Sampedro.
El turismo es un gran invento se encuentra entre las películas más populares de las protagonizadas por Paco Martínez Soria, quien en esta ocasión tiene por compañía a José Luis López Vázquez para vender el ‘typical spanish’ en las salas de cine y llevar el bikini al interior peninsular. En este filme, sobre el turiasonense recae el papel de alcalde de un pueblo de Aragón que quiere convertir su localidad en una potencia turística. El mandatario visitará Marbella con el fin de obtener algunas ideas que le ayuden a conseguir su propósito, lo que dará lugar a divertidos equívocos.
Don Erre que Erre (José Luis Sáenz de Heredia, 1970)
El realizador y guionista José Luis Sáenz de Heredia trabajó hasta en dos ocasiones con Paco Martínez Soria. Primero con ¡Se armó el belén! (1969) y después con la presente película. Ambas superaron el millón de espectadores y nos ofrecieron una buena ristra de caricaturescos fotogramas; principalmente en Don Erre que Erre. A cuenta de la terquedad del protagonista se recurre asiduamente al título del film para describir la incansable insistencia de algunas personas.
Y es que Rodrigo Quesada (nombre del personaje que encarna el turiasonense) lo mismo iniciaba un pleito judicial contra la más importante entidad bancaria del país que la armaba con el dependiente de una gasolinera que no disponía de cambio. En esta divertida comedia, Paco Martínez Soria se pone en la piel de un hombre cabezón y paciente, que siempre consigue lo que quiere. Gracias a su cerrazón logra que el banco le devuelva el dinero que le habían robado en un atraco; que su mujer vuelva a quedarse embarazada, a pesar de su avanzada edad; o que su hija abandone la idea de hacerse monja.
Estoy hecho un chaval (Pedro Lazaga, 1976)
El escritor Alfonso Paso adaptó su obra teatral Juan Jubilado al cine, para contento de Paco Martínez Soria. Concebida en los últimos coletazos de la década de los 70, la cinta sacó a colación las dificultades que suponía para un hombre de avanzada edad su reinserción en el mercado laboral. Esta temática, fácilmente extrapolable a la actualidad, mostraba la precariedad a la que se enfrentaba un sector de la población que, a pesar de su grado de experiencia y facilidad de adaptación, no conseguía un empleo. Aunque ello no es algo que frene los pies a nuestro abuelo español.
La película Estoy hecho un chaval está bien nutrida en cuanto a momentos cómicos se refiere. Juan (Paco Martínez Soria) es un contable a punto de jubilarse. En el momento en el que ya puede colgar el sombrero se entera de que va a ser padre de nuevo, lo que le obliga a buscar un nuevo trabajo. Tras muchas pruebas, Juan acabará como participante en un concurso de televisión, donde demostrará lo bueno que es haciendo números.
Hay que educar a papá (Pedro Lazaga, 1971)
La etiqueta de ‘paleto’ ha acompañado al personaje interpretado por Paco Martínez Soria en buena parte de sus películas. No obstante, han sido pocos los que han conseguido darle gato por liebre al pueblerino: no se le escapaba una. Esta sapiencia y picardía era vista con buenos ojos por las autoridades de la época, y bien recibida por el público que acudía a las salas de cine. El paternalista y moralizante papel del aragonés promovía en el espectador una visión (demasiado) idílica del campo frente a la pecaminosa vida de la ciudad, epicentro ésta de la desaforada modernidad.
Esta función didáctico-propagandística la plasmó el turiasonense con Severiano, un agricultor que vendió un melonar y se hizo millonario. Aún con tanto dinero debajo del colchón, lleva una vida modesta. Su hija, en cambio, está a punto de casarse con un miembro de la alta alcurnia, y le pide a su padre que aprenda protocolo. Lo que no saben es que el conde que ha pedido la mano de la hija de Severiano es miembro de un grupo de timadores que intentarán exprimirle por completo.
Es peligroso casarse a los 60 (Mariano Ozores, 1980)
Uno de los nombres más prolíficos de las despectivamente denominadas ‘españoladas’, Mariano Ozores, no pudo resistirse a trabajar con Paco Martínez Soria. Juntos firmaron dos títulos: El calzonazos (1974) y Es peligroso casarse a los 60, esta última filmada en el ocaso cinematográfico del abuelo español. Esta comedia enraizada en las costumbres más castizas del país logró reunir a más de 600.000 espectadores en una época en la que los líos de faldas y escatologías rurales habían perdido fuelle en la gran pantalla.
A los sesenta años, Mariano (personaje que interpreta Paco Martínez Soria) se casa para conseguir un heredero que se quede con la empresa. El hijo no llega, pero se entera de que tiene una hija de 18 años, fruto de una aventura juvenil. Enseguida la hija se instala con el matrimonio.