La huella del crimen, crónica de la España Negra
“La historia de un país es también la historia de sus crímenes. De aquellos crímenes que dejaron huella”. Esta era la enigmática frase con la que comenzaba sus episodios la serie de TVE, La huella del crimen. Una producción para el ente público que se alargó durante tres décadas mediante tres tandas diferentes de episodios. Mucho antes de que el fenómeno Tru crime inundara las plataformas de contenido, el periodista Pedro Costa y una lista de estupendos directores analizaron la España del siglo XX a través de algunos de sus crímenes más famosos y extraños.
La crónica de sucesos o crónica en negro, no es un fenómeno desconocido para nuestro país. Si nos remontamos a finales del siglo XIX, podremos encontrar antecedentes patrios de este particular subgénero; muchos de ellos firmados por Emilia Pardo Bazán. Cuando la novelista se inspiró en un crimen real, el crimen de Erbeda, para escribir La piedra angular, lo hizo entendiendo que partir de lo trágico ofrece una perspectiva única para realizar una radiografía del país.
Sin embargo, el verdadero boom popular de la crónica de sucesos nacional vendría a partir del 1952, y de una manera mucho más mundana. La fundación de un semanario dedicado por completo a los crímenes de la España franquista. Estamos hablando, por supuesto, de El Caso. Fundado por el periodista Eugenio Suárez Gómez, su aparición coincide con lo más cerrado del régimen franquista. Despreciado por la alta cultura, y llamado vulgarmente como “el periódico de las porteras”, se convierte en la publicación más importante de tirada nacional. Gracias a crímenes populares como el de Jarabo, para las clases menos pudientes, la publicación se convierte en una suerte de serial a la que prestar una continua atención y que permite además un contacto con la realidad más allá de la propaganda política. En su crónica de crímenes, estaban presentes los pecados principales de una sociedad tan cerrada que no era capaz ni siquiera de conocer sus miserias.
Una serie pionera
De las páginas de El Caso, sale un joven periodista con aspiraciones a cineasta. O quizás habría que decir lo contrario, porque antes de enrolarse en el noticiero negro, Pedro Costa ya había saltado a la fama como director. En 1967, tras licenciarse en la Escuela Oficial de Cinematografía, lanza un manifiesto a favor de un cine libre de injerencias políticas. No sería hasta la democracia, en 1983, cuando debutó en el cine con El caso de Almería, basado en una historia real que en cierta manera adelantó algunas de las claves de la serie de televisión que estaba por llegar.
Dos años más tarde, en 1985, TVE ya tenía lista para su estreno La huella del crimen. La serie recogería algunos de los casos más morbosos y famosos de la España del siglo XX -tan sólo uno pertenecería al siglo anterior- y contaría con un elenco de cineastas de primera fila para rodar los episodios. En formato largometraje pero de duración reducida (apenas una hora), durante la primera temporada desfilaron Juan Antonio Bardem, Vicente Aranda, Angelino Fons, Pedro Olea, Ricardo Franco y el propio Pedro Costa.
Jarabo es quizá una de las obras más celebradas de esta primera hornada. No sólo porque cambió la concepción para el público de Sancho Gracia sino por la relevancia popular del caso. El actor, siempre conocido por sus papeles de galán y de héroe, mostró su lado más sádico y oscuro en este retrato de un golfo adinerado venido a menos. Los crímenes y perversiones de la alta sociedad también eran una manera de ajustar las cuentas con las desigualdades de la época.
El Crimen de la Calle Fuencarral fue otro de los sucesos más conocidos de la época. En esta ocasión, fue el veterano Angelino Fons el encargado de ponerlo en imágenes. Interpretado por Carmen Maura, volvía a insistir en las desigualdades sociales entre pobres y ricos. El asesinato de una acaudalada señora de Madrid es llevado de la peor de las maneras por la policía e instituciones. Uno de los primeros grandes casos mediáticos de España. Atraídos por lo morboso del crímen, la sociedad se debatió entre la inocencia de la principal acusada, la criada de la casa, y acusar al hijo de la señora, que pese a estar en prisión, salía cuando quería por conexiones políticas. Es fácil saber quién cargó las culpas.
Secuelas y legado
Ante la buena acogida de la primera tanda de episodios, TVE no tardó en encomendar a Pedro Costa para una secuela. El formato no variaría apenas nada con respecto a la primera temporada. Seis episodios con misma duración e incluso algunos directores como Ricardo Franco, Vicente Aranda o el propio Costa repetirían detrás de la cámara.
Esta segunda temporada comenzaría con uno de los crímenes más famosos y misteriosos de la burguesía catalana: el asesinato de la prostituta, Susana Broto. Interpretada por Silvia Tortosa. A diferencia de otros casos, el episodio dirigido por Costa, comienza con un cartel explicativo ajustándose que la ficción representada difiere de los hechos reales. El equipo creativo, en un caso único, apostaría por ceñirse a la versión popular que afirmaba que la prostituta había sido asesinada por una conspiración de la alta sociedad antes que a los hechos oficiales.
La serie seguiría rayando a una excelente altura, destacando los episodios dedicados al Crimen de las estanqueras de Sevilla y el Crimen de Don Benito. En estos, nuevamente, las injusticias sociales y la corrupción de las autoridades eran los principales temas de discusión.
Es conocido por todos que el episodio final de la serie, basado en el crimen de La canal, fue hinchado a largometraje por petición del propio Pedro Costa; y de su realizador Vicente Aranda. Lo que en principio iba a ser un episodio más, acabó enraizado con las obsesiones personales de su realizador. Nació así Amantes, una de las películas más celebradas de la década de los noventa. El resto es historia. Victoria Abril, Maribel Verdú, Jorge Sanz y su pañuelo…
El triunfo de la película se podría decir que, en cierta manera, oscureció los logros conseguidos durante la segunda temporada. A pesar que el propio Pedro Costa inició proyectos similares como su largometraje, El crimen del Cine Oriente, la España del desarrollismo frenético ya no tendría tiempo para mirar los crímenes de su pasado.
En 2009 y alentado por el legado de su título, Pedro Costa volvería a la carga con tres largometrajes; esta vez sí, de duración completa, que se emitirán en TVE. El secuestro de Anabel, uno de los grandes hitos mediáticos de la crónica negra de la década anterior, el rapto mediático de una niña bien por dos ‘sin vida’ en plena urbanización de La Moraleja sería el mejor resumen de la temporada.
Con el paso del tiempo, los episodios, a pesar de la buena acogida de audiencia, pasarían sin dejar recuerdo alguno; aun con el renombre de alguno de los casos, como El crimen de los marqueses de Urquijo.