ESPECIAL CENTENARIO JOSÉ LUIS LÓPEZ VÁZQUEZ
Entre chascarrillos y persecuciones a turistas: el cine reflexivo de José Luis López Vázquez
Trabajador empedernido, el actor José Luis López Vázquez no dio muestras de cansancio aun cuando en un mismo año podía llegar a rodar hasta once películas; cifra a la que habría que sumar las funciones teatrales y las grabaciones televisivas en las que participaba con igual asiduidad. Su predisposición a cuantos papeles le pusieran delante hizo que fuera prácticamente imposible acudir a las salas y no encontrarse con un cartel donde apareciese su nombre. Por consiguiente, la taquilla estaba garantizada, sin importar que la trama de la película optase por persecuciones a turistas suecas o dramas cargados de simbolismo.
La década de los 60’s daba sus últimos coletazos cuando un nuevo cine español llamó a la puerta de José Luis López Vázquez. Entre aspavientos y disparatadas verborreas, el artista comenzó a experimentar con otro tipo de registros, los cuales se alejaron de las españoladas que tanta popularidad le habían proporcionado; y de las otras tantas comedias costumbristas que ya advertían de su camaleónica personalidad interpretativa.
El primero en cortarle el cómico bigote y darle un nuevo aire fue Carlos Saura en Peppermint frappé (1967). Aconsejado por Rafael Azcona, guionista que coincidió con López Vázquez en El pisito (Marco Ferreri, 1958) y en otros títulos berlanguianos, el realizador oscense optó por darle un cariz más solemne al rijoso rostro que acostumbraba en la gran pantalla el actor. Sin embargo, el nuevo traje a lucir por éste parecía tirarle de la sisa, y le costó lo suyo encontrarle acomodo.
La represión sexual mediante el drama
Cuando el texto de Peppermint frappé llegó a manos de José Luis López Vázquez, una sensación de miedo lo invadió. Así es al menos cómo describe dicha situación a FlixOlé el hijo del cómico, José Luis López Magerus. Según el familiar, en los primeros días de rodaje se vivieron momentos de tensión entre el actor y el resto del equipo. El vértigo y el respeto que el intérprete profesaba por el libreto no encontraron consuelo en un ambiente de trabajo totalmente desconocido para él. Tampoco ayudó que el productor, Elías Querejeta, plantease un largometraje internacional con las intervenciones en inglés.
No obstante, todos estos contratiempos se fueron superando. Igualmente, bastó sólo un “good morning” pronunciado por Alfredo Mayo para desechar la posibilidad de que la película se grabase en inglés… A fuerza de rodaje, José Luis se fue soltando y haciendo con el personaje de Julián, un dentista obsesionado con Elena (Geraldine Chaplin), esposa de su amigo de la infancia, Pablo (Alfredo Mayo). La obcecación por la joven lleva a Julián a pedirle a su empleada Ana (interpretada también por Geraldine Chaplin) que vista y actúe como ella.
El papel de hombre reprimido sexualmente que tantas veces López Vázquez encarnó en las astracanadas de Mariano Ozores y Pedro Lazaga adquirió una lectura sosegada y reflexiva con Saura, quien a través de Julián muestra la opresiva atmósfera que respiraba el español medio durante la dictadura franquista; especialmente en el ámbito sexual. La cinta, de gran repercusión internacional, otorgó al director el Oso de Plata en el Festival de Berlín y demostró las dotes dramáticas del protagonista.
De Saura a Pedro Olea, y el “no” de López Vázquez a Hollywood
El descubrimiento de la nueva faceta fílmica de José Luis López Vázquez atrajo la atención de cineastas, tanto dentro como fuera de España. El propio Charles Chaplin llegó a manifestar que era uno de los mejores actores que jamás había visto. Asimismo, el director estadounidense George Cukor, con quien el artista estableció una grata amistad, intentó llevárselo a Hollywood; sin embargo, la pereza idiomática de José Luis, unida a su deseo de seguir entreteniendo al público patrio, impidieron que firmase cualquier cheque en blanco que le ofrecieran desde la Metro Goldwyn Mayer.
A partir de Peppermint frappé, López Vázquez comenzó a compaginar sus chistosos discursos con diálogos parcos en palabras y profusos en significados. En este sentido, Carlos Saura aprovechó las facultades expresivas del intérprete en proyectos posteriores: El jardín de las delicias (1970) y La prima Angélica (1973).
En ambas cintas, el rostro del actor español se convierte en planisferio de la familia, la memoria y los mecanismos de poder de la aristocracia española en los días grises. En el caso de la primera, dichas temáticas se introducen por medio de la profunda mirada de un hombre de negocios postrado en una silla de ruedas; mientras que en el caso de La prima angélica, son los ojos de un cuarentón y los del niño de ocho años que fue (interpretados ambos personajes por López Vázquez) los que guían al espectador.
Igualmente, la película El jardín de las delicias sirvió como nexo entre José Luis y el director Pedro Olea. Éste lo introdujo dentro del fantaterror al convertirlo en el primer asesino en serie registrado en España: Romasanta, en El bosque del lobo (1971). Durante el largometraje, el actor rememoró además sus días como ambientador y decorador al preparar toda la parafernalia sobre el buhonero.
El Emmy con La cabina y su laureda Mi querida señorita
Después de representar al “hombre lobo gallego” llegó el papel con el José Luis López Vázquez mantuvo en vilo a toda España, y al mundo entero: La cabina (1972). Alegoría de la dictadura, el mediometraje dirigido por Antonio Mercero simbolizó la asfixiante realidad de un país aislado, incapaz de comunicarse con el exterior. La claustrofóbica propuesta supuso el primer Emmy Internacional a una producción española, mientras que la agonizante interpretación del protagonista le valió el Fotograma de Plata.
De igual modo, la faceta dramática del actor se fue abriendo a nombres de nuevo cuño en la dirección, como Manuel Gutiérrez Aragón en Habla, mudita (1972) o Francisco Regueiro, con Carta de amor de un asesino (1972) y Duerme, duerme, mi amor (1975). No obstante, si hay una película que conmovió tanto a público y crítica como al propio José Luis, esa fue Mi querida señorita.
La cinta dirigida por Jaime de Armiñán y producida por José Luis Borau fue sin duda el proyecto más arriesgado en la carrera del actor. La película fue la primera en mostrar el cambio de sexo de un personaje en pleno franquismo. Sin embargo, no fue la transformación de Adela a Juan lo que preocupó a José Luis López Vázquez, sino el temor a que se riesen de él por vestir de mujer.
Las idas y venidas del intérprete concluyeron cuando de Armiñán lo cogió por banda y, vestido de Adela, se lo llevó a un bar. El “buenos días señora, ¿qué desea?” con el que el camarero recibió a López Vázquez lo convenció para seguir con el rodaje y añadir un personaje más a su inolvidable carrera.