El álbum de fotos de Carmen Sevilla, la ‘novia de España’
Vistió de largo para todo un país y amenizó a ritmo coplero la rutina del hogar con populares películas de bata y mantilla. Cuando la peineta ya no sujetaba tanto moño, la ‘novia de España’ lo dejó caer, junto con otras prendas, y se convirtió en sex symbol del Destape (al tiempo que ponía los dientes largos a su ex). Poco después hizo un giro al cine de autor y demostró que su arte no podía encasillarse en un género concreto.
Carmen Sevilla, la ‘Carmen de España (y no la de Mérimée)’, alumbró toda una suerte de escenas y canciones que han quedado para siempre grabadas en la memoria del espectador. En FlixOlé nos perdemos por las galerías que guardan el mayor archivo fílmico del país, perteneciente a la distribuidora Mercury Films. Aprovechando la visita y echamos un vistazo al álbum de fotos de la ‘novia de España’.
Una de las primeras paradas que hacemos nos lleva a la película La hermana San Sulpicio (1952). El título de gran folclórica, y la fama que el mismo implicaba, acompañaba a una joven Carmen Sevilla cuando se calzó el hábito de monja para este largometraje de Luis Lucia. El director explotó la combinación de picardía y virtud que la andaluza expresaba con desparpajo; ya fuese a través de su mirada, cantes e incluso palmas. Dicha mezcla de sensualidad e inocencia se aprecia en la lista de diálogos de la obra:
La gran folclórica
La natural de Heliópolis ya había conquistado el favor del público. Lo siguiente fue ganarse su cariño incondicional. Éste, y el consiguiente sobrenombre de la ‘novia de España’, vinieron con el estreno de Violetas imperiales (Richard Pottier, 1925). En dicha coproducción franco española Carmen Sevilla interpretó a una gitanilla que, de vendedora flores, pasa a formar parte de la cohorte de la emperatriz Eugenia de Montijo. Allí atraerá la atención de Juan de Ayala, papel que encarnó Luis Mariano.
Los romances cinematográficos protagonizados por la folclórica y el admirado tenor, antes y después de Violetas imperiales, sin duda dieron de qué hablar en los mentideros… Y es que a la ‘novia de España’ le salían pretendientes por todos lados. La propia Carmen Sevilla admitió que el famoso cantante de opereta le llegó a pedir la mano; ella prefirió que la relación quedase en un “sólo como amigos”.
Durante las décadas de los 50 y 60, la actriz acrecentó su popularidad con numerosas comedias blancas donde lo typical spanish bailaba al son de sus coplas, soleares y sevillanas. El salero de la artista hizo que el propio Vittorio de Sica olvidase sus amoríos (ficticios) con Gina Lollobrigida y Sophia Loren al rodar la última entrega de Pan, amor y… Aquí os dejamos algunos fotocromos de la cinta en la que el maduro italiano bebe los vientos por la jovial andaluza en Pan, amor y… Andalucía (Javier Setó, 1958):
Adiós a la peineta
En el archivo de Video Mercury también encontramos hojas (fotografías) de escenas de El balcón de la luna (1962), cinta crepuscular del cine de las folclóricas; un tipo de musical que, paradójicamente, experimenta un dulce resurgir en la actualidad:
El cineasta argentino Luis Saslawsky tuvo la osadía de reunir en un tablao a las tres grandes folclóricas del momento: Carmen Sevilla, Lola Flores y Paquita Rico. Aunque muy amigas entre ellas, los diseñadores del cartel tuvieron que distribuir sus nombres en aspas para evitar que la comedia se tornase en drama. “Todo un acontecimiento cinematográfico”, como puede leerse en el pressbook de la obra:
Extinta la etapa cañí de Carmen Sevilla, ésta decidió reinventarse. Mientras el franquismo daba sus últimos coletazos y el cine comenzaba a destaparse, la actriz andaluza aceptó papeles ‘picantones’ en los que exhibía su cuerpo como nunca antes había visto el espectador. Sin llegar al denudo integral, con los 40 ya cumplidos, se erigió como musa del Destape y protagonizó varios títulos subidos de tono (La cera virgen, El apartamento de la Tentación y Sex o no sex, entre otras cintas).
Esta faceta desenfadada la compaginó con otro tipo de papeles en los que mostrar el busto sin complejos obedecía más bien a un argumento de peso. Se trataba de películas con carga narrativa donde la intervención de Carmen Sevilla, lejos de desentonar, dotó de solemnidad a la obra. Tal fue el caso de largometrajes como Nadie oyó gritar (Eloy de la Iglesia, 1973), No es bueno que el hombre esté solo (Pedro Olea, 1973), La loba y la Paloma y Beatriz (estas dos últimas de Gonzalo Suárez, 1974 y 1976 respectivamente).