‘Surcos’ se proyectará este año en el Festival de San Sebastián
‘Surcos’ se proyectará este año en el Festival de San Sebastián La remasterización de Surcos a 4K de la película se llevó a cabo en
Inicio » Cine FlixOlé » Manuel Summers, una vida de película
Iconoclasta, controvertido, polémico, camaleónico, inquieto… son algunos de los adjetivos que se podían adjudicar al cineasta sevillano Manuel Summers. Aunque quizás lo de cineasta también sea quedarse corto a juzgar por su larga y variopinta trayectoria profesional. Durante las últimas décadas, el apellido Summers ha estado vinculado con la vida cultural española. Pero esto no fue siempre así. Hijo de un fiscal del Estado y gobernador durante el franquismo, se puede decir que a Manuel le llegó la profesión casi de rebote.
Cuenta el propio Summers que desde muy pequeño ya le empezó a picar el gusanillo de ser artista. Mientras el resto de sus compañeros se divertían correteando por los patios de juego, él dedicaba sus tardes de ocio a crear tarjetas navideñas que luego repartía entre conocidos y establecimientos de su barrio.
Tanto triunfaba que incluso la dueña de una papelería cercana le ofrecía pequeñas propinas por su creatividad. Una actividad en la que demostraba una personalidad indomable y un estilo característico que lo acompañaroncomo humorista gráfico. Mientras sus amigos copiaban el estilo característico de la animación de Walt Disney, Summers tendía hacia el garabato y el toque cómico y absurdo en sus primeras creaciones.
A pesar de sus primeros escarceos creativos, Manuel intentaría seguir la tradición familiar matriculándose en la carrera de Derecho. Como él mismo diría en más de una ocasión, cuando no se sabe lo que hacer en la vida, siempre se acaba en Derecho. Es en el ámbito universitario donde entraría en contacto con los grupos de teatro universitarios.
Como si de una providencia divina se tratase, allí se daría cuenta que, pese a sus incuestionables dotes como actor, lo que realmente quería era escribir las palabras que salían de la boca de los intérpretes. De nuevo la casualidad se cruzó en su camino. Tras sopesar varias opciones, acabó en la Escuela de Cine.
Recuerda Manuel que, para ingresar en la Escuela, era necesario un examen oral donde siempre preguntaban cuál era la mejor película que se había hecho en España y en el extranjero. El joven Summers sabía que para aprobar tenía que decir “Muerte de un ciclista y El ladrón de bicicletas “; sin embargo, ni corto, ni perezoso y siempre brillante, él se quedó con Bienvenido Mr. Marshall y Milagro en Milán. Genio y figura.
A pesar que su experiencia como dibujante novato le facilitó mucho las cosas para entender el oficio de cineasta, Summers no se encontraba nada cómodo en la Escuela de Cine. Demasiada crítica y teoría y poca práctica, que es lo que él ansiaba por poder hacer.
Fue durante el segundo y tercer año de carrera donde pudo ponerse detrás de la cámara y rodar sus primeros cortometrajes, El muertín y El viajecito. Se licenció como cineasta siendo no sólo el más joven de su promoción, sino el director más joven jamás salido de la Escuela de Cine. No obstante, ello no facilitó que llamaran a su puerta y tuvo que soportar un par de años de sequía hasta que comenzó a trabajar con José Luis Sáenz de Heredia.
Trabajando en Televisión Española y de nuevo liándose la manta a la cabeza es como surge el proyecto de su primera película Del rosa… al amarillo. Firmando todas las letras del mundo, consiguió financiar una película planteada inicialmente como sketches para evitar posibles imprevistos presupuestarios y de producción. Del germen de este proyecto también nacería La niña de luto, dejada fuera ante la imposibilidad de reducir la historia.
Su ópera prima se presentaría en el Festival de San Sebastián de 1962 entre vítores y clamores, consiguiendo la Concha de Plata, solo por detrás del italiano Alberto Lattuada. A su exitoso paso por el certamen donostiarra le acompañaría un fulgurante estreno en la cartelera nacional. Una sucesión de hechos y triunfos que le permitiría levantar inmediatamente su siguiente proyecto. Cineasta de vocación claramente popular, cuenta Summers que aquellas victorias levantaron numerosas envidias entre compañeros de profesión.
Allegado a muchos camaradas de promoción que se encuadrarían dentro del Nuevo Cine Español, siempre prefirió ir por libre. Sin ataduras. Lo que en muchas ocasiones le provocaría numerosos enfrentamientos con la censura y las autoridades.
Compaginando su carrera cinematográfica con la de humorista gráfico, en 1972, resultaría inhabilitado para la enseñanza por un chiste anticlerical aparecido en la revista Sábado gráfico. Su colega Chumy Chúmez, lo rescataría para colaborar en Hermano Lobo, una nueva revista humorística donde colaboraría con gente como Miguel Gila, Francisco Umbral o Borges. Años más tarde, Summers asumiría la dirección de la mítica La Codorniz en su última etapa. Tras no poder reflotarla, acabaría publicando sus chistes gráficos para ABC.
Su racha de éxitos se cortaría con el estrenó de la ambiciosa Ángeles Gordos. Coproducción estadounidense que tuvo la mala suerte de llegar a las salas el mismo fin de semana que el Golpe de Estado de Tejero. El país no estaba para una historia de pianistas con sobrepeso buscando el amor. Manuel Summers siempre se ha referido al guardia civil como su crítico más feroz.
A medida que acumulaba triunfos y su cine se separaba de las vertientes adoptadas por sus compañeros de generación, las críticas hacia sus películas se fueron volviendo cada vez más furibundas. Su trilogía de cámara oculta ¡To er mundo e güeno!, a pesar de ser muy popular con el público, fue recibida con excesiva dureza por parte de algunos estamentos culturales. El éxito se prolongó hacia el formato televisivo, donde tuvieron una amplia influencia en programas de parecidas circunstancias.
Quizás el mejor ejemplo de la idiosincrasia personal de Manuel Summers como autor serían sus tres últimos largometrajes. Me hace falta un bigote, una película donde realidad y ficción se dan la mano con el propio Summers, quien interpreta una versión de sí mismo en busca de un amor de la juventud… Y por supuesto, Sufre mamón y Suéltate el pelo, erigidas en torno al famoso grupo Hombres G liderado por su hijo, David Summers.
Auténticos fenómenos de masas en su estreno tanto en España como en América Latina, donde de nuevo, se jugaba con la imagen proyectada del grupo y lo enfrentaba tanto a los fans como al canon de películas musicales protagonizadas por músicos. Toda una costumbre llegada sobre todo desde Estados Unidos.
Una personalidad única e indomable que nos acabó dejando un 12 de junio de 1993 con apenas 58 años de edad, y que supo como pocos hacer de su vida una película.
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