Amparo Rivelles, la Primera dama de los escenarios

Leyenda y mito tanto en España como en México, repasamos brevemente la vida y la carrera de Amparo Rivelles, un icono dentro y fuera de la pantalla

Películas de la actriz Amparo Rivelles disponibles en FlixOlé

Roberto Morato

Leyenda en España, mito en México. Amparo Rivelles llevó la actuación en la sangre desde el día de su nacimiento. Hija de Rafael Rivelles y María Fernando Ladrón de Guevara, actores y empresarios teatrales, su debut en la compañía familiar no tardaría en llegar. Con apenas 14 años se sube a los escenarios por primera vez y un año más tarde firmaría un contrato en exclusiva con CIFESA, una de las mayores productoras del país.

Un pequeño papel en Mari Juana de Armando Vidal, le brinda la oportunidad de protagonizar Alma de Dios de Ignacio F. Iquino. Allí da rienda suelta a sus dotes interpretativas. Se gana el sobrenombre artístico de Amparito. Un apodo que alude  a su talento precoz. Muy pronto demuestra su condición de actriz todoterreno al abordar con pasmosa facilidad territorios cómicos y dramáticos. La actriz se transforma en Eloísa, una joven huérfana obligada tras la muerte de su madre a servir en la casa de una vecina más pudiente. Los malos tratos de su nueva señora le empujan a mudarse a Madrid donde se enfrentará a nuevos dramas vitales.

A pesar de su carácter melodramático, la película fue duramente vapuleada por la censura, que castigó su exceso de frases irreverentes, en que sin verdadera piedad es atacado el nombre de Dios y otras de índole chabacano”. Se intentó rebajar el duro contenido social de la época mediante la inclusión del habitual final feliz, pero la película es demasiado elocuente presagiando lo que otros filmes posteriores como Surcos  mostrarían en pantalla. 

El retrato de un Madrid inclemente, que nunca acoge a Eloísa, y de unos personajes amorales acordes con la ciudad y el tránsito a la vida moderna, hacían mella en los ideales de la dictadura; a pesar de contar con figuras eminentemente cómicas como Pepe Isbert y Paco Martínez Soria. Sus personajes eran tan divertidos como casquivanos. El argumento funciona como fábula moral sobre la contraposición entre la vida rural y de las grandes ciudades. Es toda una llamada de atención hacia esas muchachas que abandonaban sus pueblos para servir en la capital y que acaban cayendo en un destino infausto. La juventud e inocencia de Rivelles resultaban fundamentales para la credibilidad del papel.

Crónica en rosa

Su rostro se convirtió en habitual de las portadas de la prensa rosa cuando se oficializó su relación con Alfredo Mayo, la gran estrella del cine de la época y galán rompecorazones con un marcado pasado en la aviación franquista –reflejado en varios largometrajes bélicos como Escuadrilla–

Copadas las portadas de las revistas cinematográficas de la época con el romance, CIFESA aprovecha para anunciar con la pareja el rodaje de Malvaloca, una adaptación de un drama de los hermanos Quintero que dirigirá el habitual de la casa, Luis Marquina. Rivelles vuelve a dar vida a una mujer maltratada por la vida. En esta ocasión, queda embarazada de un señorito que no le corresponde y se ve obligada a transitar entre pueblos de Andalucía y por los brazos de diversos hombres hasta que conocer a Leonardo (Mayo). Hombre noble y entero que está dispuesto a apostar por un amor capaz de superar el pasado. 

La película sigue los patrones morales y cinematográficos del cine habitual de la época. Aunque la representación del papel de Rivelles es ciertamente adelantada, el final moralizante y ejemplificador redime cualquier atisbo de ideología contraria a los valores del régimen. La actriz abandona los rasgos ingenuos del comienzo de su carrera para instaurarse como una joven rebelde y decidida. Un papel que a la postre, también empezó a representar en su noviazgo en la vida real junto a Mayo.

La vida real y la cinematográfica de la pareja se entrecruzaría en numerosas ocasiones en largometrajes posteriores como Un caballero famoso o Deliciosamente tontos. La segunda supondría un cambio de registro abandonando el melodrama moralista por una comedia más desenfadada y con reminiscencias de la screwball norteamericana. Un nuevo abanico de posibilidades se abriría en una carrera que podía combinar roles de comedia ligera como Eloísa está debajo de un almendro, adaptando a Jardiel Poncela; melodramas de gran calidad como El clavo de Rafael Gil; y grandes producciones históricas dando vida a legendarias mujeres de nuestro pasado como La leona de Castilla o Alba de América. En estas dos últimas representaría a grandes figuras históricas de la talla de María de Pacheco e Isabel la Católica. Un habitual de la época.

