FlixOlé entrevista a la directora Estibaliz Urresola, quien inauguró la sección Zinemira de la presente edición del Festival de San Sebastián con su laureada ópera prima: '20.000 especies de abejas'. La cineasta nos cuenta cómo surgió el proyecto y la gran acogida que ha tenido.
Desde su estreno, la película 20.000 especies de abejas ha recorrido salas y festivales (Berlín, Málaga, Seattle, San Francisco y ahora San Sebastián) de todo el mundo ¿Has podido asimilar todo este viaje que iniciaste con la película y la buena acogida que ha tenido la película?
Todo lo que fue llegando a partir de febrero vino tan seguido -Berlín, luego Málaga, después el estreno y la respuesta del público en las salas, posteriormente Seattle, Guadalajara, México-, que era imposible realmente asimilar y digerir. Después ha habido este pequeño, y necesario, parón de verano con el que empiezas a colocar ciertas piezas.
Pero aun así, no terminamos nunca de comprender la dimensión de lo que está pasando. Ahora se ha anunciado que estamos nominadas a la Academia Europea, a los European Film Awards; también a los premios del Parlamento de Luxemburgo, los Premios Lux… Luego vino lo de los Oscar. Realmente es imposible asimilarlo todo. Simplemente asistes a ello con sorpresa, agradecimiento, alegría y prudencia.
Comprendes que realmente puede ser un puente para conectar a las personas y que en realidad lo universal son las emociones”
¿Qué se siente al comprobar que una película con una localización muy concreta (País Vasco francés) llegue y conecte con todo el mundo?
Una cree que está haciendo algo desde su micromundo. La película está muy basada en localizaciones y en territorios que son muy míos, y que los llevo muy dentro en mi experiencia de vida. No eres consciente de eso. Luego, el espectador está viendo unos escenarios que son nuevos, neutros, limpios para ellos. No están cargados de tanta biografía como para mí. Pero te das cuenta que lo que dice la película está resonando por rincones insospechados del mundo y despertando esa respuesta en el público. Para mí es asombroso y no deja de ser la magia del cine.
Al final es un proyecto en el que llevas cinco años, con el que no sabes si lo que desmiembras en tantas piezas para poder rodarlo, y luego ensamblarlo, ha perdido el alma. Sin embargo, te encuentras que no, y eso te devuelve el aliento y la confianza en el medio. Comprendes que realmente puede ser un puente para conectar a las personas y que en realidad lo universal son las emociones. Eso es lo que nos une, más allá del contexto concreto en el que se escenifica una historia.
Cómo superar el 'cine de etiquetas'
Esta película nació con la etiqueta LGTBI. ¿Gracias a este tipo de películas se contribuye a que en un futuro sobrepasemos dichas calificaciones y se normalicen temáticas como la identidad de género sin que haya etiquetas de por medio?
Con las etiquetas pasa siempre eso, que corre el peligro de encerrar. Pero también tienen la posibilidad de enunciar algo que hasta ese momento no ha sido visibilizado. Pasa lo mismo con el ‘cine de mujeres’ o ‘el cine hecho por mujeres’, que se ha convertido también en una nueva etiqueta. Ojalá podamos llegar pronto a un estadio donde simplemente lo que hagamos las mujeres sea cine, porque cuando se nombra ‘cine de mujeres’ se están nombrando desde el ‘cine de hombres’. La propia etiqueta deja en evidencia quién está nombrando.
Hasta ahora, no estábamos haciendo cine las mujeres, o al menos no se estaba propulsando, apoyando o confiando en él, de forma que llegara a obtener el reconocimiento. Con las etiquetas, y con mi película en concreto, ojalá pronto empiecen a llegar narrativas donde podamos tener personas trans o miembros diversos del colectivo LGTBIQ+, y que las historias que protagonizan no tengan que estar sus traumas vinculados a la cuestión identitaria, sino que puedan ser personajes lidiando con cualquier otro conflicto narrativo.
Ojalá podamos llegar pronto a un estadio donde simplemente lo que hagamos las mujeres sea cine (sin etiquetas)”
En aras de intentar romper un poco esa categorización, con mi película tuve desde el principio muy claro que no me iba a centrar solamente en el viaje del personaje trans de la película, sino que la quería rodear mucho de unos miembros de una familia suficientemente construidos, poderosos y fuertes. Lo hice para poder observar que lo que se transforma ahí no es la niña, que la niña no emprende una transición, sino que la transición la emprende la familia al completo. Esa transición también ofrece a los miembros de esta familia, que son mayoritariamente mujeres, la oportunidad de aprender algo de sus propias vidas y ese aporte en positivo.
