Se cumplen 30 años del juego de las mentiras en ‘La ardilla roja’

El contar ovejitas no ha sido un truco que haya ayudado mucho a Julio Medem a superar los problemas de insomnio que padece.

LA ARDILLA ROJA

En un tiempo en el que las escapadas de Morfeo se hicieron más frecuentes, el director vasco decidió combatir su desvelo tirando de imaginación y cambió el método de numerar cuadrúpedos lanudos por el de contar mentiras (tra-la-rá). Este juego al que acostumbró el cineasta en sus inicios fue el germen de una de las películas imprescindibles del cine español: La ardilla roja (1993). 

Urdida a través de una red de engaños escritos por Medem para mitigar sus noches de vigilia, el filme toma la forma de comedia de misterio. Una historia de amor construida mediante la mentira con la que el director se burla de las bravuconadas del género masculino. Repleta de simbolismos y escenas surrealistas, la ficción de La ardilla roja recala en un laberinto de sentimientos y emociones donde se desenvuelve un brillante elenco encabezado por Emma SuárezNancho NovoMaría BarrancoKarra Elejalde y Carmelo Gómez.

LA ARDILLA ROJA

El camping ‘La ardilla roja’

Jota (Nancho Novo), un treintañero que está a punto de suicidarse, presencia el accidente de moto de una joven (Emma Suárez) que queda amnésica a causa del siniestro. La pérdida de memoria de ésta es aprovechada por Jota, quien bautiza a la víctima con el nombre de Lisa y se inventa que son pareja. En un momento dado, los dos huyen del hospital para acabar en un camping: ‘La ardilla roja’. Allí compartirán escenario con otros veraneantes con no menos embustes en su haber.

Se asiste así a una maraña de mentiras a las que se entregan por completo los personajes de la película, adultos y niños. Asimismo, son los engaños pergeñados con pasmosa soltura por Jota los que alimentan el resto. También los de Lisa. No obstante, mientras que el complejo sumario de falsedades vertidas por el protagonista es asumido al instante por el espectador, las ficciones de su compañera de viaje sumergen a Jota y al público en un permanente estado de confusión. Ya no se sabe si Lisa está amnésica perdida, o se lo hace.

Las mentiras del machismo

Mediante las trolas de Jota, el director y guionista de La ardilla roja cuela la paródica insistencia del hombre para imponerse sobre la mujer. En este sentido, el entramado de patrañas del personaje interpretado por Nancho Novo tiene como finalidad someter a Lisa y que ésta siga a pies juntillas los pasos de Jota. Un ejercicio claramente machista al que se suman el resto de actores masculinos, quienes escenifican este tipo de prácticas de manera más explícita. La manida frase de “las mujeres no saben conducir” o el azote en el culo que un niño propina a Lisa son ejemplos que Medem no duda en reflejar en pantalla.

Paradójicamente, de las mentiras de Jota afloran los sentimientos de Lisa. No obstante, lejos de amedrentarse, ella responde al juego iniciado por su supuesto novio con otro más provocativo y seductor. Reencarnada en una ardilla roja, un homenaje de Medem a la mujer, la personalidad de la protagonista se torna a veces huidiza, en otras ocasiones sumisa y, en muchas más, sensual. Ello incrementa la intriga y el misterio en torno al personaje de Emma Suárez, al tiempo que se ríe y desenmascara los hábitos de los machirulos.

El cineasta construyó durante su insomnio una “parábola contra el machismo”, definición acuñada por el propio director. Provista de un lirismo narrativo y audiovisual que muchos sueñan con alcanzar, en La ardilla roja se nos presenta un encantador y sensible engaño relatado mediante originales planos (como el que simula el punto de vista de la ardilla) donde no existen las casualidades.   

Hoy, 21 de abril, se cumplen tres décadas del estreno de esta obra de culto que consagró a su autor. En clave nacional e internacional, pues además de un Goya, el filme consiguió los Premios de la Juventud y el Público a la Mejor Película Extranjera en el Festival de Cannes; entre otros galardones. También queda para la posteridad que el mismísimo Stanley Kubrick declarase su admiración por el filme. Tal fue la fascinación del neoyorkino por La ardilla roja que animó a Steven Spielberg a que tuviese en cuenta al donostiarra para sus proyectos.   

...Y si te has quedado con ganas de más