El divulgador, crítico, escritor, guionista y director, José Luis Garci, comparte con FlixOlé su cinefilia en esta entrevista en la que repasamos la carrera de este imprescindible nombre de nuestra gran pantalla
En Sesión continua, Adolfo Marsillach comentaba que, a diferencia de sus ídolos, habían amado primero el cine, y la vida después ¿Sucede algo similar en su caso?
Bueno, una cosa es la vida y otra más peligrosa, el cine. Yo estoy muy contento de que, a estas alturas, mi pasión por el cine (y la de otros muchísimos) haya podido, no ya despertar vocaciones, sino acercar a la gente a las películas; a esa vida de repuesto que digo yo siempre que es el cine. Te encuentras alguna chica o algún chico que dice “yo estoy estudiando o he estudiado, o me gradué en la escuela, porque veía aquellos programas y descubrí a Dreyer o a Michael Powell, etcétera”.
Insisto que no es una cosa mía. Éramos un grupo de personas que no sólo amábamos el cine, sino que sabíamos transmitir esa pasión a los demás. Eso es estupendo. A mí, de todo lo que he hecho, lo que más me gusta es haber hecho esos programas de cine y de divulgación.
Siempre ha señalado que nació con nostalgia. Una nostalgia por lo que no había vivido. Después de haber escrito el guion de importantes películas, de dirigir otras tantas con numerosos galardones y de haber evitado que la Olympia coja polvo con los libros que ha escrito ¿aún tiene nostalgia de lo que no fue?
Uno nace así. No sé por qué, pero es verdad: tienes nostalgia de lo que no has vivido. Yo tengo nostalgia de los años 40 en Nueva York, del Madison Square Garden, de las veladas de boxeo, Rocky Marciano, etcétera. No lo he vivido. Tienes nostalgia de un Hollywood que realmente no ha existido nunca, porque Hollywood es un estado mental.
Luego todo se va transformando. Tú has citado antes Sesión continua: yo pensé en hacer una película sobre el cine, pero no creí que iba a ser una película de culto, que se iba a escribir sobre ella un libro. Incluso entonces todo eso te sorprende y te tira por tierra todo lo que tú piensas. Porque cuando eres un director, o cualquier cosa, siempre aplicas el resultado a lo que tú pensabas. Y no coincide.
Del autorretrato a cómo ha cambiado el cine
Se despidió del cine y luego regresó con El crack cero ¿Nos espera alguna sorpresa? Le hemos escuchado en alguna ocasión decir que le gustaría hacer un autorretrato o una película del 11-M
Es difícil que haga una película, es más fácil acercarme a algo. Yo nunca voy a escribir una autobiografía ni memorias, porque mi manera de escribir siempre ha sido muy personal. No tengo referencias de que se haya hecho un autorretrato cinematográfico. No me consta.
Me gusta el cine, la pintura, la música y, por supuesto, el deporte. Todas estas cosas son un poco lo que soy yo. Entonces no sé si sabré un poco transmitir y pintarme en un autorretrato donde dé cabida a todas estas cosas. Pero bueno, eso es más fácil que hacer una película.
A estas alturas, el cine ha cambiado más que yo. Creo que cambian más las películas que uno”
Cuando dice uno “no he dejado el cine”, yo creo que es el cine el que te deja. No el cine, sino lo que lo rodea. No eres el mismo que eras antes: yo no puedo ir por las plataformas con un guion debajo del brazo como cuando tenía 30 años, ni hablar con gente que normalmente no sabe quién es Leo McCarey. “Quiero hacer una película con una visión de la mujer, como hacía John Cromwell”, y no saben quién es John Cromwell… No voy a estas alturas a tratar de luchar por hacer un proyecto. Porque eso sí que quemaría.
Me considero incluso mejor productor que director. Lo mío podría ser cine de autor porque he hecho lo que he querido. Creo que hay varios ‘nuncas’ que que no ha hecho nadie. Por ejemplo: Yo nunca he puesto “un filme de”, siempre he puesto “dirigida por”. Tampoco he hecho un casting, porque creo que mi oficio está en ir al teatro, al cine, saber si hay una actriz o un actor que es bueno y que puede hacerlo, pero no me tiene que decir nadie a quién tengo que elegir. Nunca me he sentado en un rodaje. Y no he dicho “¡Acción!”. Desde la primera vez que empecé a dirigir siempre dije: “¡Tómate la acción! Estamos rodando. No te preocupes por el material. Cuando te venga bien, lo dices tal y como lo hemos ensayado muchas veces”. A estas alturas, el cine ha cambiado más que yo. Creo que cambian más las películas que uno.
Tan amante del cine clásico, y de decir que el cine murió en los 50, pero se ha mostrado más abierto a la evolución del séptimo arte que muchos otros cineastas ¿Cuánto está cambiando el cine?