Sobre ese equilibrio entre las distintas temáticas de 20.000 especies de abejas: ¿Cómo se alcanza el equilibrio para que las distintas tramas de la película no eclipsen el tema principal: la transexualidad?
Pues ese ha sido uno de los retos más grandes para mí, porque también era además una cosa que se me cuestionaba mucho, como quién era realmente la protagonista de la película. Si lo piensas bien: ¿Quién realmente hace el arco de transformación en ese proceso de aceptación? Quizá es la madre; sin embargo, no es menor el recorrido que hace la niña.
Para mí, la protagonista de la película es la relación entre esta madre y esta niña. Es esa relación, esa forma de mirarse y entenderse que hace que también la otra se construya a través de esa mirada. Es una relación completamente bidireccional, y esa es la protagonista. De lo que era consciente era que todavía no había alcanzado el equilibrio y tenía que seguir trabajando en ello.
He necesitado diseñar distintas herramientas que me permitieran ver a través de colores, o a través del viaje individual de cada una; encontrar dónde están las intersecciones en las que se juntan y cómo van cambiando cada una de ellas. Ha sido mucho trabajo de guion
Inspirada en un caso real
Un traumático hecho real desembocó en el guion y rodaje de esta película ¿Cómo influyó en la creación de 20.000 especies de abejas?
Ekai era un niño de 16 años que se suicidó en Ondarru, muy cerca de donde yo vivo. Eso conmocionó a la sociedad vasca muy fuertemente. Consiguió tristemente aquello que deseaba, y que dejó escrito en una carta: Visibilizar la realidad de las personas en su situación. Era un tema del que no se hablaba en absoluto, ni en los medios de comunicación, ni en la calle, ni en la agenda política. No estaba y empezó a estar a causa de este trágico suceso.
Ello me impulsó a acercarme a la Asociación de Familiares de Menores Trans. Nunca quise basarme en la historia de Ekai, ni hacer un relato de él, pero sí que quería comprender a través del resto de familias. Así fue como encontré el enfoque: a través del valor que las familias ponían encima de la mesa y lo que había sido atravesar estos procesos de acompañamiento.
Fue un suceso trágico que permitió que el tema se tratara en la calle”
En muchas ocasiones eso había ayudado a la familia y había fortalecido los lazos familiares. En otros casos se habían degradado, pero porque ya eran frágiles los lazos. Hacer un acompañamiento así pone tantas cosas en cuestión que termina por romperse lo que está quebrado. Pero en otras situaciones, la familia misma se había visto mucho más unida porque se había proporcionado la oportunidad de mirarse y de comprenderse los unos a los otros dentro del seno familiar de una forma nueva. Con otra atención, desde otro lugar. Y eso para mí era una de las cosas más reseñables de las entrevistas que hice con estas familias y quise traer esa positividad, sin esquivar las sombras…
Sobre tu trayectoria: después de terminar la universidad estuviste en una asociación de producción, por lo que siempre has estado ligada al sector cinematográfico. Ahora que tu nombre ha viajado por todo el mundo con 20.000 especies de abejas ¿Qué supone para tu carrera?
No sé si en términos de empujón, pero es verdad que esta película es como la culminación. Llevo 17 años trabajando en la industria desde que empecé en esta asociación. Mi primer cortometraje lo estrené hace diez años, justo en 2013, que se llamaba Adri. Era mi corto fin de máster de dirección en Barcelona, que también viajó bastante por festivales. Después vinieron otros trabajos, como Voces de papel.
Mi primer largo documental se estrenó en Zinemira en 2016. Después, Polvo somos y Cuerdas, dos cortometrajes. Con Cuerdas también empezaron a pasar cosas nuevas para mí. Y luego… La película, 20.000 especies de abejas, que ha sobrevolado los últimos cinco años, en paralelo con los otros proyectos.
Sí es verdad que te coloca un foco que a veces no sabes si es una ventaja o una desventaja. La libertad con la que realizas los primeros proyectos porque sabes que nadie te está esperando, eso es algo que no tiene precio. Es verdad que ahora estar en este sitio parece que podría abrir muchas puertas, pero espero que no cierre las principales.
Por último, como plataforma especializada en cine español, nos gustaría que nos pudieses indicar tres películas de nuestro país que sean una referencia para ti, que más te gusten.
Pues… Tres películas que me vienen a la cabeza, que para mí fueron algo importante en el momento en el que las vi y que me han seducido por razones distintas, podría decir: La soledad, de Jaime Rosales; La herida, de Fernando Franco, y El agua, de Elena López Riera.
Disfruta con FlixOlé de la 71ª edición del #FestivalSanSebastián