CARLOS MARAÑÓN, `CARLETO´, Y SU RELACIÓN CON EL CINE ITALIANO

En FlixOlé cerramos la programación especial sobre clásicos italianos con la entrevista al director de la revista Cinemanía, Carlos Marañón, quien nos hablará sobre su relación con el cine italiano.
Recientemente hemos estrenado en FlixOlé una colección de clásicos italianos en la que se encuentran títulos como La dolce vita, Mamma Roma, Los inútiles… Como cinéfilo y profesional del séptimo arte, nos gustaría conocer tu primer contacto con el cine Italiano.
Carlos Marañón: Antes de mencionar los clásicos, si hablo del cine de mi infancia, o del cine que me marcó, tengo que empezar por otra serie de películas, que también están en FlixOlé. Me refiero a las películas de Bud Spencer y Terence Hill. Cambia la vida en el momento en el que uno se da cuenta de que Bud Spencer y Terence Hill son, en realidad, actores italianos. Es uno de esos días en los que sabes que el cine es todo una mentira, una maravillosa mentira que hay creerse porque nos hace la vida mejor.
He visto muchísimas de Bud Spencer y Terence Hill cuando era crio, en aquellas sesiones continuas de Dos súper dos, Le llamaban Trinidad… Era absoluto fan de niño. De mayor cuesta más encontrar el momento de ver ese cine. Ahora que tengo hijos pequeños, es una estupenda vuelta al pasado. No me olvido de que, ese cine, es cine italiano en su esencia.
Yendo un poco más allá, la primera experiencia potente que tuve con el cine italiano fue La muerte tenía un precio, de la Trilogía del Dólar. Pude verlas en el cine, ya que se reponían muchísimo cuando yo era pequeño, en aquella Barcelona de principios de los años 80’s. Los cines de reestreno que existían entonces ponían las tres películas: Por un puñado de dólares, La muerte tenía un precio y El bueno, el feo y el malo. Las veías sin saber muy bien que eso era cine italiano, pero eras consciente de que estabas viendo algo diferente al western clásico que veíamos en la televisión (al western de John Ford, de John Wayne, la “vaquerada” más canónica norteamericana que se veía mucho en casa en la televisión). Esa fue mi primera sensación de estar viendo cine italiano de verdad.
Tengo que decir además que en mi casa siempre me han llamado “Carleto”, como le llaman ahora al entrenador del Real Madrid. En mi caso es porque mi madre leía las revistas papel cuché de entonces, que se dedicaban a personajes mucho más interesantes que a los que recoge ahora la prensa rosa en general. A mi madre le marcó que al hijo de Sophia Loren y Carlo Ponti, productor de todas sus películas y de muchas de las que están en vuestro ciclo, le llamasen Carletto, que no es más que Carlitos. Es el diminutivo de Carlos en italiano. Para diferenciar a Carlo Ponti de Carlo Junior, al último le llamaban Carleto. Por eso mi madre empezó a llamarme “Carleto” de pequeño, y es el nombre por el que me conocen mis amigos.
El cine es todo una mentira, una maravillosa mentira que hay creerse porque nos hace la vida mejor”
Dejando de lado esta anécdota, comencé a tener referencias con el cine italiano con las comedias que podía ver en televisión; no las del Neorrealismo, sino las comedias posteriores, de los años 50’s, como: Pan, amor y fantasía, Pan, amor y celos, De Sica como actor…
A partir de ahí, con más esencia, filmoteca y más universidad, fui rescatando todo. Desde Ladrón de bicicletas, por supuesto, al resto de películas. Es entonces cuando se creó el vínculo con el cine italiano más intelectual; no tanto con el cine italiano popular (que es con el que empiezas de joven).
Hay a veces que parece que ese es el orden lógico. Has comenzado hablando de las películas de mamporros, luego un poquito del Spaghetti Western, dando paso a las comedias italianas y, finalmente, ese neorrealismo que casi va ligado a un periodo de madurez…
Carlos Marañón: Sí, está claro. Aunque tengo que decir que Ladrón de bicicletas es una película que yo se la he puesto a mis hijos. Es una película en la que el protagonista es un niño, y siempre que hay una película con un protagonista niño, el público infantil la sigue de arriba abajo. Pero, obviamente, es una película que te está contando muchísimas más cosas. Por otro lado, aunque en Alemania, año cero también hay niños, ya se trata de una película con un calado tremendo.
La verdad es que es grandioso el cine italiano. Si tengo que elegir filmografía, he de decir que el quinteto de De Sica, Rossellini, Visconti, Pasolini y Fellini, sumado a Di Norris y Morichelli, más Ettore Scolla y los directores actuales, no le tienen nada que envidar al cine francés, que pasa por ser más prestigioso. A mí me apetece más ver una película italiana clásica que una francesa. Mi disposición, no sé si porque lo latino me tira más, hace que me quede con la filmografía del cine italiano.
