FlixOlé entrevista al periodista César Combarros, autor de la primera monografía del actor José Luis Ozores, La sonrisa robada
Reportero y editor también de la SEMINCI, muestra cinematográfica que publicó el citado libro, Combarros nos acerca la obra y filmografía del querido actor.
¿Qué ha dejado en la memoria colectiva y en la cinematografía de nuestro país su figura? ¿Cuál es su legado?
Su principal legado son sus películas, sin lugar a dudas. Verlas es contemplar la sociedad de su tiempo y con sus personajes nos permite viajar de su mano a un mundo ya desaparecido, el de la España de los años 50 y primera mitad de los 60. José Luis Ozores fue la sonrisa de ese país, el mayor de la quinta generación de la saga familiar «más prolífica, más aplaudida y también la más vituperada», en palabras de su hermano Mariano.
A él como director y a Antonio como actor, fue José Luis quien les abrió la puerta de la profesión, dando continuidad a una tradición que inauguraron sus tatarabuelos, cuando a comienzos del siglo XIX decidieron trabajar como cómicos de la legua.
Sin los Ozores es inútil intentar trazar una historia del cine español, y tras José Luis tomó su testigo su hija Adriana, heredera de la tradición familiar, de forma que ese legado del que hablamos sigue adelante en inmejorables manos.
¿Qué cualidades personales y profesionales tenía para tocar la fibra del espectador a través de la comedia?
En la comedia su primer gran éxito llegó a finales de 1943 de la mano del teatro, con un personaje llamado Gurripato que interpretó para el Teatro María Guerrero en la comedia vanguardista escrita por Tono y por Miguel Mihura ‘Ni pobre ni rico, sino todo lo contrario’.
En la España de los años 50 y primera mitad de los 60, José Luis Ozores fue la sonrisa de ese país”
Sobre su llegada al género, él mismo contaba que fue su padre quien le inició en los papeles cómicos, por alguna razón que a José Luis se le escapaba. «En casa yo era una especie de tímido serio, sin ninguna gracia. Sin embargo mi padre, quizá por contraste, pensó que yo haría bastante bien el papel de gracioso, y en uno de esos papeles obtuve mi primer éxito teatral», contaba en alusión a ese montaje, que le permitió asentarse en la compañía y comenzar a encadenar éxitos de público.
La clave de su éxito, a mi juicio, era la naturalidad, la bonhomía que desprendía y la humanidad que conseguía impregnar a cada personaje que tocaba. Más allá del número de líneas que tuviera, sus composiciones siempre solían acompañar al espectador al término de la proyección.
¿Cómo fueron los inicios de José Luis Ozores en el mundo de la interpretación y cómo llegó al cine?
Debutó como actor con apenas 16 años en el Teatro Eslava, de Valencia, en un espectáculo musical llamado Barraca de feria, dirigido y protagonizado por su padre. Poco después, en 1939, trabajó por primera vez en el cine en una película de Enrique del Campo (El huésped del sevillano), donde también debutó Manolo Morán. El problema es que el personaje de Peliche no sobrevivió a la mesa de montaje, así que finalmente su estreno en la gran pantalla acabó demorándose una década más, cuando le contrató Edgar Neville en 1950 para rodar junto a Fernando Fernán-Gómez y Conchita Montes El último caballo.
En las tablas encarnó con solvencia personajes tan complejos y dramáticos como Kirilov”
¿Arrastró el encasillamiento al que se vio abocado (casi la totalidad de sus trabajos eran humorísticos)?
El encasillamiento siempre le acompañó en el cine. No así en las tablas, donde encarnó con solvencia personajes tan complejos y dramáticos como el Kirilov de Los endemoniados, la novela más desoladora y contundente de Dostoyevski. En el cine nadie se atrevió a darle una oportunidad de explorar ese registro, y pasó a la historia encarnando a perdedores de buen corazón, marginados que se ganaban el cariño del público desde su ingenuidad y humildad.
Títulos para el recuerdo
El punto de inflexión de su carrera llegó con Recluta con niño. ¿Qué tenían el largometraje y José Luis Ozores que hicieron de la película todo un fenómeno?
Fue la película que cambió su vida. Antes había participado en clásicos del cine español como Esa pareja feliz o Historias de la radio, pero el impacto que tuvo entre el público aquella obra (que permaneció en cartelera en la Gran Vía nueve semanas y llegó a tener una secuela protagonizada por él mismo) hizo que su caché se disparara. «Desde entonces, a la hora de contratarme, en lugar de hablarme de miles de pesetas me hablaban de miles de duros», contaba.
