A principios del siglo XXI, el cine español resolvió por fin una asignatura pendiente: la confección de thrillers netamente españoles. Hasta entonces, siempre se habían imitado modelos e imaginarios extranjeros, pero a partir del año 2000, un grupo de directores consiguieron por fin adaptar el suspense, la acción y la tensión a un paisaje inconfundiblemente nuestro, reconocible, autóctono. Los temas de nuestra historia reciente y los rasgos más visibles de nuestro carácter han sido revisados en clave policiaca. A partir de entonces, el cine negro español no ha parado de crecer en calidad y en aceptación por parte de los espectadores, convirtiéndose en nuestro género más prestigioso.
Tensiones en la España profunda
La Noche de los Girasoles (Jorge Sánchez-Cabezudo, 2006) supuso la constatación de que se podía hacer un cine negro perfectamente español. Aquí la figura del criminal, del policía corrupto y del entorno violento, aparecen en un contexto tan identificable como un pueblo castellano, en el que el silencio, la insatisfacción y los rencores llevan instalados desde tiempo inmemorial.
El pasado siempre vuelve
Fin (Jorge Torregrosa, 2012) es la adaptación de la premiada novela de David Monteagudo en la que un grupo de amigos se vuelven a unir tras años sin verse, cuando ya no tienen nada que ver entre ellos. Pero un turbio suceso del pasado vuelve a aparecer y muestra la verdadera cara de todos ellos, las rencillas que siempre existieron, la amenaza constante.
Reencontrarse y perderse en distintas dimensiones
Presentimientos (Santiago Tabernero, 2013) fue una de las grandes sorpresas del año, que se merece totalmente una revisión. Tabernero conseguía un thriller sobrenatural, con influencias de David Lynch y de Hitchcock, en la que una pareja se buscaba mutuamente por los mismos caminos sin coincidir nunca. Esta película no dejará indiferente a nadie.