Sara Montiel y su éxito definitivo en El último cuplé
Sara Montiel fue tan grande que hizo el camino prácticamente a la inversa. Natural de Campo de Criptana, lo normal para ella habría sido buscar, de a poco, su hueco en nuestra industria cinematográfica para después, ya consagrada, abordar otros horizontes más allá de España. Pero esta muchacha que apenas había protagonizado dos o tres películas (la más sonada, Locura de amor, dirigida por Juan de Orduña y con Aurora Bautista y Fernando Rey en el reparto) decidió irse a México con poco más de veinte años, y solo cinco de ellos de carrera como actriz.
Y cuando volvió a España siete años más tarde, en 1957, no solo había encandilado al país azteca, sino que había trabajado en Hollywood con Burt Lancaster, Gary Cooper, Joan Fontaine o directores como Anthony Mann -con historia de amor incluida- o Robert Aldrich; no llegaba a la treintena y, en este sentido, ya había llegado más lejos que cualquier otra actriz española.
El año y la película de su vida
Sin embargo, la atípica carrera de Sara Montiel guardaba una nueva curiosidad: la deslumbrante actriz de ojos únicos y belleza prohibida aún no tenía una película con la que sentirse identificada, un gran éxito que fuera conocido por todos como La Película de Sara Montiel. Y para más inri, en nuestro país, artistas como Carmen Sevilla tenían mayor reconocimiento.
Pero a veces, ese golpe de suerte llega cuando menos lo esperas, y precisamente eso le ocurrió a Saritísima con El último cuplé, el gran punto de inflexión en su carrera. Una película de Juan de Orduña, en principio pequeña, sobre una cupletista en horas bajas que recuerda días de mayor gloria. Ironías de la vida, el momento de La Montiel llegó aquí, después de Hollywood y con una película musical en la que accedió a participar por hacerle un favor a su director.
Y así fue como pasamos de ver películas con Sara Montiel a películas de Sara Montiel. El último cuplé batió records de taquilla en España que no fueron superados hasta trece años después. Las salas aguantaron meses con Saritísima en pantalla; todos querían verla…y escucharla. Porque también fue su inicio en la canción, con esa voz nada canónica pero igualmente atractiva y sensual que casaba a la perfección con su físico explosivo; y si ella quería, de femme fatale. España volvió a escuchar cuplé.
El crepúsculo de las cupletistas
Barcelona, años 50. Aparece en pantalla una mujer bellísima, quizá algo desmejorada, que trabaja en un humilde teatro de variedades. Se llama María Luján y, décadas atrás, fue la cupletista más grande de España. Aguarda en su camerino para salir al escenario en otra de sus rutinarias actuaciones. Después recibe la visita de una pequeña fan, a quien responde, incrédula, “tu madre no lo debía consentir: no soy apta para menores”.
Y echa un último trago antes de ese camino, hoy indiferente, que le lleve a entonar ‘Sus pícaros ojos’. Pero lo hace como nunca porque, justo antes de enfrentarse al público, se entera de que un empresario, antiguo amigo, está en el palco. Ese hombre fue fundamental en su vida, y lo sabremos a través del largo flashback que sucede después del reencuentro entre ambos; un viaje en el tiempo hacia el éxito que es la historia de María Luján, pero también hay mucho de Sara Montiel en él.
El fumar no se va a acabar
El último cuplé lleva el modelo de melodrama musical que tan bien funcionaba en aquella época con Carmen Sevilla, Paquita Rico o Lola Flores; sin embargo, también ofrece una bellísima mirada nostálgica sobre los tiempos del cuplé -al que se le llamaba despectivamente “género ínfimo”- y la España de principios de siglo. En el cuplé, la mujer se sentía poderosa con versos que transpiraban picardía, erotismo y cierto control sexual sobre el hombre.
Sara Montiel iba a representar esa figura como nadie, y como ejemplo tenemos aquel inconfundible ‘Fumando espero’ con sus piernas desnudas en el chaise longue, boquilla larga en mano y mirada de fulgurante deseo. María Luján, su personaje, esperaba a Pepe Molina (interpretado por Enrique Vera), un torero mucho más joven que ella que se convertiría en el último de sus amantes. Provocativa, con apetito sexual (incluso jovencitos) y, encima, fumadora. Y más de un espectador removiéndose en su butaca.
La vida después del cuplé
Después de esta película, Saritísima, que se encontraba en Estados Unidos rodando Yuma, prácticamente no volvió a la interpretación en el extranjero. ¿Para qué, si ya se había hecho mundialmente conocida con una película castiza a más no poder? E inmediatamente después hizo La violetera (Luis César Amadori, 1958), su segundo mayor éxito en el cine musical.
Esta película recreaba la historia de amor entre una humilde violetera madrileña (ella misma) y un aristócrata galán (Raf Vallone) en la nochevieja de 1889 al cambio de siglo. Dos estupendos actores principales y varias canciones para el recuerdo: ‘El Polichinela’, ‘La Violetera’ o ‘Mimosa’.
Al huracán Montiel le siguieron películas como Mi último tango (Luis César Amadori, 1960), Pecado de amor (Luis César Amadori, 1961) o la particular adaptación de la Carmen de Prosper Merimée Carmen, la de Ronda (Tulio Demicheli, 1959).
No obstante, y aunque también trabajaría a las órdenes de cineastas como Ladislao Vajda (en La dama de Beirut), Mario Camus (Esa mujer) o Juan Antonio Bardem (Varietés), Sara Montiel nunca sintió un cariño tan especial como el que tuvo por El último cuplé. En cada entrevista que revisemos sobre ella aparecerán, por encima del resto, estas tres palabras, suaves y anhelantes como aquel humo que se deslizaba por su boca mientras estaba tumbada en la chaise longue.