
Nueve películas para celebrar el Día del Libro
Nueve películas para celebrar el Día del Libro FlixOlé estrena nueve películas que llevan grandes obras literarias a la gran pantalla divididos en dos colecciones:
Inicio » Especiales » ESPECIAL PERROS CALLEJEROS » “¡Dale caña, Torete!” Recordando la trilogía Perros callejeros
Javier Higueras
Año 1977. Mientras España avanzaba, titubeante, por el camino de la democracia, algunos de los chicos más jóvenes del país no vacilaban en absoluto a la hora de conseguir sus propósitos. Estos, todavía a años de alcanzar la mayoría de edad, procedían de las chabolas verticales de ladrillo catalogadas generosamente como “barrios obreros”; un eufemismo para no admitir decisiones políticas que se habían hecho mal y a toda prisa, y que había provocado que miles de familias vivieran en condiciones infrahumanas a la orilla de las grandes ciudades.
En este contexto de supervivencia, los muchachos -a partir de ahora, los quinquis- ya sembraban el caos en las avenidas del centro a base de tirones, robos de coches e, incluso, atracos a mano armada en sucursales bancarias. A veces, corría sangre de gente inocente por estos hechos delictivos, lo que llenó de argumentos a quienes pensaban que estos chicos no merecían ningún tipo de redención.
Otros, en cambio, se hacían la siguiente pregunta: “¿en qué medida son ellos culpables de estos actos?”. En este segundo grupo se encontraba el cineasta José Antonio de la Loma, quien hasta ese momento había dirigido estimables cintas como ¿Por qué seguir matando? o Manos sucias. Sin embargo, su interés por el lumpen iba a marcar toda su carrera, tanto que le hizo ser padre del subgénero más puro y trepidante que ha dado nuestro país: el cine quinqui.
De la Loma se fijó en el mejor en este arte, Juan José Moreno Cuenca “El Vaquilla”, y recogió testimonios de otros chicos como él, pero también de personal en reformatorios, policía y demás salvaguardas de la ley para armar un paisaje completo sobre el fenómeno de la delincuencia juvenil. Comenzaba así la historia de Perros callejeros.
La vida real del adolescente “El Vaquilla” era más vibrante que buena parte de los guiones de las cintas de ficción del momento. De la Loma no tenía duda: sobre las anécdotas que el propio delincuente le contaba iba a vertebrar Perros callejeros. Además, y esto aún no lo sabía, estaba creando una tendencia común en el cine quinqui, empleada después en Eloy de la Iglesia (Navajeros, El pico, Colegas) o Carlos Saura (Deprisa, deprisa): los protagonistas tenían que ser actores no profesionales, chicos que incluso eran responsables de delitos que después iban a recrear para la gran pantalla.
Así, el protagonista ideal para el cineasta era el mismo Juan José Moreno Cuenca, pero debido a sus problemas con la justicia tuvo que escoger a su carismático amigo Ángel Fernández Franco, alias “El Trompetilla”. Debido al poco empuje comercial de su mote, y también como homenaje a “El Vaquilla”, Ángel quedó bautizado como “El Torete”. Mucho mejor.
“El problema está ahí, existe y no podemos darle la espalda. Por desgracia, no es el problema de un barrio, sino de todas aquellas ciudades que sufren los males de un incremento de población acelerado y sin control (…) Todos estamos implicados en el problema y, en el fondo, todos somos culpables y a todos nos toca hacer algo por remediarlo. Levantando el brazo de la justicia, desde luego, pero sin olvidar la caridad, las posibilidades de redención de esos muchachos”.
Con este mensaje en off -mientras se encadenan secuencias con las fechorías de estos muchachos- comienza Perros callejeros. Una introducción que resume la intención de José Antonio de la Loma para con la película: no va a criminalizar ni a ensalzar a sus protagonistas, ni siquiera a las fuerzas del orden encargadas de impartir justicia. Sin más, contar la realidad que él mismo había podido extraer de sus encuentros previos con todos los agentes implicados. Pero, por encima de todo, el objetivo del cineasta era ofrecer una buena película de acción con todos estos ingredientes.