Su vida profesional seguía íntimamente ligada a su vida personal. Incluso los periodistas cinematográficos de la época entrelazan ambas facetas para valorar su carrera. El periodista Gómez Tello escribía que “Amparito, como muy pocas, ha entrado en el lienzo de plata universal y en el corazón de la tertulia de Chicote, de la portada de revista, de la coleccionista de autógrafos, del dependiente de ultramarinos, que a estas hora se pregunta qué hace Amparito, qué sueña Amparito… Esta curiosidad popular justifica su fama bien ganada”.

La cancelación de su boda con Alfredo Mayo a cinco días para el enlace supuso un terremoto en la crónica social de aquellos días. Permitió a Rivelles afianzarse como una artista de carácter único e independiente. Esta presencia indomable se vería reflejada en la pantalla con personajes femeninos mucho más fuertes y avanzados que los de sus compañeras.

Nuevos horizontes

La Rivelles, como se la empieza ya a conocer en la sociedad española, vuelve a romper moldes cuando se convierte en madre soltera. A lo largo de su vida nunca desvelará el nombre del padre de su primera hija, María Fernanda. Son los años 50 y muy pocas mujeres se atreven a desafiar la mirada la inquisitiva sociedad española. Amparo siempre fue diferente. Quizás por ese afán de ser una pionera y rompedora de barreras, cogió las maletas emprendió una pequeña gira por México. Recomendada por su compañero Manolo Fábregas representa la obra De mujer a mujer. Una tourné que en principio se iba a limitar a 5 semanas y que acabó convirtiéndose en 20 años de su vida.

Con apenas 2 años en el país azteca protagoniza su primera gran película, El esqueleto de la señorita Morales. Comedia negra escrita por Luis Alcoriza donde da vida a Gloria, la sufrida y medio coja esposa de un taxidermista. Hastiado por la represión y fanatismo de su pareja, Pablo toma la fatal decisión de poner fin a la vida de su esposa. Tal suceso acaba desencadenado una serie de catastróficas desdichas en un irónico y moralizante final. Con apenas 35 años, Amparo Rivelles ya es una veterana de las tablas y como tal se establece dentro de la industria mexicana. Se especializa en adoptar con total naturalidad papeles femeninos de carácter y mujeres desairadas. Un rol que ya había desarrollando en una de sus primeras películas allí, La herida luminosa, donde ya colaboró por primera vez con Arturo de Córdova. También trabajó con los grandes actores del cine azteca de la época como Guillermo Murray, Julio Alemán, Fernando Soler o Enrique Rambal.

Las concomitancias entre la ficción y la vida real de Amparo Rivelles siguieron siendo el día a día durante su trayectoria mexicana. No bastó con poner un océano de distancia con la prensa española del corazón. Los rumores acerca de su vida privada siempre fueron ligados a su faceta profesional. Conocida como La Reina de los culebrones por sus numerosas participaciones en algunas de las telenovelas más importantes y populares del país, mantuvo un secreto y a la vez escandaloso romance con personaje de las altas esferas cercanas al círculo del presidente López Portillo, como ella misma confesó en alguna ocasión. La ruptura sentimental de esta relación provocó su regreso a España para afrontar la última etapa personal y profesional de su vida.

El regreso de una leyenda

Al temor de haber abandonado su nuevo hogar de acogida siendo una estrella se le unió la incertidumbre del regreso al hogar y de cómo le podrían acoger en su país después de una larga ausencia de varias décadas. Pero Rivelles no se iba a conformar con un retiro dorado y pasar a la historia siendo un pequeño pie de página. La actriz volvió a romper barreras cuando en 1988 recogió el primer Goya de la historia a la Mejor Interpretación femenina por Hay que deshacer la casa, la adaptación de una obra teatral de Sebastián Junyent, que ella misma había interpretado un par de años antes. Era la manera perfecta de cerrar un ciclo, la primera gran dama de la interpretación de nuestro país recogiendo la primera estatuilla de interpretación femenina de unos recién fundados galardones. Unos años antes ya había agitado el medio televisivo protagonizando la exitosa adaptación de Los gozos y las sombras de Gonzalo Torrente Ballester que produjo Televisión Española.  

Goya a la Mejor Actriz Secundaria por Esquilache, colaboraciones con cineastas del prestigio de Pedro Masó, Josefina Molina, Pedro Olea o José Luis García Sánchez, Doctora Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia y Premio Nacional de Teatro porque las tablas de los teatros de España se llenaban siempre para ver a Amparo Rivelles que, como durante toda su carrera, controló hasta el último momento la narrativa de su vida decidiendo despedirse de la profesión que amó en la misma ciudad en la que había debutado años antes, Santander. Y lo hizo con la elegancia y clase que siempre le caracterizó. Sin previo aviso a la prensa, ante sus espectadores y haciendo mutis por el foro.

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