Cómicos, amor y hambre de toda una profesión
Cómicos, amor y hambre de toda una profesión
Cumplida edad para saber cómo ganarse las habichuelas, Juan Antonio Bardem fue abordado por su padre para conocer en qué faena (de provecho) se emplearía. El cine ocupaba el pensamiento del joven, pero sabía que si esa palabra salía de su boca, el sermón estaba garantizado. El hecho de ser el primogénito de un matrimonio de reputados actores, Matilde Muñoz Sampedro y Rafael Bardem, tampoco sería una baza que pudiese utilizar en su favor; más bien, todo lo contrario.
La precariedad en la mal pagada vida del artista era un amargo que los padres cómicos de Juan Antonio Bardem quisieron evitarle. Sin embargo, su hijo había nacido en el teatro y había crecido entre bastidores, algo que sin duda despertó en él una irrefrenable pulsión cinematográfica. La disuasoria ingeniería agrónoma que realizó no lo apartó de una carrera fílmica que supuso una auténtica revolución del panorama audiovisual nacional, al tiempo que dejó su huella en la heráldica familiar.
Precisamente, en su primera película como director en solitario, Juan Antonio Bardem quiso rendir un particular homenaje a la tradición cultural de sus allegados con Cómicos (1954). Retrato agridulce de las compañías itinerantes de teatro, y de sus supervivientes integrantes, este “documental apasionado” (en palabras del propio autor) se convirtió en un silencioso y solemne aplauso a la profesión. También en un relato costumbrista que exponía las penurias a las que se veían abocadas las personas que creían vivir del teatro; cuando en realidad vivían por y para el teatro.
La esperanza, la “sucia esperanza”
Con un guion extraído de los recuerdos de Juan Antonio Bardem, el director nos brinda uno de los mejores inicios del cine español en la película Cómicos. Lo hace con un mapa anatómico sobre los personajes de una compañía teatral de la época, jerarquizados dichos puestos por el ‘tanto ganas, tanto vales’.
De esta manera se nos presenta a la primera actriz, la veterana Carmen Soler (Rosario García), aferrada con uñas y dientes al papel principal; al segundo galán, Miguel Solís (Fernando Rey), al que se le ha pasado el arroz para llegar a primer galán; el actor de carácter, quien ya no tendrá más oportunidades; la mujer de éste, Matilde Agustín (Matilde Sampedro), que hubiera preferido quedarse “con sus chicos”; la amante, Margarita (Emma Penella); o el meritorio, que no cobra un duro… Así hasta llegar a Ana Ruiz (Elisa Galvé), la joven protagonista que confía en dejar por fin los pequeños papeles de 20 líneas y demostrar que es una buena cómica.
Todas estas almas cuasi en pena movidas por vocación cómica comparten sueños en un vagón de tren que les llevará a la próxima parada de la tournée. La desilusión, en cambio, hace mella en algunos de los integrantes de la compañía, que se apean del convoy antes de llegar al destino. Esa suerte no la compartirá Ana Ruiz, cuya esperanza le dará fuerzas para continuar con los paseos del teatro al hostal, y vuelta; a vivir de anticipos y a seguir con la exigente y sacrificada rutina que marca la tablilla colgada en los camerinos. Paradójicamente, será la esperanza, la “sucia esperanza” en palabras de la protagonista, la virtud que le ayudará a alcanzar la efímera recompensa: el aplauso del público.
Un mensaje que llega a nuestros días
No obstante, la verdadera ovación le llegará a Ana Ruiz con la platea vacía. El realizador desliza entre líneas un moralizante mensaje en el último acto de la película Cómicos, cuando la protagonista rechaza el papel de primera actriz si ello supone convertirse en la querida del empresario teatral Carlos Márquez (Carlos Casaravilla). Dignidad y compromiso, dos de las señas de identidad del cine de Juan Antonio Bardem, quedan escenificadas en esta carta de amor a la profesión con la que el director debutó en solitario.
A pesar de considerarse como uno de los mejores trabajos del patriarca de los Bardem, nominada además en la Sección Oficial de Cannes, Cómicos ha quedado como una de las grandes olvidadas dentro de la excelsa filmografía del cineasta. Ello no ha sido óbice para ejercer como antesala de El viaje a ninguna parte de Fernando Fernán Gómez y sus cómicos de la legua, o de inspiración en el discurso que pronunció Javier Bardem cuando recogió el Oscar. Y es que, lamentablemente, la vida de los cómicos no ha cambiado tanto como se esperaría.