La dimensión fantástica de Juan Piquer Simón

Pionero del cine de aventuras y ciencia ficción en España, fundó sus propios estudios cinematográficos y fue un avanzado en el uso de los efectos especiales en nuestro país. Nos adentramos en la vida y obra de este valenciano universal

El cine de Juan Piquer Simon

Roberto Morato

Se dice que el cine es una profesión de valientes e inconscientes. Pocas personas han ejemplificado mejor estas dos características en la historia del cine español que Juan Piquer Simón. Un hombre que rompió barreras y prejuicios dentro de la industria para rodar el cine que él quería ver. Desafió géneros, convenciones y hasta los límites del buen gusto por el simple placer de rodar. Pocos cineastas españoles tienen una filmografía tan disfrutona como la del valenciano. 

Piquer Simón nace en Valencia en el año 1935. Apasionado por el cine desde temprana edad, estudia Bellas Artes y Decoración para enrolarse después en el Instituto de Investigaciones Cinematográficas de Madrid. En su afán pionero, se convierte en uno de los primeros cámaras de una recién inaugurada TVE. Con ganas de seguir explorando el medio, funda la productora publicitaria Cinedinter. Su trabajo publicitario le sirve para conseguir su ansiado carnet de cineasta con el que puede rodar su primer trabajo en el campo del documental, España violenta. Un trabajo kamikaze sobre las consecuencias de la Guerra Civil Española que la censura franquista impediría distribuirse con normalidad. Tampoco correría mucha mejor fortuna su segunda incursión en el género con Vida y paz.

Tras casi una década de silencio centrado en su negocio publicitario, nunca abandonó la ilusión por la aventura cinematográfica. En 1972 funda conjuntamente Almena Films y los Estudios Piquer. Las bases de lo que sería su propio estudio durante décadas. Los últimos estertores del régimen franquista y la consecuente relajación cultural, dieron el empujón a la idea del cine que tenía en mente. Almena Films no sería una productora al uso sino que se constituyó como una empresa de efectos especiales. Un plan necesario con el fin de tener las herramientas necesarias para rodar el cine que pretendía.

Para tal misión, reformó un edificio de tres plantas. Desde ese mismo año, hasta el cese de actividad en 1994, se convertiría en el cuartel general y de rodaje de muchas de sus películas. Auspiciado por el embrujo del cine familiar de Ray Harryhausen, decide fijar el rumbo en el cine de aventuras. Y nada mejor que debutar adaptando a un novelista clásico del género como Julio Verne en Viaje al centro de la Tierra.

Con la imaginación por bandera y entendiendo el cine como un entretenimiento para todos los públicos consiguió liar a un grupo de profesionales entregados para lanzarse a rodar la producción más costosa del cine español. Hay que entender que la industria del cine español se encontraba en ruinas por aquellos días. La mera existencia de técnicos cualificados para semejante empresa ya se podía considerar una quimera.

A pesar de las limitaciones técnicas de la época y de la inédita idiosincrasia dentro de nuestro cine, Piquer Simón logró realizar una adaptación libérrima del texto de Verne llenándolo de criaturas fantásticas y monstruos imposibles. Un éxito que se incrementó cuando consiguió colocar la película en territorios internacionales incluido Estados Unidos. El buen recibimiento en estos países, donde competía con películas de mayor factura y recursos materiales, provocó el reestreno de la película en España en el 79.

El padre del superhéroe español

Y si de rarezas y romper barreras se trata… ¿Cómo podemos calificar Supersonic Man? El primer superhéroe cinematográfico de la historia del cine español. Impulsado por el éxito de películas como el Superman de Richard Donner y La Guerra de las galaxias se lanzó a rodar una astracanada imposible. Dividió el rodaje entre Nueva York, Alicante y Madrid para conferir un aire más internacional. En muchas ocasiones las aventuras estaban más detrás de las cámaras y en la cabeza de Piquer Simón que en el propio cine escapista que rodaba. A pesar de lo infantil y manido de su guion, a nadie se le puede escapar los intentos absolutamente pioneros y uso de tecnología inédita hasta la fecha en nuestro cine.

La historia del mundo se escribe con la sangre de los locos que se atreven a romper moldes y esquemas. Aunque en este caso, la osadía del cineasta acabase en un pequeño desastre del que no llegó a cuajar ni los intentos de merchandising, ni la comercialización de la discotequera banda sonora de la película. Aún así, aplaudir el esfuerzo de Piquer Simón y de su colaborador habitual, Juan Mariné, por hacernos creer que un superhéroe español era capaz de volar por el skyline neoyorquino.

La grieta de Juan Piquer Simón

Descanse en piezas

La llegada de la década de los 80 supone un cambio en los gustos del público y sobre todo en la manera de consumir cine que provoca que el género de terror gane notoriedad. Piquer Simón reconoce rápidamente este cambio de patrón y abandona su amado cine de aventuras para filmar Mil gritos tiene la noche. Convertida en película de culto con el paso de los años, el cineasta tomó la misma aproximación que con anteriores películas. Cine rodado en España que podía dar el pego como producción internacional, en este caso, norteamericana. 

No tuvo ningún pudor en que el Madrid universitario se transformara en las inmediaciones de Boston. El cineasta valenciano supo de alguna mezclar la atmósfera onírica de las películas de Mario Bava con la brutalidad del slasher ochentero americano. Si por algo destaca esta producción es precisamente por la originalidad y crueldad de sus asesinatos. 

Un tono y un acercamiento al horror totalmente contrario al que había mostrado en sus producciones de aventuras. En estas, el enfoque siempre había sido más clásico, sirviéndose de la inspiración de cineastas como King Vidor. Su buen hacer para películas capaces de competir con películas de mayor inversión en un siempre aguerrido mercado internacional, le granjeó un buen nombre entre los productores de la época. Hasta tal punto que casi rueda para el legendario Dino De Laurentiis.

Viaje al centro de la tierra de Juan Piquer Simón

Aunque siempre se ha acusado injustamente a Piquer Simón de realizar un cine de explotación, la realidad dice que si quitamos de la ecuación Los nuevos extraterrestres, su cine siempre fue honesto con el espectador. En aquella ocasión, fueron los productores de la película los que le obligaron a incluir un protagonista infantil para aprovecharse del éxito de E.T, el extraterrestre y transformar una película de terror convencional en un intento de aprovecharse del pelotazo de Spielberg. La progresiva transformación de la industria y su eterna condición de outsider dentro del cine español, le llevó a refugiarse en el mercado del vídeo doméstico. Eso sí, no sin antes, marcarse un último canto de cisne con Slugs, muerte viscosa, una serie B de terror que triunfó a finales de los 80 y cuyo inolvidable póster promocional todavía recuerdan muchos aficionados al género.

La historia de este singular valenciano es la crónica de un auténtico pionero solitario dentro del cine español. Si el cine está construido con el material del que se hacen los sueños, Piquer Simón fue un romántico del cine. Su contribución al cine español va mucho más allá de sus películas. Fue una pieza clave en el desarrollo de la industria de los efectos especiales en nuestro país. Y también el calado en el espectador español. En criar a una generación de espectadores jóvenes con el sueño de que otro cine era posible en España. No es raro que en los últimos años se hayan publicado estudios, monográficos, proyectado retrospectivas e incluso rodado documentales sobre una obra que permanece en la memoria de todos aquellos que soñaron con ella en su momento. 

...Y si te has quedado con ganas de más