Repasamos la vida y películas más exitosas del oscarizado cineasta español José Luis Garci, quien este mes de enero cumplirá 80 años
No solo le basta con haber sido el primer director español en haber ganado un premio Oscar. Tampoco con habernos regalado una filmografía que, cuando más se necesitaba, funcionó como cronista -a ratos desesperanzada, a ratos vitalista- de su tiempo; o con llevar a Madrid la suciedad y el frío de la época dorada del noir americano; o con adaptar clásicos de nuestra literatura como El abuelo o La herida luminosa.
Porque José Luis Garci, que este mes de enero cumplirá 80 años, es mucho más que un cineasta o un escritor. También es un divulgador, seguramente de los más influyentes en materia cinematográfica de nuestro país. Desde aquel estudio de TVE de los 90 -donde el humo del tabaco y las intensas reflexiones sobre cine formaban parte de un todo- a sus distendidas reuniones de hoy con sus amigos los Cowboys de Medianoche, Garci lleva casi treinta años al mando de una fábrica que crea cinéfilos generación tras generación.
Y, gracias a esta pasión de Garci por compartir su visión acerca del cine, hemos podido escuchar una de las definiciones más certeras y bellas sobre este arte que tanto amamos: “el cine es una vida de repuesto”.
De la crítica al guion para dar el gran salto
Garci es, con total seguridad, el autor que más y mejor ha sabido plasmar la nostalgia, ese sentimiento de añoranza por los tiempos pasados, de tristeza por lo que nunca más podrá ser vivido. Por eso, y sobre todo ahora, a este madrileño -con medio corazón asturiano- nacido en plena posguerra muy pocas veces le oiremos hablar sobre aquellos años difíciles sino, más bien, de cómo se enamoró del Atleti yendo con su padre al Metropolitano, de su primer beso, de las sesiones dobles del Cine Narváez. Porque siempre aparece algo positivo cuando se echa la vista atrás, y más si corresponde a ese suave espejismo que es la juventud.
Se acercó profesionalmente al cine muy joven, mientras trabajaba en la banca y, por aquella época, ya se animaba con la crítica cinematográfica. Después conoció a compañeros que se convirtieron en imprescindibles de su vida: José Luis Dibildos, Antonio Giménez Rico (con quien trabajó en sus primeros guiones), Antonio Mercero (con quien trabajó en La Cabina, su primer gran éxito) o un Horacio Valcárcel que se convertiría en coautor de sus más grandes guiones: El Crack uno y dos, Sesión continua, El abuelo, Historia de un beso, Tiovivo c. 1950…
Su toma de contacto con la dirección no podía ser con otra temática que su segundo gran amor: ¡Al fútbol! fue un curiosísimo cortometraje con el fútbol y la radio como acompañamiento. En el terreno del corto, mucho más destacado fue Alfonso Sánchez, una carta de admiración hacia este histórico crítico cinematográfico y, por extensión, de amor a la cinefilia. En varias ocasiones, Garci ha confesado que este es el trabajo del que más satisfecho se ha sentido.
Cronista urbano de la Transición
Entre estos dos cortometrajes que acabamos de mencionar tan solo habían pasado cinco años, pero Garci ya tenía tablas de sobra. Porque en este histórico lapso en que el fin de la dictadura daba paso a una nueva era, el casi novel director estrenó tres películas capitales para el cine español de la época. Tres cantos a su generación, a esa que ya era demasiado adulta en la Transición y había llegado tarde a muchas cosas: a la sexualidad y al amor libre, a poder expresarse sin miedo.
De ahí surgió Asignatura pendiente, un arrollador debut en el largometraje con José Sacristán y Fiorella Faltoyano como amantes que se reencuentran décadas después de la relación juvenil que no pudieron consumar en dictadura. Después, y con el mundo de la radio como marco, volvió a repetir actores (además de Emma Cohen o María Casanova) para Solos en la madrugada, una película sobre la soledad, la noche, el desamor, la incertidumbre.
El tríptico lo cerró con Las verdes praderas, una comedia dramática sobre el desencanto de la nueva clase media española que crecía en lo material, pero no tanto en lo espiritual. Para este trabajo, Garci contó por primera vez con Alfredo Landa, el gran actor cómico de su generación. Pero vio algo más en él; en su mirada sintió que podía convertirse en una suerte de Bogart a la española. El actor perfecto para El crack, la que iba a ser su primera incursión en el cine negro. Y fue una elección que, en cierto modo, cambió la vida de ambos.
"Dame el mechero o te quemo los ...."
Es una genialidad comenzar en un sucio bar cañí de carretera y terminar con tu protagonista, Germán Areta, totalmente arrebatado en un restaurante italiano de Nueva York. El pulso y el dominio tras la cámara que alcanzó Garci con sus dos “Cracks”, pocas veces se ha vuelto a ver en nuestro cine. Una película de detectives “a la americana”, respetando sus códigos, pero con unos personajes, una ciudad y una atmósfera puramente española.
Por supuesto, para el éxito de esta película contribuyeron, y mucho, el talento de Landa -quien admitió que gracias a Germán Areta su reconversión como actor fue total- María Casanova, Miguel Rellán, José Bódalo… y cómo no, el guion a cuatro manos de Garci y Valcárcel o la música de Jesús Gluck.
La gran acogida de la cinta provocó una secuela a la altura con El crack dos, pero entre ambos acontecimientos ocurrió algo mucho mayor: el premio Oscar a la mejor película de habla no inglesa con Volver a empezar. Una deliciosa historia de amor crepuscular, reencuentros y despedidas ambientada en su amada Gijón.
Los noventa y el nuevo siglo
Tras esta etapa, y tras filmar películas como Sesión continua (sobre el oficio de hacer cine con Adolfo Marsillach, Jesús Puente y José Bódalo como protagonistas; una de sus grandes infravaloradas), el director madrileño dedicó los años 90 a un nuevo grupo de tres películas con un hilo temático común; en este caso, melodramas adaptados de otras obras literarias. Así, se estrenaron Canción de cuna (1994), La herida luminosa (1997) y, sobre todo, El abuelo (1998).
Esta última, adaptación de la novela homónima de Benito Pérez Galdós, es una de las obras más reconocibles, delicadas y emotivas de José Luis Garci. Estuvo nominada al Oscar a mejor película de habla no inglesa en 1998 y tenía en su reparto a Fernando Fernán Gómez, a Cayetana Guillén Cuervo en su mejor papel y a secundarios como Rafael Alonso o Agustín González. Una delicia.
Y ya en el siglo XXI, el Garci más puro con sus íntimas y apasionadas You’re the One (Una historia de entonces) o Historia de un beso, ambas rodadas en su querida Asturias; luego Tiovivo c. 1950, Ninette…Y así hasta llegar a El crack Cero (2019), el cierre de su más exitosa trilogía.
Puede que José Luis Garci no vuelva a dirigir una película, pero lo que está claro es que seguirá con sus Cowboys en la radio, haciéndonos ver la belleza de los miles de clásicos que hay almacenados en su privilegiada memoria. Hasta que el cuerpo aguante.
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