“El Torete” haciendo de “El Vaquilla”. “El pijo” (interpretado por Miguel Hugal Cuenca, hermano de “El Vaquilla”). “El Corneta”, “El Cornetilla” (Basilio Fernandez Franco, hermano de “El Torete”) y “El Fitipaldi”. Todos ellos son parte de una banda de pelos alborotados, pantalones pitillo ajustadísimos y chaquetas vaqueras que empalman robos de coches con tirones de bolsos y demás actos delictivos. Y si llega la policía, se mete gas, se apura en las curvas y se les da esquinazo en vertiginosas persecuciones que de la Loma supo rodar con oficio y autenticidad.
Esto se respira hasta en las secuencias en plena ciudad en las que, por no tener permisos, se rodaba en una sola toma y los propios paseantes y conductores del día a día de Barcelona servían como extras. Sin que lo supieran, claro.
El resto del reparto lo componen policías de distinta índole (la mayoría, aplicando todo tipo de violencia para conseguir confesiones), un sacerdote (interpretado por Xabier Elorriaga) encargado del centro de menores donde ingresan a “El Torete”, y “El Esquinao”, un patriarca gitano (Frank Braña) al que todos temen y del que nadie se fía.
Respecto a las figuras femeninas tenemos a la madre de “El Torete”, principal beneficiaria de los botines de su hijo para sacar a su marido de la cárcel, y varias jóvenes que sirven como conquistas de nuestro protagonista. Pero él solo está enamorado de Isabel, sobrina de “El Esquinao”; un aspecto clave en el transcurso de la película.
Con estos personajes, y basándose en la historia de “El Vaquilla”, de la Loma elabora una narración muy ágil en la que siempre hay acción. Incluso las escenas sexuales con “El Torete” (y no son pocas) están impregnadas de esa rabia y violencia del protagonista.
Aunque la crítica, por lo general, no fue nada amable con Perros callejeros, las calles sí que respondieron. La película se convirtió en un éxito de público (más de 175 millones de pesetas de recaudación) y sus protagonistas se alzaron como los nuevos héroes del extrarradio. Sin embargo, Ángel, “El Trompetilla” fuera de las cámaras, fue llamado a prisión por un asesinato que no había cometido. Todo sucedió, precisamente, durante las primeras semanas del estreno.
De la Loma ayudó a su nueva estrella y consiguió aportar para que el chico saliera de la cárcel. Y no solo eso: el cineasta utilizó esta increíble historia para vertebrar Perros callejeros II (1979), ahora con Ángel haciendo de sí mismo (y no de “El Torete”) en un ingenioso recurso meta en el que incluso tiene un pequeño papel “El Vaquilla” (interpretado por Bernard Seray).
En un momento de la película, “El Vaquilla” se lamenta de no haber podido hacer Perros callejeros mientras Ángel le reconoce que su éxito ha sido gracias a él. Además, en esta secuela ya toma protagonismo la música de Los Chunguitos, grupo referencial de este tipo de cine como también lo era de aquella generación.
Y en un menor lapso de tiempo se celebró el cierre de la “trilogía callejera”. Apenas un año después pudimos ver Los últimos golpes de “El Torete” (1980), una cinta que continuó con la exitosa fórmula de sus predecesoras (persecuciones, violencia, sexo, drogas…) con el añadido de aportarle un mayor énfasis a las situaciones cómicas. Tenía su punto de autoparodia y un reparto que incluía a Fernando Guillén, Simón Andreu o Isabel Mestres, esta última también protagonista en Perros callejeros II.
Ese mismo año, Eloy de la Iglesia lanzaba su propia visión de la delincuencia juvenil con Navajeros. El cine quinqui se convirtió en todo un género de explotación que todavía resuena en nuestros días. Y es que “El Torete”, “El Vaquilla”, “El Pirri”, José Luis Manzano, Quique San Francisco y compañía, más de 40 años después, siguen teniendo “tirón” entre todo tipo de públicos; en FlixOlé seguimos celebrando al fenómeno más cañí y callejero de toda la historia del cine español.
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