El archivo de sainetes de Edgar Neville
FlixOlé concluye el especial ‘Cine en Mayúsculas’ mostrando algunas de las imágenes que componen el extenso archivo del que dispone Mercury Films sobre la figura de Edgar Neville. Un glosario de sainetescas estampas que nos acercan a la gran figura de nuestro cine.
Redacción: FlixOlé
El cine español se entreteje entorno a hilos que han superado el examen del tiempo, hebras maestras sin las cuales nuestro tapiz fílmico quedaría incompleto, raído. Entre sus costuras encontramos el filo de Edgar Neville, uno de los imprescindibles de nuestro panorama cinematográfico, cuya obra ha trenzado lazos entre los largometrajes de ayer y de hoy. Igualmente, su cámara conecta al espectador con una época pasada. Y es que, como fiel admirador de Ortega y Gasset, este director era él y su circunstancia; y también su cine.
De personalidad carismática y arrolladora, este realizador –entre otros muchos quehaceres- urdió un cine alejado de los estereotipos del momento; aunque con sapiencia y no menos clase, escenificó con ácidos pespuntes dichos clichés sociales. Con su amado Madrid como telón de fondo, Edgar Neville demostró que se podían hacer películas castizas, sin por ello caer en el casticismo adulterado. Y es que como llegaría a señalar el historiador Emilio Sanz de Soto, el también conde de Berlanga del Duero fue “el no cateto” del cine español de la época.
Como enamorado de la vida, disfrutó de los placeres que la España de entonces le ofrecía, sirviendo igualmente de inspiración para sus guiones. Esa rutina bohemia se aprecia en uno de los grandes clásicos en blanco y negro de nuestro cine: La vida en un hilo (1945). En la misma, el cineasta clava la aguja contra la cursilería de Ramón (Guillermo Marín), un hombre trabajador, honrado, de buena familia; pero también un ‘pelmazo’, sambenito que le cuelga Neville.
Revisitada una y otra vez en nuestros días, la cinta no tuvo en cambio el esperado estreno; circunstancia que el propio director atribuyó a la escasa promoción que hizo la distribuidora de la película. A pesar de ello, la crítica se deshizo en elogios hacia ella y hacia la actriz protagonista: Conchita Montes.
Un año después de La vida en un hilo, el realizador cerró su tríada criminal-costumbrista con El crimen de la calle Bordadores (1946). En ésta, el cineasta combinó el cine sainetesco con una trama policiaca. Rebuscando dentro del archivo cinematográfico sobre Edgar Neville de Mercury Films, encontramos el programa de la película. ¡Muy chulapo, oye!
Carmen Laforet y mucho flamenco
Posteriormente llegó la adaptación de la aclamada novela de Carmen Laforet Nada. Su homónima gemela fílmica tuvo como coguionista a Conchita Montes, quien también encarnó el papel protagonista. Frente al pastiche de folclóricas y enaltecedoras de la patria, Edgar Neville presentó a una mujer alejada de los parámetros femeninos que preconizaba el régimen de turno. Esto, sumado a la sórdida atmósfera de la película y a la crudeza de algunas de sus escenas (en el mismo programa abajo mostrado se puede apreciar el tono lúgubre de la cinta), hicieron al largometraje carne de censura.
La facilidad de codearse con académicos, intelectuales y filósofos también la demostraba a la hora enhebrar vínculos con lo más granado del toreo y el flamenco. Apasionado del arte jondo, trasladó la música cañí de los tablaos a la gran pantalla en Duende y misterio del flamenco (1942). Considerada como una de las películas que mejor retrataron el cante grande y chico de este lenguaje universal, la cinta contó con las inolvidables actuaciones de Antonio Ruiz, Pilar López y Bernarda de Utrera.
Del archivo sobre Edgar Neville hemos rescatado algunas fotografías de taconeaos, trajes con lunares y batas de cola:
Los toques nostálgicos finales
El título de la película El baile (1959) puede inducir al lector a creer que seguimos hablando de notas musicales. Sin embargo, en la misma se nos presenta una bella reflexión del paso del tiempo, la fortaleza del amor y la amistad. Adaptación de su pieza teatral más famosa, el Neville cineasta presenta a la cuarta pared un trío amoroso con el que, al margen de las connotaciones de adulterio que pudiesen escandalizar al público de la época, convierte en imágenes el dicho de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Ponemos la puntada final a este especial sobre el archivo de Edgar Neville con su última película: Mi calle (1960). Un retrato costumbrista del Madrid de principios del siglo XX, y un testamento vital pasado al celuloide con el que puso el broche de oro a una filmografía eterna.
Aquí os dejamos algunas páginas de la lista de diálogos que componen Mi calle, compuesta por conmovedoras y melancólicas palabras: