
5 películas imprescindibles de José Sazatornil
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Javier Higueras
Si Jesús (o “Jess”) Franco siguiera vivo, seguro que este habría sido un año muy especial para él. Al igual que es seguro que seguiría rodando, como hizo hasta sus últimos días con Al Pereira VS The Alligator Ladies (2012) o la inacabada -tuvo que terminar el trabajo su inseparable Antonio Mayans- Revenge of the Alligator Ladies (2013). Y no sería especial por el estreno de una nueva película, ni por un premio recibido, sino por el reconocimiento de un compañero. Uno de los más inesperados y emocionantes que te pueden hacer.
Porque incluso un cineasta tan indómito y libre como él, al que le importaba bien poco lo que críticos y buena parte del público pensaran sobre su obra, también necesitaba su dosis de reconocimiento. Sobre todo por parte de otros realizadores. Lo supimos, por ejemplo, cuando en el documental Jesús Franco. Manera de vivir (Kike Mesa, 2007) se emocionaba ante la cámara al recordar la siguiente anécdota con el mismísimo Fritz Lang.
Salía de presentar en el Festival de Berlín su película Necronomicón (1968), y “un viejito pequeño” se le acercó y le dijo que su película era una maravilla, que la única pega es que estaba rodada en alemán cuando debía haber sido en castellano. También le pidió hablar más tarde sobre la película y le dio un papelito con un número de teléfono para acordar un encuentro. Cuando Jesús Franco llegó al hotel, vio que ese número de teléfono estaba acompañado de un “Fritz Lang”. Lo llamó inmediatamente y, al día siguiente, hablaron durante horas sobre cine. Una anécdota que, en el documental, recordaba como un momento de felicidad absoluta. Con lágrimas en los ojos.
Por eso podemos suponer que éste habría sido un año muy especial para Jesús Franco. ¿Cómo se podía imaginar que Anora, la última ganadora al Oscar a mejor película, iba a incluir en sus títulos de crédito el agradecimiento a Jesús Franco? ¿Que su director Sean Baker ha reconocido la influencia de Las vampiras en dicha película y que Soledad Miranda (protagonista de la película de Franco) fue su primera fuente de inspiración para el personaje interpretado por Mikey Madison, también ganadora del Oscar?
Por si quedaba alguna duda sobre esta influencia, en el póster de Anora para la edición física de la película (distribuida por Criterion) aparece Mickey Madison semi desnuda, ataviada con una bufanda roja y con la misma pose que Soledad Miranda en el póster de Las vampiras.
Otro de los grandes defensores y prescriptores del cine de Jesús Franco en el extranjero es Quentin Tarantino. De hecho, quedó tan fascinado por Vampyros lesbos (el título internacional de Las vampiras) que tomó una de las canciones originales de esta película para Jackie Brown. El tema en cuestión es The Lions and the Cucumber, de Sigi Schwab y Manfred Hübler, una atractiva mezcla de jazz, rock y psicodelia. No hay que olvidar que la música es una de las principales patas del cine de Jess Franco, un melómano empedernido que, antes de ser cineasta, probó suerte como músico de jazz.
El carácter internacional de Jess Franco no lo podríamos entender sin la barrera que suponía la censura española para un cineasta que, decididamente, se quería introducir en los mundos del terror salpicado con buenas dosis de erotismo. Su formación previa en París y su soltura con el francés le ayudaron para comenzar a buscar coproducciones en Francia ya desde sus primeras obras.
Gritos en la noche (1962), considerado como uno de sus títulos cumbre, tenía participación francesa y consiguió venderse en países como Alemania, Italia o Estados Unidos. Jess entró en la rueda y comenzó a labrarse coproducciones en Reino Unido, Alemania, Bélgica, Italia, Suiza… El underground europeo y los amantes de la Serie B ya conocían a Jesús Franco. Y la industria española del momento daba poco pie a este tipo de propuestas.
Sin ir más lejos, el protagonista de este artículo siempre ha contado que fue Necronomicón (la que maravilló a Fritz Lang) un punto de inflexión para querer alejarse de las coproducciones con España y, directamente, producir en estos países. Así no cabría ni la censura ni la autocensura que podía agarrotar las ideas tan radicales que necesitaba poner en marcha. No obstante, películas como Las vampiras o El conde Drácula, dos de sus grandes éxitos, también tenían participación española. Aunque, paradójicamente, la primera fue censurada en nuestro país.
En este viraje hacia el panorama internacional llegó su cambio de nombre. Según ha contado el cineasta, el nombre de Jesús Franco tenía connotaciones que le podían perjudicar. Jesús porque pensaba que toda Europa relacionaba ese nombre con el Niño Jesús. Y Franco, obviamente, por el dictador español. Dos conceptos que, juntos, creía que iban a ser motivo de mofa fuera de nuestras fronteras. De ahí que, desde Francia, comenzaran a comercializarse sus películas bajo el apelativo de “Jess Frank”.
En los alrededor de 200 títulos del director español hay de todo, desde películas (sobre todo en sus inicios) que juegan con el cine negro, también influencias del expresionismo alemán, del giallo italiano, terror y fantástico de todas latitudes… Una miscelánea de géneros en los que, por supuesto, hay sitio para lo erótico, para el sexo implícito y explícito. Una carrera que fue formando su propio universo: historias que se repiten, personajes que se reciclan, actores (como Antonio Mayans, Lina Romay, Soledad Miranda, Christopher Lee, Klaus Kinski, Howard Vernon…) que han formado parte del apasionante delirio que es la filmografía de Jess Franco.
Sus películas quedaron atrapadas en los estratos más subterráneos y anti comerciales de la industria cinematográfica española. Hasta que llegó lo que él nunca hubiera imaginado: el Goya de Honor en 2009 entregado por la Academia y en mano por Santiago Segura, uno de sus pocos defensores en la industria y protagonista de su película Killer Barbys (1993). Recibió el premio con una emoción desbordante, al igual que cuando fue homenajeado por La Cinémathèque française con una retrospectiva sobre su filmografía en 2008. Qué importante es el reconocimiento, y más para alguien que ha amado el cine tanto como Jesús, o Jess, Franco.
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