A mí me apetece más ver una película italiana clásica que una francesa”
Has hablado de Neorrealismo, la Comedia Italiana… ¿Con qué etapa del cine italiano te quedarías actualmente?
Carlos Marañón: Personalmente, el neorrealismo me parece maravilloso, pero me quedo con la comedia. Al neorrealismo le cuesta soltarse al principio; es todo demasiado grave. Me quedo con la comedia pasado el auge neorrealista puro, cuando ha calado en el aspecto formal, y forma parte de la manera en la que dirigen todos los cineastas (mucha calle, mucho de lo que le pasa a los seres humanos en sus casa, los problemas económicos… toda esa temática). Incluso los dramas de la época, me gustan más en esa segunda etapa de finales de los 50’s.
Creo que ahí, nuestro cine (el cine español), retomó muy bien ese auge neorrealista. Ahí también creo, aunque en menos cantidad, que nuestro cine está a la altura de las grandes películas italianas. La influencia y la ida y vuelta, con Marco Ferreri, nos vino muy bien. Cuanto más se parecen entre ellas es cuando más me gusta.
Es notoria esa influencia del Neorrealismo en las películas españolas. Has mencionado a Marco Ferreri, pero ¿cuáles serían esas cabezas del neorrealismo español?
Carlos Marañón: Obviamente, Bardem y Berlanga. Ya sea juntos o por separado: Muerte de un ciclista y Calle mayor, por parte de Bardem; y por Berlanga, todo Berlanga. Esa coralidad es muy italiana y latina.
Nieves Conde, con Surcos, por supuesto. Por otro lado, aunque el policiaco barcelonés tiene más de cine negro norteamericano, esas películas funcionan muy bien sacando la cámara a la calle. También mencionar a Ladislao Vadja y Marco Ferreri, un italiano que trajo el neorrealismo demostrando que gustaba y funcionaba: El cochecito es una de las películas míticas. Esos cinco nombres, seguro.
Cerrando el capítulo denso del Neorrealismo, comentar que tenemos la Trilogía de Sica: Ladrón de bicicletas, Milagro en Milán y Umberto D., ¿es el neorrealismo un lenguaje universal del cine en términos sociales?
Carlos Marañón: Es el común básico, la esencia básica. Quien hace bien eso, es el maestro principal. Woody Allen o Martin Scorcese han mamado de ese cine y, a partir del cual, han hecho su cine. Sin esa base, no habría nada. Entronca con un tipo de cine que en su momento hizo Chaplin, Buster Keaton, mezclando comedia y drama. Esta mezcla es la clave temática, que marca el estilo del neorrealismo, y de cómo evolucionó en Italia.
Obviamente, me parece un cine básico en el sentido de esencia, no de sencillez; es más, todo lo contrario. Sin ello no habría nada.
De la citada tríada, ¿cuál te despierta más empatía?
Carlos Marañón: Me gusta Ladrón de bicicletas, puesto que me parece la más básica; aunque Milagro en Milán me gusta por su realismo mágico, que es otra aportación. Creo que de las tres, esta última es la que ha quedado más olvidada. Umberto D. tiene esa tristeza canónica, con un perro además. Por un lado tenemos una película con un niño y un padre en paro, por otro un señor mayor con su pensión y un perrito, mientras que Milagro en Milán es un poco distinto.
Yo me quedo con Ladrón de bicicletas, quizá por ese partido de fútbol que se muestra y que me hace poner los ojos en ese autobús de aficionados que pasa… Me parece una obra maravillosa y maestra. No hay nada que digas que no funciona en dicha película.
Es el común básico, la esencia básica. Quien hace bien eso, es el maestro principal”
Más allá del neorrealismo, hay otros géneros que nos han dejado escenas icónicas, como a Anita Ekberg bañándose en la Fontana di Trevi en La dolce vita, o la escena final de La noche… ¿Qué escenas te vienen a la mente del cine italiano?
Carlos Marañón: Se nos ha olvidado Antonioni… No es de fácil acceso pero tiene diversos niveles de lectura. La noche es tremenda, como toda la trilogía: La noche, La aventura y El eclipse me parecen superiores. De la primera, me quedo los paseos por ese barrio nuevo que te dejan una sensación de vacío absoluto; de la isla de La aventura, donde se pierde una persona entre las rocas…
Por lo que respecta a Fellini, me quedo con esos “inútiles” esperando a que pase algo en Rímini, una ciudad donde no pasa nada, gente que no tiene problemas económicos y que son unos NI-NI de aquel momento.
