Entrevista a Lidia García: “Carmen Sevilla fue una estrella de primer orden”

Hablamos de Carmen Sevilla, la última de una estirpe irrepetible de astros por las que Lidia García, investigadora en la Universidad de Murcia y autora del podcast y el libro ¡Ay, Campaneras!, siente una especial devoción. Charlamos con ella sobre la carrera folclórica, coplera y cinematográfica de ‘la novia de España’.
Tu entusiasmo por las folclóricas es un sentimiento que florece en generaciones que no vivieron dicho fenómeno en primera persona. ¿Qué tenían estas fulgurantes estrellas que absorben todo, sin importar el paso del tiempo?
Yo creo que esta fascinación tiene que ver con la construcción de feminidades muy poderosas. También con la construcción de una iconografía que cada una cultivaba con sus propias características. Lola era el sentimiento desatado, toda energía, mientras que Carmen Sevilla cultivó esa faceta de ‘novia de España’. Cada una de ellas construyó su nicho a partir de lazos de identificación que llegaron a la gente y continúan teniendo su recorrido.

Tu fascinación por las folclóricas, la copla, el cuplé y la zarzuela viene de tu madre: la escuchabas cantar mientras realizaba sus tareas. Un alivio de faenas, como te hemos oído decir. Primero en formato podcast, después en papel, con ¡Ay, Campaneras! creas una lista de reproducción de temas que han marcado nuestra historia. ¿Cantaba mucho a Carmen Sevilla tu madre?
Desde luego que sí. Cantaba mucho Carmen de España, canción que me interesa porque funciona como respuesta al arquetipo de Carmen, construyéndose la figura desde una mirada externa que ha torneado lo típicamente español. También cantó muchos éxitos que Algueró le escribió a Carmen Sevilla, como Cabecita loca, que ya formaba parte de ese folclore reinventado, más sesentero y con ritmos algo diferentes.
Mi madre cantaba mucho Carmen de España, canción que me interesa mucho porque funciona como respuesta al arquetipo de Carmen”
¿Qué imagen tenías de Carmen Sevilla (en tu libro hablas de que en la memoria la tenías como la señora de las ovejitas)?
Con Carmen Sevilla hago un ejercicio de disociación: por un lado era la señora adorable que salía en TV y que ejercía de abuela de España; y, por otro lado, en las películas veía que era una mujer con una belleza impresionante. Tenía una imagen de Carmen Sevilla desgajada.
En el libro cuento una anécdota con un compañero de piso que tuve. Era de Islandia y vio una foto de Carmen Sevilla en mi cuarto: me impactó cuando me dijo que Carmen Sevilla “estaba muy buena”, ya que yo tenía otra imagen de ella.
¿Cómo ha cambiado tu percepción de esta artista al abordar su obra y figura?¿Qué es lo que más te impresionó?
Yo creo que, en el plano cinematográfico, lo que más me pudo impresionar cuando me metí en su trayectoria fue cómo despegó fuera de nuestras fronteras. Son muy conocidas sus incursiones en Hollywood: esa María Magdalena en Rey de reyes, o que participase en el programa de Ed Sullivan. Tenía un recorrido que no se delimitaba a nuestras fronteras.

