El paseo de los tristes por la Calle Mayor
Una broma pesada de ‘señoritos de casino’ da pie a uno de los mejores largometrajes del cine patrio, una verdad incómoda sobre la sociedad española de su tiempo. La película Calle Mayor consolidó la trayectoria internacional de su director, Juan Antonio Bardem.
Redacción: Javier Higueras
Isabel se prepara y no sabe qué ponerse. Se mira en el espejo y no se convence. Preocupada e insegura, deambula por su habitación a paso lento; tan lento como el compás melancólico de la sintonía de fondo. Pero es algo normal, muy entendible: hoy, a sus 35 años, un chico la ha invitado por primera vez a salir. Lo que siempre ha sido un paseo de ida y vuelta hacia la iglesia, hoy será al cine, quizá incluso de la mano con él. Eso la anima, y estudia cada detalle de los dos tickets que ha comprado; y la música se acelera y se alegra con ella. Ya no será esa solterona sobre la que todo el pueblo cuchichea por la Calle Mayor.
O eso cree ella, porque los que contemplamos la escena -una de las más vibrantes de la película- sabemos que todo forma parte de una farsa. En realidad, Juan es un sinvergüenza y sus amigos han orquestado una broma en la que le hacen creer que tendrá novio, se casará y vivirá como “una señora de su casa”. Como estaba bien visto que viviera la mujer de entonces.
Así de cruel, y bella al mismo tiempo, es Calle Mayor, dirigida por Juan Antonio Bardem e inspirada en La señorita de Trevélez, de Carlos Arniches. No obstante, si la farsa de Arniches es una comedia, la interpretación filmada por Bardem se torna en tragedia costumbrista. Bajo esta base argumental, y con reminiscencias inevitables del neorrealismo italiano -la más clara es Los inútiles, de Federico Fellini-, Bardem firmó una obra que no solo era una adaptación ficcional: era una verdad incómoda sobre la sociedad española de su tiempo.
Un acertado relato que, partiendo de lo cotidiano y sencillo, mostraba la pobreza intelectual de una pequeña ciudad de provincias que se podía hacer extensible a todo un país. Claro que no era culpa de sus gentes. El foco, de forma sutil, se dirigía al poder dictatorial, ese que limitaba la libertad de pensamiento y el desarrollo personal de cada uno. La vida social de las pequeñas ciudades, en la mayoría de los casos, empezaba y acababa en la iglesia, el bar de abajo y el severo escrutinio entre sus gentes. Frente a la cultura, quedaba instaurado el culto a la muerte y el aburrimiento.
En sus anteriores obras, Bardem ya había mostrado su capacidad para criticar algunos aspectos de la España franquista, como la oscura mentalidad de la alta burguesía en Muerte de un ciclista; o la precariedad, en tono de comedia, de las clases populares madrileñas en Esa pareja feliz (realizada en su ópera prima junto al maestro Berlanga).
La mirada de Betsy
La combinación de estos factores -argumento, trasfondo y contexto- hacen de Calle Mayor una de esas películas memorables del cine español. Como también lo es, en el plano actoral, la presencia de Betsy Blair interpretando a una apocada y delicada Isabel; en su mirada, a veces de esperanza, a veces de resignación, se concentra toda la verdad del personaje y el tiempo en el que vive. Completan el reparto José Suárez, dando vida a un Juan cobarde y contradictorio, y el francés Yves Massard haciendo lo propio con Federico. Este último es el contrapunto de Juan y sus amigos en Calle Mayor; un joven escritor madrileño que, visitando la villa, es testigo del hastío generalizado y la crueldad vacía que supone la broma a Isabel.
No obstante, y sin ser de carne y hueso, el espacio físico es otro protagonista más de la película. Seguramente el que más condiciona a sus personajes. Vemos la Calle Mayor, que se abarrota y se vacía tan pronto como acaba la misa; los tugurios locales, rutinarios y siempre prestos a las necesidades básicas del hombre; la biblioteca pública, donde habita solitariamente la figura intelectual del pueblo….y también la estación de tren, vehículo capaz de transportar a los oriundos a otra vida, oportunidad perdida e ignorada por la mayoría de ellos. Sin duda, este tono visual es otro de los puntos fuertes de la película, con la dirección fotográfica de Michel Kelber y unas excelentes localizaciones en Cuenca, Palencia y Logroño.
El fantasma de la censura
“Una ciudad cualquiera, de cualquier provincia de cualquier país. La película que está a punto de comenzar no tiene unas coordenadas precisas”. La censura decidió que la voz en off presentando Calle Mayor situaría el lugar de los hechos de forma indeterminada para no dar pie a una asociación de ideas un tanto incómoda. Pero la película, tanto por las localizaciones como por el modo de vida de los que allí habitan, sí que podía resultar familiar para el espectador español. Bastante más certera –incluso tratándose de ficción- que lo que ofrecían las emisiones del NO-DO y su edulcorada percepción de la España de entonces.
Por otro lado, el aparato censor también ordenó la modificación de varias secuencias del film: insinuaciones de carácter sexual entre los personajes, diálogos donde se cuestionaba la excesiva incidencia de la iglesia en la vida social del pueblo, algunas alusiones a tiempos pretéritos de la Guerra…Por suerte, el mensaje encriptado que transmite Calle Mayor logró calar antes y ahora, incluso sin la presencia de estos detalles más explícitos.
Dificultades en el rodaje
Fue en Palencia, una de las tres postales de Calle Mayor, donde se ordenó la detención y encarcelamiento de Bardem en febrero del 56 por pertenencia al Partido Comunista. Suspensión del rodaje y quince días en la sombra que pudieron ser bastantes más, si no fuera por la enorme presión internacional –sobre todo por parte de la coproducción francesa- y de, entre otros, Betsy Blair. Esta aprovechó su fama para amenazar con largarse del proyecto si el director no quedaba puesto en libertad.
Ante tal escándalo, Bardem fue excarcelado y reanudó las grabaciones en abril de aquel año; en esta ocasión en Logroño. Después llegaría el estreno y los halagos de medio mundo. También la coronación en Venecia, donde un empate técnico dejó a Calle Mayor sin el León de Oro -aquel año el premio quedó desierto-, pero con el Premio FIPRESCI otorgado por el Jurado de la Crítica Internacional.
El recorrido de Juan Antonio Bardem, sobre todo gracias a su primera etapa, lo ha situado como uno de los grandes cineastas de la historia de nuestro cine. Esa pareja feliz, La venganza, Muerte de un ciclista, Nunca pasa nada y, especialmente, Calle Mayor, son títulos que merecen ser revisitados; y estandartes de un cine español que comenzaba a ser crítico en su mensaje y revolucionario en su forma.