El cine va más rápido que la vida. Se producen cambios muy grandes. Yo creo que el paso del cine mudo al sonoro fue tremendo. En su momento, el cine fue Internet: era una cosa increíble
Soy un modelo del 44: el año de Laura o Perdición. El año de, si no recuerdo mal, La mujer del cuadro. Fíjate qué año. Hubo un momento en el cine en el que viene Murnau de Alemania y les transmite a John Ford, King Vidor y a todos una manera nueva de filmar con la luz del expresionismo. Y entonces empiezan a salir una serie de cineastas que son algo increíble.
En la misma ciudad, en Hollywood, estaban dos docenas de genios. Igual que en Madrid vivían Cervantes, Lope de Vega, Quevedo… o en el caso de los impresionistas, Renoir, Matisse, Camille Pizarro, Van Gogh… Eso sólo pasa una vez. Y eso pasó en Hollywood durante la época dorada.
El cine es un milagro continuo. Nos queda por ver algo y nos contarán historias que todavía no podemos pensar cómo van a ser”
Cuando llega la televisión y les quitan todo aquello empieza una lenta agonía. Ya no es el mismo cine, aunque se renueva otra vez en los 70 con la llegada de unos jóvenes amamantados por esos maestros e hicieron Tiburón, La Guerra de las Galaxias, El Padrino, Taxi Driver. Ello fue otro impulso que pegó el cine.
Ahora estamos en otro cine. Antes era para verlo en las salas; ahora el cine es para verlo en casa. Que está bien: no hay ningún problema por ver una película en el dormitorio o en el salón de tu casa, pero el cambio ya es muy grande. Las salas han desaparecido y mi esperanza, que ya no creo que lo vaya a ver, es que el cine termine en los museos. Que pase de ser el séptimo arte a ser el segundo o el primero, y que ahí estén: John Ford, Buñuel y Berlanga, Howard Hawks, Billy Wilder y Fritz Lang…
El cine es un milagro continuo. Es como aquella película en la que se decía: “Chicos, aún no habéis oído nada”. Pues el cine no ha salido de la guardería. Nos queda por ver algo y nos contarán historias que todavía no podemos pensar cómo van a ser ¿Quién nos iba a decir que el cine entero lo tendrías en el bolsillo, en un teléfono móvil?
¿Suerte o talento?
Focalizando en lo que viene siendo su carrera. Pasó de crítico a guionista de libretos con Antonio Mercero, con La cabina; luego trabajó también con Pedro Olea en No es bueno que el hombre esté solo; exploró la Tercera Vía de Dibildos… ¿Cómo se sucedieron estos proyectos y qué experiencia le trajo trabajar con estas figuras?
Siempre digo, y la gente no lo cree pero lo digo sinceramente, es que es más importante tener suerte que talento. Yo he tenido suerte en el cine, con unos amigos estupendos como Antonio Mercero, Horacio Valcárcel… Con Mercero hacía guiones, hicimos varios de ciencia ficción; uno de ellos fue La cabina, que ganó el premio Emmy.
Luego, empecé a trabajar con León Klimovsky, Pedro Olea, Eloy de la Iglesia, Romero, Marchent, Roberto Bodegas, Antonio Drove… En la Tercera Vía que nos inventamos un poco entre Dibildos y yo tratamos de hacer un tipo de cine que no fuera exquisito, críptico; pero que tampoco fuera un cine zafio. Intentamos darle a las películas una buena fotografía, guiones, actores, vestuario, maquillaje, etc. Es decir, hacer buenos productos como yo creo que fueron Los nuevos españoles, Tocata y Fuga de Lolita, Vida conyugal sana, entre otros.
De ahí pasas, sin darte cuenta, a conocer a otro amigo: José Mari González Sinde. Un día, tomándonos una copa, me dijo: “Yo creo que tú eres director”. A lo que respondí: “¿Qué me cuentas? No lo había pensado en mi vida”. Y él: “Sí, sí”. Y yo: “Soy negado para la aritmética, las ciencias, la geometría y el cine, los ejes, las miradas”. Me dijo: “Olvídate del cine”.
Todo es un premio colectivo, no individual. Yo entiendo que cuando eres joven es difícil verlo; ¡pero hombre!, no tendría perdón que a estas alturas yo no supiera todo esto”
Alfonso Sánchez me dijo también: “El cine es talento y sensibilidad. Si tienes talento y sensibilidad, lo harás; si no, no. Lo otro, lo aprendes en una semana o no lo aprendes nunca”. Hice la primera película que fue Asignatura pendiente y fue un éxito tremendo. Fue un fenómeno sociológico. Me vi y dije: “si hay que ser director, adelante”. Hice Solos en la madrugada, Las verdes praderas, El crack y me fui sintiendo poco a poco director de cine y productor, que es lo que yo quería.