De Rossellini, me quedo con Roma, ciudad abierta y ese último plano final con la mujer desgarrada; de Sica vamos a quedarnos con Ladrón de bicicletas y ese hombre al que le pillan al final… Visconti tiene también cosas sensacionales, y aunque sea quizá más de adaptaciones literarias, tiene películas ‘superpotentes’.
Cambiando de tercio, y en esa línea de géneros, nos adentramos en el Giallo con Dario Argento, embajador de este apartado. Hemos estrenado Rojo Oscuro junto al resto de clásicos. Personalmente, ¿te atrae este género?
Carlos Marañón: Tengo que reconocer que he llegado tarde al Giallo. No soy gran aficionado al cine de terror. Trato de verlo como crítico o periodista cinematográfico, pero no como aficionado. Veo lo que hay que ver, y lo que es ineludible. Si merece la pena la película, la veo; y obviamente rescato los clásicos.
Creo que el Giallo funciona como generador de impulsos: ha marcado a mucha gente que lo ha visto y ha hecho que el cine de terror avance por unos caminos diferentes. Ya sólo por eso merece tenerlo en cuenta, al margen de que personalmente no me guste desde ningún punto de vista. No obstante, Suspiria es extraordinaria; Rojo oscuro también me parece una película importante.
No soy degustador tampoco de la Hammer, pero he tenido que ver, y sé que ese cine ha marcado lo que ha venido después. Es insoslayable y hay que caer en algún momento en ese cine.
Para ir acabando, vamos a sacar un tema que sabemos que te gusta: el fútbol. En estas pelis que subimos a FlixOlé, está el Modena-Roma en Ladrón de bicicletas; en Mamma Roma, de Pasolini, también hay guiños a este deporte ¿Qué experimentas al ver fútbol en el cine?
Carlos Marañón: Llámalo sexto sentido, querencia o friquismo atroz… Cualquier conversación, camiseta, personaje, hace que me salte una alarma interior y eso hace que esa película gane inmediatamente puntos. Eso es así. En el cine italiano, desde Roma, ciudad abierta hasta cualquier otra película, aparecen niños jugando al fútbol en la calle, referencias… En Mamma Roma aparecen referencias a la Lazio, por ejemplo.
Hay películas italianas de la época que son de fútbol, como Los héroes del domingo, en la que podemos ver a Raf Vallone, un clásico del cine italiano con rostro durísimo, fue futbolista del Milán, jugando algún partido de liga; en La domenica della buona gente, que aquí se llamó Sucedió en Roma que también es alrededor del fútbol, lo que sucede en Ladrón de bicicletas. Todo pasa en el momento en el que el público, que va en bicicleta al estadio, deja sus bicicletas allí y entonces él puede plantearse devolver lo que le han hecho a él.
El fútbol forma parte también de la cultura italiana, como pasa en el cine español. Creo que ellos, como fueron primeros, le han dado un poco más de valor; después ha habido mucho cine italiano con referencias. Hay incluso una película que se llama Italia-Alemania 4-3, basada en un partido del mundial del 70’.
En nuestro cine popular, de barrio, hay muchas referencias al Real Madrid y a las Copas de Europa por que, obviamente, era algo que estaba muy en boga. La simbiosis fútbol y cine, cuanto más sale el cine a la calle, más se encuentra con ello.
El fútbol forma parte también de la cultura italiana, como pasa en el cine español. Creo que ellos, como fueron primeros, le han dado un poco más de valor”
Eres periodista, cinéfilo, futbolero. Siempre que puedes hablar de fútbol, dentro de tus artículos, qué une a un cinéfilo y a un futbolero
Carlos Marañón:Te diría que hay muchos pero, sinceramente luego me doy cuenta de que a pesar de ser las dos pasiones más importantes del siglo XX y de lo que llevamos del siglo XXI, siempre han casado un poco mal. A los futboleros no les apetece ver películas que tengan algo de contenido en el ciney a la gente cinéfila le da pereza a veces ver cosas vinculadas al fútbol, vincular cine con fútbol. Es un mecanismo curioso.
Independientemente, ambos funcionan ante la multitud pero, cuando los juntas, pierden adeptos. Soy muy friqui. Yo llevo el fútbol en la sangre, y es una cosa irracional; es algo que me mueve. Mi pasión racional es el cine, mi formación sentimental, desde niño y formación académica. No sé de qué manera lo hago, pero intento unir cabeza y corazón. Me reconforma seguir encontrando escenas y películas. Son más de las que parecen.
¿Cuál se llevaría el balón de oro?
Carlos Marañón: Once pares de botas me parece una película estupenda. Tiene anacronismos importantes y es muy defendible y chula de ver; sobre todo para ver cómo era el fútbol de los 50’s. Igualmente, yo me quedo con The Damned United.