Curiosamente el guion de inicio no le interesó, era la primera película del director (Pedro L. Ramírez) y parecía seguir la estela abierta por Ladislao Vajda un par de años antes con ‘Marcelino Pan y Vino’, inaugurando el género de películas ‘con niño’ que tan bien funcionarían durante los años siguientes. Fue su madre quien vio las posibilidades del papel y le aconsejó aceptar.
La película era un cuento de hadas algo sensiblero que rehuía el realismo y le convirtió en el estandarte del cine español”
Él interpretaba a Miguel Cañete, un mozo de pueblo que era llamado a filas y debía hacerse cargo de su hermano pequeño Pipo; una vez más un perdedor, llamado a redimirse a través de su hermano y del amor. La película era un cuento de hadas algo sensiblero que rehuía el realismo y le convirtió en el estandarte del cine español del momento.
A partir de entonces, el caché de Ozores subió y protagonizó otros títulos igual de recordados: Los ladrones somos gente honrada, El tigre de Chamberí, El gafe… Siendo amante de la pintura, ¿se podría decir que también retrató como nadie al español de entonces en el cine?
José Luis se especializó en dar vida a hombres normales, buenos, inocentes, soñadores, tiernos y sinceros, sin dobleces y sin maldad. Las desventuras a las que tenía que hacer frente, casi siempre se saldaban con final feliz y estaban aderezadas con una buena dosis de humor. En la España de la posguerra, donde las libertades para hablar de otro tipo de problemas brillaban por su ausencia, aquella mezcla era una combinación ideal para atraer a la gente al cine.
El cine, como vínculo con otras disciplinas artísticas
Su enfermedad hizo que nos despidiéramos prematuramente de este artista ¿Cómo desarrolló sus últimos años de carrera, con la esclerosis múltiple haciendo mella en su salud?
José Luis participó en 43 películas en apenas 14 años, pero la evolución de su enfermedad comenzó a volverse incapacitante en 1960, durante el rodaje de Un ángel tuvo la culpa, de Luis Lucia. En los meses siguientes rodó El casco blanco (Pedro Balañá), tres películas con Ramón Fernández (Ahí va otro recluta, Aquí están las vicetiples y Margarita se llama mi amor), Salto mortal con su hermano Mariano y Sabían demasiado, de Pedro Lazaga.
A partir de 1962 solo rodaría ya a las órdenes de su hermano, que en sus guiones siempre tenía en cuenta las dificultades para caminar de José Luis, en trabajos como Su alteza la niña, Alegre juventud, La hora incógnita o Suspendido en sinvergüenza, donde contrataron a un doble para las escenas que él ya no podía interpretar.
Después de tres años sin poder volver a trabajar, en 1966 Mariano organizó una suerte de despedida en forma de película episódica llamada Hoy como ayer, donde compañeros de profesión como Alfredo Landa, Francisco Rabal, Gracita Morales, Manuel Alexandre, José Luis López Vázquez o Concha Velasco, entre otros muchos, colaboraron desinteresadamente. Tuvo tiempo también para despedirse de las tablas a finales de 1965 con el estreno de El poder, una obra impactante escrita expresamente para él por Joaquín Calvo Sotelo.
Eres autor del libro José Luis Ozores: la sonrisa robada. A la hora de estudiar a este grande de nuestro cine, qué es lo que te atrajo de este artista para investigar sobre su carrera.
La Semana Internacional de Cine de Valladolid le dedicó un ciclo hace dos décadas, en 2003, para reivindicar su figura. Sus virtudes como intérprete nunca estuvieron en tela de juicio, pero el paso del tiempo, así como ciertos prejuicios asociados a su apellido o al género que tan bien dominó amenazaban con silenciar su legado. El entonces director de la Seminci, Fernando Lara, confió en mí para encargarme escribir La sonrisa robada, la primera monografía publicada en España sobre José Luis Ozores, y el libro acompañó una retrospectiva con sus principales obras.
Me sorprendió descubrir a un hombre poliédrico que fue mucho más que un actor”
Al acercarme a José Luis, a través de las entrevistas que concedió en vida y gracias a amplias charlas con quienes mejor le conocieron, sus hermanos Mariano y Antonio, así como su hija Adriana, me sorprendió descubrir a un hombre poliédrico que fue mucho más que un actor.
Hombre de familia por encima de todo, siempre consideró el cine un vehículo que le permitía dedicarse a sus verdaderas pasiones: la pintura, las tiras cómicas, la poesía, la fotografía, la pesca, el fútbol, el ajedrez o la invención de juguetes (suya fue la patente que daría origen, años después, a divertimentos como Exin Basket o Exin Gol). Se trata de una figura clave en el cine español, a quien el Festival de Valladolid quiso devolver al primer plano que siempre debió ocupar.