Siempre se ha sabido que no hace falta cruzar océanos para vivir aventuras o increíbles experiencias, y que al lado de casa puede haber un paisaje que cambie tu vida. El cine español ha sido desde siempre muy consciente de la riqueza de nuestro país, a nivel cultural, geográfico, natural, y por eso ha retratado concienzudamente todos y cada uno de nuestros rincones. Y muchas de nuestras mejores películas van precisamente de eso, de un viaje inesperado que empieza a la vuelta de la esquina.
Un verano que se acaba
Días Azules (Miguel Santesmases, 2006) es una película que te hace reír y llorar por igual, ya que cuenta algo que está en el corazón de muchos de nosotros: esa casa de verano en la que has jugado, has corrido, te has hecho heridas y has conocido algún amor furtivo. En este largometraje Galicia aparece como pocas veces ha sido retratada: resplandeciente con su belleza y su melancolía.
Entre el recuerdo y el olvido
La Ardilla Roja (Julio Medem, 1993) impactó en el cine español de su época con su mezcla de simbolismo y sensualidad. Una pareja que se conoce en las peores circunstancias, una amnesia y unas vacaciones en un camping donde nace la pregunta ¿olvida quien quiere o quien puede? Emma Suárez se convirtió gracias a esta película en uno de los rostros más populares del cine español.
Los primeros besos
El camino de los ingleses (Antonio Banderas, 2006) supuso el regreso de Antonio Banderas a los paisajes de su infancia. Una preciosa historia de iniciación a la vida, de descubrimiento del dolor, pero también de la alegría, ambientada en una Málaga que pese al turismo y los museos, sigue siendo la misma de siempre.