Gabardina y sirenas: Ciclo ‘Cine negro’ en FlixOlé

El género detectivesco ha copado buena parte de la producción cinematográfica española en la última década.

Aun sin manchas de whisky en la gabardina, el cine negro en España ha gozado de buena salud, incluso en los días grises en los que la censura metía la mano en la bobina. Curiosamente, entre los años 50 y 60, los estrenos policíacos no eran algo ajeno al espectador, sino todo lo contrario: cerca de un tercio de las películas producidas en el país durante el año 55 tenían esta temática. FlixOlé estrena  el ciclo ‘Cine negro’ con el que presenta el legado de aquellos largometrajes cuyos protagonistas combatían el crimen y sentaron las bases del neo-thriller en España. 

Y es que por raro que parezca, la comedia escapista no era lo único que llenaba los cines durante el franquismo: el film noir tuvo una gran aceptación entre el público y se convirtió en uno de los géneros que más se aproximó a la realidad que vivía el país, sorteando en cierta medida los controles del régimen. En este sentido, la versión española del Humphrey Bogart con sombrero de ala no podía cuestionar la labor y moral de los agentes de la autoridad, de ahí que se acabase con la ambivalencia de bueno y malo; asimismo, la figura del detective privado que operaba al margen de la Ley se desdibujaba en favor de la policía que se bastaba y se sobraba a la hora de impartir justicia. Con estas premisas, los directores españoles se aproximaron a un cine negro que nada tenía que envidiar al género exportado por Francia y Estados Unidos.

FlixOlé presenta en calidad HD una colección con estos clásicos del cine negro español, comenzando por esas primeras obras de bajo presupuesto rodadas en Barcelona y que supusieron el nacimiento del celuloide policíaco en la España de 1950: Apartado de correos 1001, de Julio Salvador, y Brigada criminal, de Ignacio F. Iquino. Este último contribuiría con su factoría a producir nuevos títulos que encumbrasen el noir español en el que el crimen siempre se acababa pagando. Igualmente, esa necesidad de filmar a pie de calle para abaratar costes se convirtió en una seña de identidad estilística.

Además de los policías novatos presentados por Salvador y F. Iquino, la colección ‘Cine negro’ también muestra la evolución del género en la gran pantalla con piezas como: El ojo de cristal (Antonio Santillán, 1955); El expreso de Andalucía (Francisco Rovira Beleta, 1956), que representó el calamitoso y trágico atraco real a un tren, hecho que conmocionó a la sociedad de la España de los años 20; Manos sucias (1957), película con la que debutó José Antonio de la Loma y que mostraba una atmósfera más violenta de lo que acostumbraba a verse en las salas por aquel entonces; Distrito quinto (también de 1957), pieza maestra de Julio Coll como director que supuso poner por primera vez el foco en el delincuente; y El cebo (Ladislao Vadja, 1958), auténtico referente del cine negro europeo. 

Ya en los 60’, el juego de luces y sombras tan característico del film noir siguió presente en la cartelera con: Los atracadores (Francisco Rovira Beleta, 1962), largometraje realista con una insólita y dura escena final con el garrote vil; A hierro muere (1962), una de las últimas películas de Manuel Mur Oti; y A tiro limpio (1963), ópera prima de Francisco Pérez-Dolz y considerada como una de las mejores muestras del género policiaco con trazas sociopolíticas.

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