Trabajó con los mejores: Saura, Erice, Chávarri, León de Aranoa...
En este 2023 se conmemora el décimo aniversario del fallecimiento de Elías Querejeta, probablemente, el productor más trascendental de la historia del cine español. Y, por ello, FlixOlé lanza una colección de más de 40 películas en las que participó; desde su primera producción en Noche de verano (Jorge Grau, 1962), pasando por sus fructíferas -y ya legendarias- asociaciones con Carlos Saura o Víctor Erice, e incluso algunos títulos que poca gente se atrevería a decir que llevan su sello. Porque ¿recordabais que colaboró en la producción de La ciudad de los niños perdidos que dirigieron Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro? ¿O que produjo Cuernos de espuma, la cinta LGTBIQ+ de culto que dirigió Manuel Toledano?
Hernani, el fútbol y el cine
Nacido en Hernani en 1934 e hijo de un importante político guipuzcoano -quien a la postre formaría parte del gobierno franquista-, Elías Querejeta gozó de una buena formación educativa. Y también deportiva. Tanto que, a los 18 años, debutó en la Real Sociedad, equipo donde jugó seis temporadas.
Pero este mediapunta, quizá cansado de repartir juego en el siempre embarrado campo de Atocha, decidió poner fin a su carrera futbolística y probar suerte en el cine como guionista. Al fin y al cabo, era otra forma de deslizarse por el barro, porque iba a tener que hacer frente a la censura de la época -ya que siempre se desmarcó de la ideología a la que había estado adherido su padre- y a los siempre caprichosos productores cinematográficos.
Por eso, su empecinamiento -cualidad que siempre han destacado los directores con los que ha trabajado- le iba a querer hacer cambiar el guion por algo aún más ambicioso: la producción. Culto, metódico, tenaz y con una fuerte inclinación hacia el cine autoral y disruptivo, Querejeta creó su propia empresa en 1963.
Un matrimonio fructífero
La primera gran película del Elías Querejeta productor sería La caza (1966) junto a Carlos Saura; una cinta que regateó la censura -de forma implícita apelaba a las miserias provocadas por la Guerra Civil- e, incluso, fue favorecida: Querejeta admitía, entre risas, que el título inicial era La caza del conejo, y fue mutilado por el que -bastante más atractivo- todos conocemos. La película no funcionó excesivamente bien en taquilla (unos 9,1 millones de pesetas recaudadas) pero hizo que Saura se alzara con el Oso de Plata a mejor director en Berlín.
Tras esta primera colaboración conjunta, llegaron doce películas más. Y es que Saura y Querejeta estaban hechos el uno para el otro: ninguno de ellos anteponía la comercialidad de sus obras, sino que deseaban hacerlas trascender a través del mensaje. Ese mensaje incluía una fuerte carga política; un retrato feroz de la España de su época. Así llegaron películas como Peppermint Frappé (1967), El jardín de las delicias (1970), La prima Angélica (1974), Cría Cuervos (1976)… hasta su última colaboración conjunta en Dulces horas (1982). A partir de ahí, separaron sus caminos de forma amistosa. “Un matrimonio fructífero y con bastantes hijos”, apuntaba Saura en el documental 24 horas en la vida de Elías Querejeta.
Elías, el descubridor
Manuel Gutiérrez Aragón y Habla, mudita (1973), Ricardo Franco y Pascual Duarte (1976), Emilio Martínez-Lázaro y Las palabras de Max (1978), Montxo Armendáriz y Tasio (1984)…Elías Querejeta fue un coleccionista de debuts del cine español, el padrino de varios de los autores más estimulantes de los 70, 80 y 90. Por supuesto, incluimos el de su hija Gracia Querejeta con Una estación de paso (1992).
Como buen productor-creador, a la americana, las películas del de Hernani tenían un aroma a Querejeta difícil de confundir; él intervenía en el tratamiento de los guiones, en la planificación, en el montaje.
En ese afán de compromiso político, Querejeta se centró, a partir de los 80, en el cine social con Deprisa, deprisa, una de las películas más especiales de Carlos Saura y, posteriormente, con Montxo Armendáriz (Las cartas de Alou o 27 horas) o con su último gran descubrimiento Fernando León de Aranoa, a quien produjo películas como Barrio. La pobreza, la inmigración o la problemática de las drogas en la juventud eran temas que había que poner encima de la mesa, y Querejeta lo hizo con directores que supieron captar estas realidades tan presentes en la calle.
Dos obras maestras que terminaron en divorcio
Para el final nos dejamos su mágica, imprescindible y, por qué no decirlo, turbulenta, relación con Víctor Erice. El primer producto cinematográfico entre ambos fue Los desafíos (1969), una película con tres episodios, cada uno de ellos dirigido por un realizador distinto.
Cuatro años más tarde se estrenaría una obra maestra incontestable de nuestro cine, El espíritu de la colmena (1973), una cinta que nos hablaba de miradas infantiles y monstruos, de los pueblos y de los traumas de la guerra con Fernando Fernán Gómez y la pequeña Ana Torrent como protagonistas. La cinta sería Concha de Oro en San Sebastián.
Pero la unión entre ambos iba a terminar con El sur, estrenada diez años después que la recién mencionada -Erice, ese genio intermitente- y con un resultado que, si bien es excelente a ojos del espectador, generó una disputa insalvable entre director y productor.
Querejeta no quiso ver el sur: la adolescente protagonista, interpretada por Icíar Bollaín, cerraba la película anunciando su viaje a Andalucía. Una historia inacabada para Erice y que, según él, merecía un mayor desarrollo, como así también quedaba reflejada en la historia original de Adelaida García Morales. Los motivos económicos y la entusiasta acogida por parte de crítica y público a la primera copia exhibida hicieron que Querejeta cerrara aquel capítulo, algo que derivó en dos maestros, amigos, tomando rumbos muy distintos.
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