Haber estado con Dibildos durante casi 4 años en su productora (en Ágata Film) fue para mí como una escuela de cine. Escribía los guiones, estaba en la preproducción de las películas, en el rodaje. Ver y escribir para tantos directores te da una experiencia increíble. Todos eran estupendos. Klimovsky era increíble: aprendí con él creo que más que con ningún otro. Lo que quiero decir es que cuando hice la primera película, aunque yo no lo sabía, estaba muy bien preparado. Si llegas a esta edad y piensas que eres un tipo estupendo y que te has merecido todo eso, eres un idiota. Todo es un premio colectivo, no individual. Yo entiendo que cuando eres joven es difícil verlo; ¡pero hombre!, no tendría perdón que a estas alturas yo no supiera todo esto.
Sobre ese comentario que le hizo Alfonso Sánchez de que el cine se aprendía en una semana, ha lamentado en innumerables ocasiones que el guionista ha sido el gran eclipsado de una película. ¿Es por ello que decidió dar el salto a la dirección?
Para mí el guion siempre ha sido lo más importante. Es mucho más difícil escribir que dirigir. Eso no tiene duda. Escribir es un don y dirigir un oficio. Yo pensé cuando estaba escribiendo que si algún día dirigía, el guionista, a lo que a mí respecta, iba a tener un trato especial.
De la primera película, Asignatura pendiente, pedí que en los carteles saliera el guionista, porque me parece que es justo. Lo que pasa es que yo, al venir del campo del guion, sé por qué el director no quiere al guionista: y es porque le quita autoría. Todo el mundo es director y quiere escribir, pero no se preocupan por ser director y fotógrafo. No quiere firmar la fotografía. Siempre el guion, porque el guion te da autoría.
Yo admiro enormemente a esos que han llegado al campo de la dirección como Billy Wilder, Preston Sturges o Joseph Mankiewicz. Yo quiero creer que pertenezco a esa serie de cineastas, los que hemos nacido en la Underwood escribiendo en la máquina. Ojo, eso no quiere decir que seamos mejores. No somos cazadores de imágenes ni tenemos el toque visual que pueda tener Godard, Lelouch o Stanley Kubrick. Nosotros somos otro tipo de cineastas.
Desde la primera película, Asignatura pendiente, he sido libre… Yo no he sentido esa cosa que en otros compañeros míos sí que apareció”
Una película es una historia de amor. Tú te enamoras de una historia, de un argumento, y empiezas a vivir una historia de amor. Te querrá, no te querrá… Hay veces que las historias de amor se acaban de repente porque no tienen éxito. Otras veces lo tienen y se prolongan. Pero como pasa en la vida: de repente te fijas en otra persona y poco a poco renace en ti otra historia de amor. Eso son las películas.
Comentaba antes que ha tenido más o menos cierta libertad a la hora de hacer películas. Parafraseando a Alfredo Landa en Las verdes Praderas, ¿ha sentido que en alguna ocasión le hayan intentado llevar al huerto o ha tenido completa libertad?
Desde la primera película, Asignatura pendiente, he sido libre. Entonces no cobramos. Tafur dio un 10% a Sinde y otro 10% a mí. Sinde y Tafur querían acabar sin la escena de la cocina, pero yo les dije: “Oye, todo lo que tengo lo he metido aquí. Imaginaos si estoy seguro”. No quiere decir que tuviese razón, pero no podía estar más seguro de que la película necesitaba esa charla final entre dos personas que se quieren pero se van a separar; que había llegado un nuevo mundo para España, que se había acabado la dictadura y eso iba va a ser bueno para los dos. Y dijeron: “De acuerdo”.
Solos en la madrugada igual, también en Las verdes praderas y El crack… Yo no he sentido esa cosa que en otros compañeros míos sí que apareció. Por eso te digo, al final voy a haber acabado haciendo cine de autor.
La Trilogía de la Transición y el primer Oscar para el cine español
Ha hablado sobre su trilogía de la Transición y de El crack. Sobre esta última ¿Por qué hay tantos adictos a El crack sin importar el tiempo transcurrido?
Otra sorpresa. Yo hice El crack porque me gustaban las películas de cine negro. Como me hubiera gustado mucho hacer un western. Hice El crack y El crack dos, pero si te digo la verdad, la que más me gusta es El crack cero, porque me parece que es la primera vez que he logrado acercarme, desde mi punto de vista, a una cosa muy sencilla y a una naturalidad que me había costado 40 años.
Han ido tomando cuerpo, con adictos y libros sobre esas películas. Y es difícil, porque las películas se escapan a uno. No tienen nada que ver con contigo. Pero son sorpresas que te llevas. A mí hay otras películas que cuando pase el tiempo tendrán más cuerpo. You’re the one yo creo que es una película que se acerca más a lo que yo pretendía, aunque nunca logras eso.