Conquistó a Sinatra, abofeteó a Charlton Heston y recibió un regalo de Cantinflas. No le faltaban pretendientes dentro y fuera de España a nuestra folclórica. Hablamos de una mujer que pudo triunfar en la meca del cine: Hollywood, pero rechazó esta oportunidad. ¿Por qué?
Sara Montiel hizo algo similar: intentó hacer su carrera allí y después se vino, pero siempre dijo que es mejor ser cabeza de ratón que cola de león. Tiene mucho sentido, porque en la época en la que ellas triunfaron, los papeles para dos mujeres españolas en Hollywood estaban muy delimitadas a ciertos arquetipos raciales.
No creo que hubiesen podido hacer muchos papeles protagonistas, más allá de la barrera del idioma. Creo que fue una decisión consciente e inteligente.
De bata y mantilla al Destape
El papel de Carmen Sevilla en sus inicios fílmicos fue ejercer de folclórica en películas de bata de cola y mantilla. ¿Qué destacarías de ese cine?¿Cuál es tu impresión al ver La revoltosa, Violetas imperiales o El balcón de la luna, entre otros títulos?
De la primera etapa hay ese intento, bastante consciente, de cultivar la imagen de ‘novia de España’ con historias muy blancas. Un ejemplo es La hermana San Sulpicio, Cuentos de la Alhambra… En Violetas imperiales tiene un papel dentro del imaginario cultivado por la mirada externa de la que hablábamos sobre Carmen: una gitanilla dicharachera que le da la réplica a Luis Mariano. Ahí se cultiva esa imagen muy blanca y familiar, muy acorde con la ideología nacional-católica con la que estaban alineadas estas películas.
Hay un caso interesante, ya no por cuestiones políticas sino con respecto a la moral sexual, como es la película La pícara molinera. Se graba en versión doble y, de repente, tenemos escenas para el extranjero de Carmen Sevilla con la blusa un poco desatada y la falda más alta; mientras que para la versión española hay una molinera rescatadísima.
¿Se explotó esa imagen entre recatada y sicalíptica de Carmen Sevilla, entre picardía y virtud?
Eso es un tándem que siempre ha funcionado muchísimo, desde las cupletistas. Pienso en Chelito, a la que llamaban ‘la pícara ingenua’. Esa ambivalencia es un terrero muy fructífero para abonarlo de una sensualidad que, en última instancia, sea asimilable para la sociedad del momento.
Hablabas también de El balcón de la luna. Para mí, y creo que hay bastante consenso, funciona como un fin de ciclo a todo ese cine folclórico. Aun con una línea ideológica marcada, estas películas trataban de relumbrar a las grandes figuras: la historia era lo que menos importaba; importaba que se luciera la folclórica de turno. El balcón de la luna es una hazaña al conseguir juntar a las tres ‘miarmas’.
Su matrimonio con el compositor Augusto Algueró tuvo consecuencias en su carrera cinematográfica… En tu libro mencionas un chascarrillo que lanzó Lola Flores: «Yo quiero que en el gobierno le den un puesto a Marisol y voten por la Montiel y Carmen Sevilla sin Algueró».
No sé hasta qué punto es cierto, es complicado determinarlo, pero cuando se habla de ese cine de aproximación al Destape (un Destape blandito), siempre se dice que todas estas películas funcionaron como una especie de venganza de Carmen Sevilla hacia él (Algueró). Él hacía lo que le daba la gana, pero después era muy celoso con ella.
La copla está llena de sensualidad por todas partes. No es de extrañar que muchas folclóricas acabaran reinventándose dentro del contexto de la Transición”
Hay un apartado que llamas ‘Del tápame al Destape’, donde mencionas cómo llegó el erotismo a la copla, también a un cine en un país que llevaba años arrastrando la sequía sexual… Carmen Sevilla se convirtió en toda una sex symbol, aunque ella afirmaba que no enseñaba tanto. Sex o no sex, o prolegómenos como La cera virgen o El apartamento de las tentaciones fueron algunos de los ‘affaires’ que la actriz tuvo con el Destape. ¿Qué nos puedes contar de esta relación entre copla y erotismo?
Al final es una relación muy íntima, nunca mejor dicho. Casi todas las historias de la copla, por no decir todas, orbitan en torno a la cuestión del amor, y a la pasión en particular, ya que son amores difícilmente contenibles. Es cierto que en la copla esta pasión se disfraza en un aparato metafórico que funciona como embellecedor y contenedor de estas pasiones. El público rescataba de manera muy eficaz esos mensajes.
La copla está llena de sensualidad por todas partes. No es de extrañar que muchas folclóricas acabaran reinventándose dentro del contexto de la Transición, en esos entornos de cierta liberación sexual, entre comillas.

Luego llegaron otro tipo de papeles, más solemnes: No es bueno que el hombre esté solo, Nadie oyó gritar, La loba y la paloma… Aunque se apartan un poco del ambiente folclórico que tanto te gusta, ¿han logrado atraer tu interés?
Confieso que cuando no canta, me pierdo un poco. Me suele interesar el cine en el que se integra la música.
Se recuerda a Carmen Sevilla como ‘la novia de España’, pero ¿qué significa para ti su figura?
Dentro de donde yo me muevo, forma parte de la historia de la copla, y además de manera insoslayable. Ella misma nace dentro de la copla: su padre colaboró en la composición de temas ‘recordadísimos’ en los inicios del género.
Carmen Sevilla, en el cine, fue una estrella de primer orden, y una artista con bastante capacidad. Esto me parece interesante porque a veces se penaliza, sobre todo en aquellas mujeres que, a cierta edad, no renuncian a estar en el ojo público. Ella tuvo mucha inteligencia, se reinventó e hizo autoparodia. Eso es muy rescatable y conforma toda esa trayectoria importante que tuvo.