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La buena suerte es una película que mezcla distintos géneros. Hay drama, acaba siendo un thriller, tiene su parte de romance… ¿Cómo ha sido equilibrar todos estos géneros?
Pues fíjate, quizá esa mezcla de géneros haya sido lo más complicado y lo más difícil. A mí lo que me interesa de la novela de Rosa Montero, y lo que me interesaba trasladar a la pantalla, era precisamente la historia de ese padre y de ese hijo y de esa especie de redención final a través del personaje de Raluca, que se enamora del protagonista.
Esa parte más sentimental, más de asuntos interiores, de vida familiar, de problemas de tipo muy complejo de resolver… Por otro lado, muy cercanos al espectador porque hay muchísimos de este tipo de violencia intrafamiliar. De padres a hijos y de los hijos hacia los padres. Básicamente, es una cosa que sucede, aunque no se hable mucho de ella, y eso es lo que más me interesaba contar y exponer.
La parte policial es un sucedáneo de eso en la medida que hay un personaje que está perseguido por la policía. No había más remedio. Me servía además para el final, con la reacción y la parte vital del personaje principal de la película. Pero es verdad que hay una cierta mezcla que ha sido lo más complicado de ensamblar.
Es una adaptación de la novela de Rosa Montero. ¿Cómo llegó la novela hasta a ti y cómo ha sido llevarla a tu terreno? Porque, según te hemos podido escuchar, en la misma no tenía peso el asunto policíaco.
Yo había leído la novela de Rosa cuando salió. No pensé en cine en absoluto, pero porque no soy una lectora que lea compulsivamente para ver si encuentro algo que contar en la pantalla. No, para nada. La verdad es que fue una propuesta de Gerardo Herrero, que me llamó y me dijo “Oye, ¿tú has leído La buena suerte?” “Sí, yo sí”. “Pues me gustaría hacer una película, ¿te pones con el guión? ¿te apetece?”.
Le dije “Primero, déjame leer la novela otra vez para refrescarla”. Ahí fue donde encontré que realmente había un núcleo importantísimo, que es la historia de ese padre y de ese hijo, que me parecía muy interesante trasladar a la pantalla. Así es como surgió todo el tema.
En la película aparecen tres generaciones distintas de masculinidades, muy distintas entre ellas: Hugo Silva, Miguel Rellán, el personaje del hijo de Hugo… ¿Cómo definirías a estos personajes y sus circunstancias alrededor?
Efectivamente hay distintos personajes masculinos que pertenecen a generaciones distintas, pero realmente la película gira en torno al personaje de Hugo Silva. Gira en torno al personaje de Pablo. Todos los demás son satélites de lo que le ocurre a él con respecto a su hijo. Luego está lo que le ocurre a él con respecto al personaje que interpreta Miguel Rellán. Y lo definitivo, que es lo que le ocurre a él con respecto al personaje de Raluca, que es mujer. Es, de alguna manera, la que pone un poco de esperanza en esa vida tan tremenda que lleva este hombre.
Realmente, no sé. Tampoco me he parado a analizar la película desde ese ángulo de “hay tres generaciones”. Yo la película, de alguna manera, la siento más como una exposición en el sentido de un acercamiento al espectador a través de problemáticas que yo creo que al espectador le van a tocar en cierto sentido.
La película tiene su propia manera de contarse y su intríngulis, que es lo que creo que va a gustar al espectador"
A lo largo de tu filmografía, vemos que las relaciones paternofiliales tienen una gran importancia. Películas como Héctor, 15 años y un día, Cuando vuelvas a mi lado, Siete mesas de billar francés… ¿Encuentras algunos paralelismos entre ellas y La buena suerte?
Paralelismo hay en que son relaciones paternofiliales o maternofiliales. Ese es el paralelismo. No hay más, porque yo no había contado jamás la historia de un personaje como el hijo del protagonista, de Hugo Silva, que resulta que no es que sea un trasto, es que es un asesino, que es una cosa mucho más terrible.
No importa que haga spoiler porque luego la película tiene su propia manera de contarse y su intríngulis, que es lo que creo que va a gustar al espectador. ¿Qué hace un padre cuando un hijo es un asesino? Ese tipo de relación, cómo se cómo se fragua, cómo se rompe, es posible romperla, no es posible romperla…
Las relaciones entre hijos y padres no son nada que tenga nada que ver… Son algo que no tiene absolutamente nada que ver con otro tipo de relaciones. Ahora se habla muchísimo de violencia de género, que me parece fenomenal y está muy bien, pero a mí personalmente siempre me parecerá más sencillo, dentro de la dificultad que puede acarrear, una ruptura matrimonial que una ruptura con un hijo. Entramos en un territorio muy complicado, muy complejo.
Tu nombre pertenece a una generación de cineastas femeninas que surgieron en los noventa, como Icíar Bollaín o Isabel Coixet. ¿Cómo ves los avances en representación que se han venido haciendo en los últimos años en el cine español y el auge de muchas directoras femeninas?
Era algo que iba a suceder de una manera o de otra. Creo que si está sucediendo, por supuesto, también es, en parte, porque ha habido voluntad política de que eso suceda, porque de hecho se apoya el cine de mujeres particularmente. Entonces lo veo natural. Cuando yo empecé en todo esto, te decían, “Pero es que sois cuatro, sois cinco, sois seis…”. Pues sí, y debería haber más, porque seguramente habrá más mujeres que quieran hacer cine. También es verdad que ser directora o director es un trabajo jodidamente complicado de cuadrar con la maternidad, con la crianza de hijos…
Ser directora es un trabajo jodidamente complicado de cuadrar con la maternidad"
El director está muchísimo tiempo enfrascado en rodajes que no tienen horarios, no tienen días… Es complicado. Yo, a veces, incluso llegué a pensar que había muchas montadoras, por ejemplo, porque tenían una vida mucho más organizada. La vida de un director, en muchos periodos de tiempo, es muy desorganizada, pero está claro que ahora está empezando una generación de chavalas, que son jóvenes, que incluso algunas tienen ya hijos, y lo concilian mucho mejor de lo que se podía conciliar en mi época. También, probablemente, porque los hombres están tomando poco a poco conciencia de que conciliar significa también participar para que tu mujer o tu pareja pueda hacer su trabajo.
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