Mentir ahora con los años que tengo no es que sea malo, es un delito. Yo no he hecho ninguna obra maestra, ninguna gran película. Pero también te digo que no he hecho una película mala.
Fui muchas veces a Hollywood y tuve la suerte de conocer a grandes cineastas como el guionista Daniel Taradash, o Robert Wise, con el que tuve una verdadera amistad. Yo me sentía como en casa”
Luego llegó el Oscar con Volver a empezar. Estuvo otras tres veces nominado, con Sesión Continua, Asignatura aprobada y El abuelo. Robert Weiss llegó a decir que “era uno de los nuestros”. ¿Cómo ha vivido todas estas experiencias?
El año de Volver a empezar no fue un año duro para ganar. Todo esto depende de los que te encuentras. Evidentemente tiene mérito que entre las 70 u 80 películas que se hacen cada año te seleccionen cuatro veces entre las cinco que ellos consideran más atractivas. Pero hubo años complicados. Por ejemplo, el año de Asignatura aprobada estaba La familia de Ettore Scola, El festín de Babette que es la que ganó… O sea que depende del año. En el año de El abuelo estaba La vida es Bella.
Pero por esas cosas fui muchas veces a Hollywood y tuve la suerte de conocer a grandes cineastas como el guionista Daniel Taradash, o Robert Wise, con el que tuve una verdadera amistad. Yo me sentía como en casa. Ellos también, aunque un poco extrañados de que un tipo de Madrid les pudiera hablar sobre los planos que hicieron en tal película.
Después volví a estar nominado y Billy Wilder me preguntó “¿otra vez?”. Era volver a ver a la misma gente prácticamente otra vez. Recuerdo que tuve la suerte de ir al Mundial de Estados Unidos del 94 y estuve de nuevo con Sidney Pollack, y con Robert Wise comiendo. Te sientes cómodo. Son las cosas que recuerdo con mayor alegría. Es la ilusión de conocer a estos gigantes que yo veía desde los cines de mi barrio y que luego eran gente extraordinaria de verdad.
Los nombres del cine español
Para concluir hablando de cine español, le agradeceríamos que nos dijese los primeros nombres que le vengan a la cabeza si le preguntamos por un director o directora de nuestro país
Antes hemos hablado casualmente de Ana Mariscal. Parece que aquí no ha habido directoras. Hemos tenido también a Margarita Alexandre, Pilar Miró…
En España hemos tenido suerte, hemos tenido unos directores extraordinarios. Yo me siento orgulloso de ser español porque Florián Rey me parece que es uno de los grandes directores que ha habido en Europa: La aldea maldita… Todo lo que filmaba.
Luego están los que estuvieron denostados por la política durante la época de Franco, como Rafael Gil, que hizo El clavo; es como una película de William Wyler. Todos los que había en esa época, como Juan de Orduña, Saénz Heredia… Fíjate en la película de Historias de la radio. Imagínate, una obra maestra.
En España hemos tenido suerte, hemos tenido unos directores extraordinarios”
¿Y Buñuel? Buñuel es uno de los más grandes cineastas. Es la cabeza del surrealismo. Es la inconsciencia, la mente que se va. Anda que no lo ha copiado gente. La pena es que tenían que haber hecho cine él y Dalí porque hubiera sido algo increíble.
Y de mi generación, por ejemplo, yo creo que el tipo más dotado era Antonio Drove. No encontró nunca el productor que le diera esa libertad que él quería. Y luego hay un cineasta extraordinario y ya vamos a parar, porque luego los que no salen se enfadan, que es que es nuestro Ozu particular, que es Víctor Erice.
En cuanto a productores: Dibildos, Pedro Masó… También hay escritores y guionistas estupendos como Rafael Azcona, Horacio, Carlos Blanco, etc.
¿Y de actores y actrices?
Yo creo que los mejores actores son los norteamericanos, argentinos y españoles. Los argentinos, porque creo que son los que mejor se han adaptado a lo del Actors Studio. En España, qué vamos a contar. Probablemente el mejor actor del siglo XX ha sido Fernán Gómez. Aunque también como director es extraordinario, así como escritor, director y actor de teatro… Era un todo.
Alfredo Landa es otro actor del siglo XX increíble. También José Isbert, Pepe Sacristán, Jesús Puente… He trabajado con los y las mejores. Con las Gutiérrez Caba, María Casanova… No podemos citarlos a todos.
Una película de cine español
Plácido. Va a ser mejor según pase el tiempo. Es el reflejo de lo que es España. Ahora ya no iría López Vázquez diciendo “siente un pobre a su mesa”, ahora sería “siente a un progre en su mesa por una noche”. Para mí, la mejor película de la historia del cine español.
Celebra en FlixOlé #80AñosConGarci