Un, dos, tres… Al escondite inglés, el (no) boicot a Eurovisión de Iván Zulueta
Escrito por Aarón Ortega
Un año después del triunfo de Massiel en Eurovisión con su «La, la, la», España se engalanaba para ejercer de anfitriona en la nueva edición del certamen musical. Mientras el régimen autárquico de turno se colgaba una moderna pajarita que distrajese la mirada del resto de su atuendo gris, en la trastienda cinematográfica se pergeñaba un film de psicodélicas proporciones que se reía del impostado complemento y de sus remiendos sonoros. La película Un, dos, tres… Al escondite inglés se convirtió en el Help! de Richard Lester del cinema pop español, y su (no) director, Iván Zulueta, en el David Lynch pop ibérico.
Los años sesenta se despedían de nuestro país con los pantalones de campana y minifaldas abriéndose paso por la férrea moral impuesta. La tímida apertura de España en la década no sólo sirvió para endosar abanicos con el toro de Osborne y muñecas flamencas a turistas y militares americanos, sino que éstos también dejaron su suvenir en forma de peinados, ropas y música. La población asimiló el estilo de vida foráneo y la incorporó a sus rutinas. Al alimón del desmelenamiento, la juventud se colgó la guitarra y comenzó a emular las notas extranjeras. Así fue cómo, a través de la música pop, la península fue abrazando verdaderamente la modernidad.
Pero el pop no se iba a quedar únicamente en los rasgueos, sino que también tendría su eco en otras disciplinas artísticas; entre ellas el cine. Por aquel entonces, el séptimo arte del país vivía su particular revolución con el Nuevo Cine Español; sin embargo, la profundidad de campo de la cámara de dicha corriente no tenía precisamente a foco el ‘Flower Power’ juvenil. Las películas ye-ye de la vieja escuela tampoco captaron del todo la esencia del fenómeno, ya que no dejaban de ser comedias un tanto más desenfadadas. Fueron largometrajes como Un, dos, tres… Al escondite inglés de Iván Zulueta los que verdaderamente transmitieron esa psicodelia en la gran pantalla.
Los puntos Benday de Zulueta, la EOC y Último grito
El portfolio artístico de Iván Zulueta ya contaba con buenos bocetos antes de su ingreso en la Escuela Oficial de Cine (EOC). Allí coincidió con una envidiable remesa de cineastas: Pilar Miró, Antonio Drove, Jaime Chávarri, entre muchos otros. Igualmente, el natural de Donostia había viajado a Nueva York, donde bebió a morro de la sopa Campbell de Andy Warhol y se perdió entre los puntos Benday de las viñetas de Roy Lichtenstein. Este contacto directo con el pop art y el cine underground, sumado al duende interno y a su marciana visión, confluyeron en una sempiterna obra compuesta por cortometrajes, carteles y películas.
“Tenía un talento excepcional”, decía del artista vasco el director y productor José Luis Borau. Éste ejerció de profesor de guion de Zulueta en el EOC y formó parte del jurado que suspendió su práctica final Ida y Vuelta (1968). Paradójicamente, después de catearle, Borau le contrató en su productora ‘El Imán’. Poco después, Iván Zulueta se convertiría en el (no) primer director de la primera película producida por Borau: Un, dos, tres…Al escondite inglés.
Esta crónica rebelde-musical en 35 mm fue el salto lógico del joven de San Sebastián a la gran pantalla, sobre todo teniendo en cuenta su experiencia en el magazine cultural Último Grito. Este programa de la Segunda Cadena de TVE, conocida entonces como UHF, se creó para conectar con el público juvenil y fue dirigido en un primer momento por Pedro Olea, quien contactó con Zulueta para que le ayudase en el proyecto.
Esta batidora cultural en la que tenían cabida toda clase de contenidos de actualidad acrecentó la fama vanguardista y rompedora de Iván Zulueta. Sus diálogos visuales, anárquicos movimientos de cámara, cut-ups y juegos de iluminación supusieron una experiencia innovadora que sin duda atrajo la atención del espectador. «Es la expresión más cabal, gozosa, eficaz y alegre de televisión moderna que existe en TVE», llegó a destacar ABC sobre el programa.
El boicot a Eurovisión
La idea de convertir en película Último Grito y, de paso, burlarse de la pomposidad del festival de Eurovisión, desembocó en la cromática gramola de Iván Zulueta: Un, dos, tres…Al escondite inglés. En esta se nos presenta a un grupo de jóvenes aficionados al rock y pop anglosajón que regentan una tienda de discos donde sólo venden lo que les gusta. Después de conocer la canción finalista para representar a España en la gala Mundocanal (Eurovisión), llega el momento de elegir la banda que interpretará el tema. El grupo de amigos boicoteará la participación española en el festival, y se dedicarán a atacar a todos los conjuntos musicales pop del momento que se atrevan a cantar la vergonzosa canción.
Relatada a través de videoclips de grupos musicales del momento como Los Buenos, Los Íberos, Fórmula V, Los Mitos y Shelley y la nueva generación, entre otros, la película cuenta son numerosas extravagancias; dentro y fuera de cámara. Empezando por la dirección de la película, la cual no recayó -en los créditos- en Zulueta, sino en el propio productor: José Luis Borau. Al no disponer del título de la EOC ni contar en su CV con el puesto de primer ayudante de dirección, el Sindicato del Espectáculo impidió que el joven donostiarra pudiese firmar con su nombre.
La segunda excentricidad tenía que ver con la falta de guion que acompañaba al rodaje. El mismo se improvisaba sobre la marcha en base a los textos que Jaime Chávarri traía cada mañana. El ingenio, y en algún momento la ingenuidad, hicieron el resto. Tal era el disparate que los propios videoclips se grababan cuando los grupos acudían al programa Último Grito; allí les rodaban “casi sin que se enterasen, otro playback para la película”, admitía el propio Zulueta en una entrevista en TVE.
La primera película maldita
Para Un, dos, tres…Al escondite Inglés, Iván Zulueta tiró de material recopilado para el programa de televisión, pero también de sus caras conocidas, como Judy Stephen, o en el caso de José María Íñigo, de bigotes conocidos. Asimismo, contó con Luis Cuadrado como director de fotografía, algo que no dejaba tampoco de llamar la atención dado que por aquel entonces acostumbraba largometrajes un tanto más solemnes.
Finalmente, el boicot a Eurovisión no fue tal. El estreno tardío de la película caducó las canciones de la película, lo que sumado al hecho de que el público al que iba principalmente dirigida no pudiese verla, convirtieron a Un, dos, tres…Al escondite inglés en la primera cinta maldita de Iván Zulueta. A pesar de ello, el largometraje se convirtió en todo un icono pop que aportó modernidad a una España que todavía caminaba hacia ella.
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